A escasos metros por detras de Robinson, Winter jadeaba por el esfuerzo.

De inmediato se oyo una voz aguda gritando de sorpresa y panico, seguida de un ruido de cristales rotos, y despues al capitan del SWAT chillando por encima de aquella subita cacofonia. «?Vamos! ?Vamos!» Los miembros del equipo se colaron en la casa por la puerta destrozada. Robinson los siguio unos metros por detras, sujetando el arma con ambas manos. Se oian ordenes proferidas a viva voz. Entonces Winter corrio hacia la entrada de la casa, hacia la luz que se filtraba hacia la noche, semejante a una presa en la que se ha abierto una grieta.

Oyo a Robinson chillar:

– ?Al suelo! ?Tumbense en el suelo! ?Las manos detras de la cabeza!

Aquellas ordenes se confundian con los chillidos de miedo de la mujer, unos alaridos que no se parecian a nada humano, aparte del panico que los engendraba.

Winter irrumpio por la puerta y vio al capitan del SWAT y a uno de sus hombres inclinados sobre un hombre corpulento tumbado en el suelo de la modesta vivienda. Robinson, con el arma apoyada en el oido del hombre, ladraba ordenes. A un lado, dos miembros del SWAT sujetaban a una anciana menuda y delgada. Llevaba el cabello blanco recogido hacia atras, pero se le habia soltado y ahora le ondeaba delante del rostro. Sollozaba en tono lastimero:

– ?Que hemos hecho?… ?Que hemos hecho?

El capitan observo como Robinson le ponia las esposas al hombre tendido en el suelo y despues se incorporaba a medias.

– Listo -dijo el capitan y se volvio hacia Robinson-. Ya se lo dije. Pan comido. ?De modo que este es el duro asesino al que perseguian?

En un rincon del cuarto habia un televisor con el volumen a tope; el presentador de un programa de entrevistas estaba haciendo chistes. El capitan del SWAT indico a uno de sus hombres que lo apagara.

Robinson sento al hombre de un empujon y le espeto:

– David Isaacson, queda detenido por asesinato.

Winter le vio la cara por primera vez. La luz parecia incidir en el miedo que reflejaban sus ojos.

– ?Que he hecho? -pregunto el hombre.

– ?Usted es la Sombra! -le escupio Robinson al tiempo que tiraba de el para obligarlo a levantarse. Entonces acerco la cara con gesto fiero a escasos centimetros de la del sospechoso. Despues lo arrojo sobre un sillon-. Todo ha acabado. Le vere en el corredor de la muerte.

Simon Winter se acerco y contemplo fijamente al hombre sentado desmadejadamente en el sillon.

– Dios mio -musito, y cogio a Robinson por el brazo. El inspector lo miro con irritacion, molesto por la interrupcion, pero vacilo al ver la mirada de Winter.

– ?Que ocurre? -mascullo.

A Winter se le seco la boca y las palabras que pronuncio parecieron hacerse anicos igual que la puerta de la casa:

– ?Walter, miralo bien, maldita sea!

– ?Que?

– ?Mirale la cara! ?No se parece en nada al rostro del retrato robot!

Y por primera vez el inspector miro con detenimiento al hombre que acababan de detener.

– Simon… -dijo despacio- te equivocas. Tiene la misma constitucion, el mismo pelo…

– ?Fijate bien! ?No es el hombre que identifico Esther Weiss!

Walter Robinson, un hombre que en ocasiones se enorgullecia de conservar la calma en las situaciones mas dificiles, sintio una punzada de panico, un panico imposible de refrenar, casi incontrolado. Parpadeo como si intentara asimilar las diferencias entre el retrato robot y aquel hombre.

– ?Quien es usted? -exigio saber.

– David Isaacson -balbucio el hombre-. ?Que he hecho?

– ?De donde es?

El hombre parecia confundido, de manera que Winter se acerco a el.

– ?Cuanto tiempo lleva viviendo aqui?

