el ha huido. La senora lo golpeo con una tetera de hierro. Pero sigue estando por aqui, en alguna parte.

Robinson la aparto un paso y miro a la pareja de ancianos.

– ?Se encuentran bien? -les pregunto.

– Hemos de encontrarle -repuso el rabino.

El inspector empuno el arma.

– Esta aqui, en alguna parte de esta oscuridad -dijo el rabino-. En alguna parte del edificio.

Pero Frieda Kroner nego con la cabeza.

– No; ha huido. Puede que haya bajado por la otra escalera, la del otro extremo del edificio. ?Deprisa, tenemos que ir detras de el!

De modo que los cuatro, intentando darse prisa, Espy abrazada a Walter, y el rabino y la senora Kroner caminando con la lentitud de los anos pero con la urgencia de la necesidad, comenzaron a bajar por la escalera. Robinson, linterna en mano, encabezo la marcha, y solo se detuvo en el tercer piso para examinar brevemente el cadaver del joven policia. La anciana solto una exclamacion ahogada cuando el haz ilumino la roja mancha de sangre que empapaba el cuello del cadaver. Pero lo que dijo fue:

– ?Deprisa, deprisa, hay que impedir que se escape!

Simon Winter permanecio inmovil en su espacio oscuro, observando la escena que se desarrollaba frente al edificio incendiado. Cuando uno esta pescando en aguas poco profundas, llega un momento en que uno capta hasta la menor perturbacion en la superficie, un movimiento producido por una forma invisible que empuja el agua en una direccion distinta del viento o las corrientes, y entonces descubre la proximidad de su presa. Era ese sutil cambio en los movimientos que tenia lugar delante del edificio lo que estaba buscando Winter. Se dijo: «Aqui hay un hombre cuya presencia no tiene nada que ver con el incendio, ni con la alarma, ni con haberse visto obligado a abandonar su cama en plena madrugada, sino con un asesinato.»

De modo que dejo que sus ojos escrutaran la escena en busca de aquel leve movimiento contracorriente. Cuando de pronto lo vio, se irguio y una perversa emocion le recorrio de arriba abajo.

Vio un hombre corpulento y ligeramente encorvado, vestido con ropa oscura y sencilla. Salio del edificio y permitio que un bombero le diera instrucciones y lo mandara hacia el grupo de personas que habian sido apartadas hacia un lado de la calle.

Winter dio unos pasos sin perderlo de vista.

Lo vio desaparecer entre la multitud, pasar de la primera fila al fondo del grupo. Los demas estaban todos mirando al frente, a sus hogares, intentando distinguir humo y llamas pero sin alcanzar a ver nada, esperando con ansiedad alguna informacion por parte de los bomberos y socorristas que entraban y salian del edificio sin pausa.

Pero aquel individuo no parecia tener aquellas preocupaciones. En cambio, se abrio paso entre la masa de gente angustiada, cabizbajo y ocultando el rostro, en direccion a la parte de atras, hacia la oscuridad de la calle.

Simon acelero el paso.

No alcanzaba a verle la cara, pero no le hacia falta. Por un instante se giro intentando localizar a Robinson u otro policia que pudiera ayudarlo, pero no vio a ninguno. Cayo en la cuenta de que el mismo habia salido de las sombras a la acera, y de que su figura estaba iluminada de lleno por el brillante letrero de una tienda. Winter avanzo hacia el centro de la calle en el preciso instante en que el hombre levanto brevemente la vista y lo vio, alli de pie mirandolo fijamente.

Los dos hombres se quedaron paralizados al reconocerse.

Entonces, a su espalda, con una potencia que se sobrepuso a sirenas, alarmas y el ruido de los camiones de bomberos, Simon oyo una voz. Era una voz aguda pero no un chillido, sino mas bien el grito de alarma de un centinela.

La voz hablo en aleman y rasgo la noche:

– Der Schattenmann! Der Schattenmann! Er ist hier! Er ist hier!

27 La manana

Simon Winter corrio con una velocidad impensable para su edad.

