– ?Por que no?
– Las fichas de nuestros huespedes son privadas, senorita.
– Bueno digame al menos si es chileno.
– No le dire nada, senorita, por favor no me insista. Yo cumplo ordenes.
Llego otro senor al meson. Este no llevaba uniforme y por su actitud Maria dedujo que era el jefe. Le dio una alabanciosa mirada, tan evidente que casi se diria libidinosa.
– ?En que podemos ayudarla, madame? -dijo con una enorme sonrisa.
Maria agradecio ser aun buenamoza y conseguir con ello lo que no se conseguia de otro modo. Y con la mas dulce de sus voces lo llevo a un lado y le susurro:
– Senor, por razones totalmente privadas y personales me resulta muy importante saber el segundo apellido de un cliente de este hotel. Creame que para mi es vital y no lo considero una indiscrecion de parte de ustedes suministrar una informacion tan basica.
Todo se resolvio. Efectivamente era el. Habia salido hacia media hora con un grupo a comer fuera. Se habia registrado dos dias atras y su reserva estaba hecha hasta pasado manana. -Y si su avion sale temprano solo tengo el dia de manana. ?Mierda!
El cerebro de Maria trabajaba a toda velocidad. No podia esperar un encuentro casual, pues podia no darse. El asistiria a algun seminario o dictaria un curso y ello significaba que estaria probablemente fuera todo el dia. ?Como encontrarselo en la tarde? ?Como saber a que hora volveria al hotel? ?Y si se le escapaba? Dejar una nota era lo mas razonable y fue la primera idea que cruzo por Maria. Pero despues temio que no estuviera solo. No en vano la habian advertido sobre su aspecto mujeriego y donjuanesco. Era probable que se hiciera acompanar por una mujer. O quizas una novia, algo serio. Despues de todo, Maria no tenia noticias de el hacia varios meses. ?Cuanto tiempo habia transcurrido desde esa noche en Cachagua? ?Unos siete meses? Y tres meses atras, en plena separacion con Rafael, habia recibido a traves de Magda una tarjeta con una reproduccion del Metropolitan Museum y una sola frase: “Dile al azar que cuente con mi tenacidad”. Nada mas. Maria recuerda que al recibirla, su ego se habia inundado de placer. Pero, ?por que ese hombre tenia esa rara seguridad sobre ella? Sabia que Ignacio todavia no habia hecho definitivo su retorno y que lo haria dentro de poco. Ella si habia estado atenta a ello.
Al final opto por la nota, asumiendo el riesgo de que el no pudiese -o no quisiese- verla. Pero le parecia de vital urgencia que el se enterara que ella estaba ahi.
“?Eres tu? ?Que rara coincidencia! Estoy en la 610.” Y su nombre.
Con eso bastaba. Incluso si la leia la virtual mujer presente, no podria acusarla de nada.
Se retiro a su habitacion y se tendio a escuchar la lluvia. Estaba muy nerviosa y confundida. ?Ignacio! ?Esto era lo mas inesperado que podia sucederle! ?Y por que le temia a ese puro nombre? ?Que extrana intuicion le hacia prevenirse de el y abrirle los brazos paralelamente? Tenia la certeza de que ella significaba algo para el, certeza loca si se piensa que toda la historia de ellos se resumia a una sola noche, siete meses atras. ?Que maniobra del destino los hacia encontrarse hoy, en esta ciudad perdida?
Se maldijo a si misma por no haber bajado antes. ?Y si se hubiesen encontrado en el lobby? Probablemente estarian comiendo juntos. ?Que desperdicio! Y con un solo dia por delante… Odio su fanatismo por la novela negra, su flojera, todo lo que la habia retenido en la pieza. Y de repente sintio, con un cierto escalofrio, que de haberse encontrado una hora atras, ya en este minuto sus cartas estarian echadas.
No fue una buena noche para Maria. Espero su llamada hasta tarde y esta no se produjo. La invadio cierta inseguridad. ?A que hora habria vuelto de la comida? Quizas fueron a una fiesta. La ansiedad no le hacia bien - como no le hace bien a nadie.
A las ocho de la manana siguiente, en punto, sono el telefono de su velador.
– Despierta, mujer, te estoy esperando desde las siete.
– ?Ignacio? -balbuceo, mientras su inconsciente constataba que se encontraba frente al “modelito madrugador”, todo un sintoma de ciertas personalidades.
– ?Tienes mucho sueno?
