Ella lo mira sonriente. Se quita su cofia de enfermera y da unos pasos para mirarlo de frente. el vuelve a sentarse y a taparse la nariz. Ella comienza a desabrocharse el uniforme blanco. Blanca es tambien su ropa interior, y fosforescente sobre las carnes morenas.

– ?Y esta nueva locura?

– Sone que te veia desnuda en una bicicleta, exactamente asi.

Carmen se acerca, y le acaricia el pelo mientras observa el dibujo con desconfianza.

– Mmmm, ese culo es demasiado blanco para ser el mio. ?Estas seguro de que fue conmigo que sonaste?

– Si, eras tu, pero en el sueno la luz era muy intensa. Y hasta me inspiro una melodia. ?Dale, subete, y comienza a pedalear!

– No: en frio no me gusta. Primero toca tu melodia, a ver si entro en calor.

Jan se levanta y camina hasta un armario. Abre un cajon y extrae una mascara negra, que le deja libres los ojos y la boca. Se la pone y comienza a tocar.

Al compas de su melodia, Jan balancea con gracia los hombros y el torso.

9

Sin siquiera frenar, Victor apunta con el dispositivo de control remoto y el porton alambrado se abre a sorprendente velocidad. El Chevrolet cruza un jardin con terraza, mirador, arboles tropicales y maceteros de flores bien cuidadas. Luego recorre unos cincuenta metros sobre un sendero de cemento.

Al enfilar hacia el garaje, Victor vuelve a apuntar a la puerta.

– Sesamo abrete -comenta Alicia.

Y ya adentro, mientras la puerta baja, se dan un beso demorado.

A pedido de Victor, ella no se habia quitado los shorts de pedalear, y durante el trayecto hasta la finca, se habia dejado el torso desnudo. Al doblar en la plazuela de las Munequitas, vuelta de rodillas hacia el, comienza a rozarle el antebrazo con sus senos erectos.

El siente sus vellos erguirse y le pone una mano en los labios.

Ella sabe lo que quiere y le lame las yemas con esmero.

Cuando las tiene humedas, el comienza a deslizarlas sobre las puntas de los pezones.

En esos jugueteos llegan. Y entran.

– ?Ves? -dice el, al pasar del garaje a la cocina-. Nadie nos vio entrar; nadie nos vera salir.

Al pasar a la sala, los recibe un fulgor verdoso que viene del piso. Victor aprieta un boton y una persiana automatica se eleva. Ella descubre que el fulgor proviene de un estanque, en cuyo interior hay tres peldanos, en medio de una sala suntuosamente dispuesta, con muebles modernos.

En un angulo, una fuente emerge entre rocas naturales y forma el estanque que luego desagua en una acequia sinuosa y atraviesa la sala en diagonal. El agua muy verde y lucida, corre bajo baldosas transparentes y arboles bonzai, que crecen en pozos de luz, hasta desaparecer por el angulo opuesto. Alicia se siente volatil. ?Que original!

Los seis metros de una pared, hasta dos de altura, estan cubiertos por un espejo corrido; y la pared opuesta, por un librero repleto, del piso al techo.

Hay cuadros abstractos, un par de jarrones asimetricos, una enorme fotografia en blanco y negro, una escultura grande de jade y otra mas pequena de marmol.

Salvo los jarrones, todo es abstracto. La foto y las estatuas no figuran nada concreto, pero sugieren quehaceres y formas del amor en ejercicio.

– Ven, te muestro la casa.

En la planta alta, tres alcobas con sendos banos, un saloncito y una terraza. Abajo, la sala del estanque y un comedor contiguo a la enorme cocina, muy bien equipada; a la derecha, un estudio y otra alcoba, ambos con banos independientes.

– ?Uyyy! Aqui se puede dar un baile para cincuenta personas…

Cuando regresan a la sala, el abre un ventanal que da a un extenso cesped, muy cuidado, con rboles anosos y una piscina al fondo.

Mientras ella se asoma a observar el jardin, Victor manipula algo en lo alto de un librero, y luego enciende un equipo de compactos.

Comienza a oirse una guaracha.

Ante el espejo, ella se pone a bailarla, provocativa. El viene por detras y la coge de la cintura.

Ella se da vuelta y lo obliga a bailar. El comienza a seguirla con bastante desenvoltura.

– Sigues bien el ritmo -le dijo ella-. Pero eres un poco rigido y no tienes ni idea de bailar guaracha. Mira: ponme atencion.

Cinco minutos despues, el la arrastra urgido a un rincon, donde hay un amplio sofa. Ella prefiere el piso alfombrado. Insiste en cabalgarlo, para ensenarle a bailar guaracha.

Decubito supino, Victor pierde inmediatamente su rigidez y aprende a quebrar la cadera.

Cuando logra su primer orgasmo de aquella noche, ya ha penetrado tambien el alma folklorica de la guaracha, como si hubiera nacido en un barrio de La Habana.

Y para gran sorpresa de Alicia, el proyecta un video que le tomara con una camara oculta. El equipo ha captado perfectamente la cabalgata danzaria en aquel rincon.

– ?Cono! Eso si que no… -protesta Alicia.

El la tranquiliza. Si tuviera malas intenciones no le haria ver el video. Simplemente, el goza y se excita mucho por los ojos, y tiene el antojo de hacerle el amor otra vez, mientras contempla la accion de sus nalgas soberbias, al compas de la musica, en el monitor.

Ella comprende, no muy convencida todavia, pero si, claro…

Y el promete regalarle el casette o destruirlo en cuanto lo vean.

Poco despues, mientras disfruta el beso de la boa (creacion y nomenclatura de Alicia), Victor comienza a dilatarla por detras, con demorada pericia digital.

Sabiendo lo que vendra, ella se mosquea y le hace un hociquito:

– ?Culivoro!

Cuando la hubo dilatado suficientemente, se coloca un preservativo y la posee, en efecto, por vaso indebido, con la vista fija en el video.

Ella no sintio dolor. Y al ver en el video sus propias nalgas y cintura en accion, sintio un rio en la vagina. Se excito como nunca. Porque nunca se habia visto desde ese angulo. Y por primera vez logro un disfrute en aquella posicion, que normalmente la mortificaba y solia rehusar.

Fue algo nuevo. ?Narcisismo, tal vez?

En todo caso, un sentimiento de exquisita perversidad.

Por fin encontraba un tipo que le ensenaba algo.

Y cuando Victor, para derramarse, cambio de vaso sin variar su posicion cuadrupeda, ella inicio un orgasmo a tirones, con grititos entrecortados. Y al sentirlo por fin muy caliente, en el utero, solto amarras y lo acompano en el crescendo de sacudones y gemidos, en absoluta simultaneidad con lo que ocurria en la danza del video.

Al resucitar Alicia, el fumaba boca arriba. Estiro un brazo, saco el video del equipo y se lo entrego.

Alicia le sonrio languida, satisfecha.

– Con tu sentido natural del ritmo y un par de lecciones mas, vas a enloquecer a las cubanas.

– A mi no me interesa el ritmo ni las cubanas: me interesas tu.

Ella lo miro, halagada.

Estuvo a punto de abalanzarse en sus brazos. Se obligo a contener aquel insolito impulso de entrega. Sintio miedo.

Pero tuvo el suficiente buen tino para coger el cassette y guardarlo en su bolso.

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