A su alrededor, la calle se asemejaba a una marana de coches aparcados, setos y arbustos, cubos de basura y escombros. Avanzaba con la energia de un hombre mucho mas joven, con un ritmo constante, rapido, diciendose que aquello no era un sprint sino una maraton. A duras penas lograba distinguir la figura opaca de la Sombra, el cual saltaba de las tinieblas a la penumbra borrosa, esquivando los circulos de luz que arrojaban las farolas y los letreros luminosos de los comercios.

Al inicio de la carrera la Sombra le llevaba casi una manzana de ventaja, pero cuando salio de la bocacalle que daba a Ocean Drive, el viejo policia habia acortado un tercio de la misma. Oia el sonido de sus zapatillas de baloncesto contra el ladrillo rojo de la acera, y alargo un poco mas la zancada para que sus largas piernas fueran acortando la distancia con voracidad.

En la oscuridad que precede al amanecer, las calles se encontraban desiertas.

La gente joven que tanto abundaba por todas partes en Miami Beach habia desaparecido debido a sus compromisos o su frustracion, dejando los locales nocturnos en silencio y con las luces atenuadas. El habitual retumbar de musica estridente se habia evaporado. No habia coches rapidos que hicieran chirriar los neumaticos con el tipico fanfarroneo juvenil. No se oian risas ni voces enturbiadas por el alcohol. No habia grupos de gente atestando las aceras y los pasajes en busca de ligue. Era esa hora muerta de la madrugada en que el cansancio afecta incluso a los jovenes, poco antes de que la noche se retire y el alba empiece a surgir despacio por el horizonte en busca del nuevo dia.

Hasta los coches de policia y camiones de bomberos que colapsaban la calle del rabino de pronto no eran mas que algo lejano para Simon Winter. Si habia sirenas, las oia distantes, como recuerdos de la infancia.

Corria a solas, salvo por el fantasma que corria delante de el. Iba zigzagueando por Ocean Drive, dejando atras las debiles luces de los restaurantes y bares que poco antes se encontraban abarrotados de gente.

Winter respiraba hondo y oia el mar.

Estaba a su izquierda, discurriendo paralelo a la trayectoria que seguia el en pos de la Sombra. Oyo las olas imponiendo su eterno tatuaje a la costa.

Paso raudo junto al ultimo local nocturno y se interno entre enormes rascacielos, bloques monumentales que impedian ver la playa y el mar. Comenzo a sentir un flato en un costado, pero hizo caso omiso y siguio corriendo, centrado en el constante golpeteo de sus pisadas, con los ojos fijos en el hombre que corria alla delante y que ahora habia adoptado tambien un ritmo regular.

«Lo voy a machacar a fuerza de hacerlo correr -penso Winter-. Voy a perseguirlo hasta que caiga de rodillas agotado y sin resuello. Y entonces sera mio, porque soy mas fuerte que el.»

Se mordio el labio y dejo escapar el aire de los pulmones con un fuerte jadeo.

Habia otros dolores menores que pugnaban por abrirse paso -una ampolla que le habia salido en el pie, un dolor sordo en la pierna-, pero no les hizo caso e intento negociar: «Si no me causas un calambre, musculo de la pantorrilla, te sumergire en agua tibia durante largo rato, lo cual te gustara mucho y te restablecera. Asi que te prometo una cosa: concedeme esta carrera y te recompensare con creces, pero no me causes un calambre ahora.» Y mientras se lo decia, el dolor parecio ceder y recupero ligeramente el ritmo, deseoso de derrotar a la figura que corria por delante de el.

La Sombra ya no zigzagueaba de una sombra a otra sino que ahora avanzaba en linea recta, agitando los brazos, como empenado solo en poner mayor distancia entre el y su perseguidor.

Aquello infundio nuevos animos a Winter y un poco mas de brio. Penso: «Quizas ahora, por fin, despues de tantos anos, tu tambien llegues a saber el miedo que se siente cuando alguien te pisa los talones de forma implacable. Quizas ahora sepas lo que sintieron tantas personas. ?Es duro, a que si, querer esconderse pero no tener tiempo, y que el hombre que te persigue se te vaya acercando metro a metro…? Ahora estas sintiendo panico por primera vez. Pues espero que te duela.»

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