les grito senalando hacia arriba.

Miraron hacia donde les indicaba.

Gorman ascendia peligrosamente por las jarcias, a una altura de mas de seis metros.

– ?Deteneos! -grito Fidelma-. ?Gorman, deteneos! No teneis salida. -La chica seguia subiendo por los cabos oscilantes.

– Gorman, bajad. Este problema tiene solucion. Bajad. Nadie os hara dano.

Mientras se oia decir esto, Fidelma era consciente de lo vacuas que sonaban sus palabras, incluso para una persona con la mente perturbada.

Murchad, que estaba a su lado, le toco un brazo y movio la cabeza.

– El viento le impide oiros desde alli.

Fidelma continuaba mirando hacia arriba. El cabello y la ropa de la muchacha ondeaban con la fuerza del viento. Murchad tenia razon. No habia manera de que sus voces llegaran hasta ella.

– Voy a subir -se ofrecio Fidelma-. Alguien tendra que bajarla.

Murchad le puso una mano encima.

– No conoceis los peligros de subirse a la jarcia con ese viento. Yo subire.

Fidelma vacilo y luego retrocedio, pues se dio cuenta de que haria falta alguien mas experto que ella para bajar de alli a aquella joven desquiciada.

– No la asusteis -aconsejo al capitan-. Esta completamente fuera de si y no se sabe de que es capaz.

Murchad adopto un gesto grave.

– No es mas que una nina.

– Hay un antiguo proverbio, Murchad, que dice: si un perro cuerdo a un perro loco se enfrenta, es seguro que del cuerdo sera mordida la oreja.

– Tendre cuidado -le aseguro y miro a lo alto de la jarcia.

Apenas se habia acercado a esta cuando sor Ainder profirio un grito inarticulado de advertencia que hizo mirar a Fidelma hacia arriba.

Gorman habia perdido el equilibrio y estaba colgada, agarrandose con desesperacion a las cuerdas con una mano y tratando de agarrar la jarcia con la otra.

– ?Aguanta! -la animo Fidelma, pero su voz se iba con el viento.

Murchad tambien la habia visto resbalar y se lanzo jarcia arriba. Apenas habia ascendido un metro cuando Gorman se solto y cayo contra la cubierta con un pavoroso golpe seco.

Fidelma fue la primera en acercarse a ella.

No fue necesario tomarle el pulso, pues era evidente que la joven se habia desnucado en la caida. Fidelma se inclino para cerrar aquellos ojos vidriosos, al tiempo que sor Ainder entonaba una oracion de difuntos.

Murchad bajo a la cubierta y se unio al grupo.

– Lo lamento -dijo resollando-. ?Esta…?

– Si, esta muerta. No es vuestra culpa -respondio Fidelma, poniendose en pie.

Cian miraba el cuerpo de la muchacha por encima del hombro del hermano Dathal.

– Bueno -dijo con alivio-. Ya esta.

CAPITULO XXII

Fidelma permanecia parada en el muelle, al calido sol otonal, inhalando las exoticas fragancias de aquel puerto humilde y pintoresco levantado al socaire de un antiguo faro romano conocido como la Torre de Hercules. El Barnacla Cariblanca estaba amarrado cerca. Los demas pasajeros se habian dispersado tierra adentro para proseguir la peregrinacion al Santo Sepulcro de Santiago. Fidelma no habia querido seguir con ellos, alegando la excusa de que debia escribir un informe de la travesia al jefe brehon de Cashel para que Murchad pudiera llevarselo a su regreso a Eireann.

Una hora antes de que el Barnacla Cariblanca arribara al puerto de la costa noroeste de el reino de los suevos -acaso uno de los puertos de donde Golamh y los hijos de Gael partieron rumbo a Eireann un milenio atras- se habia representado el desenlace de la historia.

Cian habia vuelto a desaparecer, pero esta vez con sor Crella. A Fidelma no le sorprendio.

– ?Recordais cuando Cian huyo del barco a la isla de Uxantis? -pregunto a Murchad-. Era evidente que necesito ayuda.

El capitan estaba confuso, y asi lo dijo.

– Era evidente que un hombre con un brazo inutilizado no habria podido llegar a remo a la isla con un esquife, y mucho menos devolverlo al barco.

Murchad se disgusto por no haber caido en la cuenta.

– No se me habia ocurrido.

– Tuvo que tener un complice. Persuadio a Crella para que lo ayudara, del mismo modo que la ha persuadido ahora. Quiza debiera haberla advertido del riesgo al que se expone enredandose con Cian, aunque dudo que me hiciera caso. Siempre ha sido habil con las mujeres. Seria capaz de embelesar a los pajaros.

– ?Y adonde iran ahora? Porque a Eireann no pueden volver.

– ?Quien sabe? Puede que Cian prosiga el viaje en busca de Mormohec el medico para comprobar si su brazo puede sanar. O puede que no. Quien me da pena es Crella. Un dia se encontrara con una sorpresa desagradable.

– ?Que la ha hecho volver con Cian si el ya la habia dejado en una ocasion? - pregunto Murchad.

– Quiza no haya aprendido que si a uno le muerde un perro, debe cuidar que no le vuelva a morder. El se desembarazara de ella cuando no la necesite. No creo que volvamos a verlo en Eireann, pero no porque sienta culpa alguna por cuanto ha sucedido en este viaje. Su arrogancia no le permitiria reconocer ninguna culpabilidad. Evitara su tierra natal para no tener que toparse con cualquier otro testigo que pueda acusarlo de ser el Carnicero de Rath Bile.

– ?Y quedara libre e impune?

– En estos casos suele ocurrir que el verdadero culpable queda libre, mientras que aquellos a los que ha utilizado o los mas inocentones acaban recibiendo el castigo.

Poco despues, el grupo de peregrinos que quedaban habia partido del puerto con el hermano Tola a la cabeza. Fidelma contemplo la marcha: con el hermano Tola y sor Ainder iban a su pesar el hermano Dathal y el hermano Adamrae, asi como el hermano Bairne, que parecia tan reacio a acompanarlos como los otros a tenerlo entre ellos. Al parecer, el perdon no era una caracteristica de la fe compartida por aquel pequeno grupo.

Fidelma se quedo por el puerto mientras se reparaban los danos que la tormenta habia causado al Barnacla Cariblanca. Se alojo en una posada pequena con vistas al puerto. Alli descanso, volvio a acostumbrarse a estar sobre suelo firme y aprovecho para escribir el informe. Cuando supo que el Barnacla Cariblanca se preparaba para largar las velas, bajo al muelle.

Subio a bordo para despedirse, sobre todo del senor de los ratones, al que le regalo pescado que habia comprado en el puerto. El gato cojeaba un poco, pero se recuperaba bien de la cuchillada. Se dejo acariciar y ronroneo un poco antes de atender asuntos mas importantes como el pescado que Fidelma le habia dejado en el suelo, delante de el.

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