– En Miami Beach, unos veinte anos.

– ?Y antes?

– En Nueva York. Era peletero.

– ?Y antes?

– Vivi en Polonia hace mucho tiempo, cuando era joven.

La esposa consiguio por fin zafarse de sus custodios y corrio al lado de su marido.

– David, ?que pasa, que significa todo esto? -lloro aferrandose a el, histerica. Se volvio hacia los policias y les grito con rabia-: ?Gestapo! ?Nazis!

En la habitacion se hizo el silencio durante unos segundos, solo roto por los sollozos de la mujer.

– ?Es usted un superviviente? -pregunto Simon Winter con brusquedad.

El hombre afirmo con la cabeza.

– ?Por que han hecho todo esto? -pregunto al borde de la conmocion.

Robinson se acerco a David Isaacson, lo asio del antebrazo y tiro de el, le subio la manga de la camisa mientras con la otra mano sacaba del bolsillo el papel con el numero proporcionado por la joven fiscal. Acerco el papel al tatuaje morado azulado que se distinguia en la piel marchita del anciano. Los numeros no coincidian.

– Dios mio -susurro.

– ?Gestapo! -volvio a sollozar la anciana.

Winter se dio la vuelta y fijo la mirada en la puerta destrozada y en la noche, cuyas sombras parecian burlarse de ellos.

«Estas cerca -penso-. Muy cerca. Pero ?donde?»

26 La tetera

La Sombra aguardaba en un recodo oscuro que habia al borde de un callejon, justo pasada la franja de luz que arrojaba sobre la acera el letrero fluorescente de una farmacia abierta. Fijo la vista en la sexta planta del bloque de apartamentos en que vivia el rabino.

La parte de el que normalmente le recomendaba precaucion le advertia que no era sensato permanecer alli ni un momento, ni siquiera aunque nadie lo viera ni detectara su presencia. A veces pensaba que escuchar aquella voz interior era como llevar siempre un angel de la guarda. Esta vez la voz era aguda, insistente, y le exigia que se fuera, que se largase de inmediato.

«Prepara una maleta. Registrate en un hotel cerca del aeropuerto. Y subete en el primer vuelo de la manana.»

Pero nego con la cabeza.

«Tengo asuntos sin terminar -se dijo-. Asuntos que me esperan en ese edificio.»

«?Que asuntos? No te arriesgues. Ya has gastado esta vida, del mismo modo que antes gastaste otras. Estos anos pasados en Miami Beach han sido agradables y rentables, pero han tocado a su fin. Ya sabias que podia llegar este momento, y ha llegado. Hay demasiada gente acorralandote, buscandote con ahinco. Has oido a la gente hablar de la Sombra como si te conocieran. Es hora de desaparecer y convertirte en otra persona.»

Retrocedio aun mas hacia la oscuridad del callejon y se apoyo contra una lobrega pared gris.

«Los Angeles estara bien», penso. Alli lo aguardaban un apartamento, cuentas bancarias y una identidad diferente. Pero Chicago tambien resultaria aceptable; ya habia creado las bases para ello. «En Los Angeles necesitare tener coche, alli todo el mundo se mueve en coche. Pero en Chicago no sera necesario.» En Los Angeles seria un empresario jubilado; en Chicago ya se le conocia como un inversor retirado. Estudio los pros y los contras de ambas situaciones, sin decidirse. «En realidad da lo mismo», se dijo al cabo. En cuanto asumiera una identidad u otra, empezaria a poner las bases para la siguiente en otra ciudad, para contar siempre con una via de escape. «Tal vez Phoenix o Tucson», penso. Un sitio donde hiciera calor. No le hacia gracia pasar los inviernos en Chicago. Comprendio que iba a tener que investigar un poco. No sabia si en aquellas ciudades habria la tipica comunidad de ancianos judios de la que pudiera aprovecharse. ?Habria supervivientes?, se pregunto.

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