– Es que estaba durmiendo…
– ?Y a que hora debes trabajar? -Como si hubiesen estado juntos la noche anterior.
– No lo se. Llegue anoche y aun no me contacto con la gente.
– ?Ah! Me contactaste primero a mi, ?cierto?
Maria rio, ya mas despejada. El continuo:
– Mira, debo salir a las nueve y vuelvo a almorzar. ?Quieres tomar desayuno conmigo?
Maria penso en cuanto se demoraria en levantarse, arreglarse… no queria aparecer irritada por haberse acelerado, cosa que le sucedia siempre. Tambien sopeso el que el no la hubiese llamado anoche y que merecia esperar para verla. Despues de todo, las ganas nunca deben mostrarse, por principio. El la interrumpio.
– ?Tienes mala cara en las mananas? Ese es un dato importante a saber -su voz era alegre, segura, risuena.
– ?Estas solo? -su curiosidad pudo mas que el recato.
– ?Me preguntas si estoy con alguna mujer? No. Estoy con un grupo de investigadores. ?Y tu?
– Sola.
– Bueno, hasta diez minutos atras. Ahora estas conmigo. ?Hasta cuando te quedas?
– Hasta el sabado. ?Y tu?
– Me voy manana.
Silencio. Era cierto entonces, un solo dia. Como si le leyera el pensamiento, el acoto:
– Es muy poco tiempo. Veremos que se puede hacer. Bueno, ?tomamos desayuno?
– No. Prefiero almorzar -asi me lavo el pelo con calma, hago mis contactos, y lo espero regia y desahogada, penso.
– Esta bien. Juntemonos a las doce y media en la Plaza Murillo, para que no se te haga larga la manana - como su voz era de risa, Maria no lo contradijo-. Acortare mi clase y te esperare alli. ?Sabes llegar?
– No importa. Si me he olvidado, tomo un taxi.
– En las escalinatas de la catedral.
– Esta bien, alli estare.
– Antes de cortar, Maria… ?que te parece el azar?
– ?Por que? -cinica ella, habia leido mil veces la tarjeta.
– ?No recuerdas en Cachagua? Me dijiste que debiamos dejar esta historia al azar.
– Lo recorde cuando recibi tu tarjeta.
– Pues bien. Ya podemos sospechar lo que el azar quiere…
Y corto. Maria quedo de una pieza. Es que la dejaba sin rol. Le robaba el suyo, tan aprendido e infalible cuando de conquistas se trata. Se paseo por la habitacion. Y alguna voz interna, pequenita, le sugirio: ?Por que esta vez no te dejas conquistar tu? Recordo aquella observacion que hiciera Rodolfo una vez: “Maria nunca se deja escoger. No es la princesa encerrada en el castillo lleno de obstaculos. Al contrario, ella es el principe que sale en su caballo a buscar a sus amores, a escogerlos. Claro, los dragones aparecen despues…”
A las once y media ya estaba lista. Se dio una ultima mirada en el espejo del bano. Habia tomado desayuno en la cama, como le gustaba a ella, para no tener que enfrentarse al mundo sin un cafe previo en el cuerpo. Habia hecho los contactos necesarios, ordeno sus papeles para el encuentro al que debia asistir, tomo notas para su intervencion, se preocupo de averiguar cuantos dias era indispensable su asistencia, luego se ducho largo, se lavo el pelo y eligio la ropa. Se indigno recordando la cantidad de alternativas que habia en su closet de Santiago y ahora no sabia que ponerse para una cita tan importante. Opto por los clasicos Levis y una blusa camisera de esas cien por ciento seda que tanto le gustaban. Se encontro a si misma pensando en la seda cuando el la tocara. Al menos no olvido en Santiago su perfume favorito y se rocio abundantemente con el Shalimar.
Tomo un taxi ante el miedo de perderse y llegar tarde. Aprovecharia para mirar la plaza y esa iglesia tan bonita. A las doce veinticinco se sento en los escalones y prendio un cigarrillo. Los nervios la consumian. ?Que ocurriria? Busco en su cartera los Lexotanil, se tomaria uno a la brevedad, por si acaso. No resistiria perder el control. Se sentia infantil y adolescente a la vez. Pero adulta, no. Penso que a Ignacio se le conquistaria solo con la total adultez. En eso estaba cuando sintio su voz.
– ?Maria!
Venia hacia ella con los brazos abiertos. Ella se levanto y en el tercer escalon se abrazaron. Un abrazo ligero.