Theo era divertido, aunque no caia muy simpatico. Jimmy caia muy bien, pero no era especialmente divertido. Lo ultimo que la gente se habria podido imaginar es que esos dos se hicieran amigos. Pero ahi estaban: Theo observaba la espalda de Jimmy con mucha atencion por si en cualquier momento perdia el equilibrio y hacia falta sostenerle, y asi evitar que se diera de bruces en el suelo; de vez en cuando, Jimmy se detenia para decir algo al descomunal nervio que Theo tenia por oreja antes de seguir avanzando entre la multitud. Amigos Intimos, decia la gente. Eso es lo que parecian, amigos Intimos.

Como ya se acercaba el mediodia, de hecho, eran las once, la mayoria de la gente que pasaba por la casa llevaba bebidas alcoholicas en vez de cafe, y carne en lugar de dulces. Cuando el frigorifico estuvo lleno, Jimmy y Theo Savage se fueron a buscar mas neveras y mas hielo al piso de la tercera planta, el que Val compartia con Chuck, Kevin, y la mujer de Nick, Elaine; esta vestia de negro, bien porque se considerara viuda hasta que Nick saliera de la carcel, o porque, segun decian algunos, simplemente le gustaba el color negro.

Theo y Jimmy encontraron dos neveras en la despensa de al lado de la secadora y varias bolsas de hielo en el congelador. Llenaron las neveras, tiraron las bolsas de plastico a la basura, y cuando ya estaban saliendo de la cocina Theo exclamo:

– ?Eh, espera un momento, Jim! Jimmy miro a su suegro.

Theo, senalando una silla, le indico: -Sientate.

Jimmy coloco la nevera junto a la silla, se sento y espero a que Theo iniciara la conversacion. Theo Savage habia criado a siete hijos en aquel mismo piso, un pequeno piso de tres habitaciones con suelos inclinados y ruidosas tuberias. Una vez, Theo conto a Jimmy que se imaginaba que eso queria decir que nunca mas tendria que disculparse por nada en lo que le quedaba de vida. «Siete hijos -le habia dicho a Jimmy-, con solo dos anos de diferencia entre ellos, gritando a todo pulmon en ese piso de mierda. La gente solia hablar de los encantos de la paternidad. Pero cuando yo llegaba a casa del trabajo y oia todo ese ruido, lo unico que podia exclamar era: ?Que me los muestren, joder! Yo nunca le vi el encanto, solo tuve muchos dolores de cabeza. Muchisimos.»

Jimmy sabia por Annabeth que cuando su padre llegaba a casa para encontrarse con esos dolores de cabeza, solo se quedaba alli el rato que tardaba en comerse la cena; luego se marchaba de nuevo. y Theo habia contado a Jimmy que nunca habia perdido muchas horas de sueno por criar a sus hijos. Casi todos habian sido chicos y, segun Theo, los chicos eran muy faciles de criar; si uno les daba de comer, les ensenaba a pelear y a jugar a pelota, lo demas venia solo. Todos los mimos que necesitaban los obtenian de su madre, y solo buscaban a su padre cuando necesitaban dinero para comprarse un coche o que alguien les pagara la fianza. Era a las hijas a las que uno acababa malcriando, habia dicho a Jimmy.

– ?Es asi como lo define? -pregunto Annabeth cuando Jimmy se lo conto.

A Jimmy no le habria importado que tipo de padre habia sido Theo si este no aprovechara cualquier oportunidad para echarles en cara, a el y a Annabeth, lo mal que lo hacian como padres, mientras les decia con una sonrisa y sin ningun animo de ofender, faltaria mas, que el no permitiria que un hijo suyo siempre se saliera con la suya.

Jimmy a menudo asentia, le daba las gracias y lo pasaba por alto. En aquel momento, mientras Theo se sentaba en una silla delante de el y miraba hacia el suelo, Jimmy descubria de nuevo ese brillo de hombre sabio en sus ojos. Al oir el clamor de pies y de voces procedentes del piso de abajo, le dedico una triste sonrisa y dijo:

– Parece ser que solo ves a tu familia y a tus amigos en las bodas y en los velatorios. ?No es asi, Jim?

– Asi es -respondio Jimmy, intentando liberarse aun de la sensacion que lo acompanaba desde las cuatro de la tarde del dia anterior; la sensacion de que su verdadero ser se cernia por encima de su cuerpo, flotando por el aire con movimientos algo freneticos, intentando encontrar un camino de vuelta a su propia piel antes de que se cansara de todo ese aleteo, y cayera, como una piedra, dentro del negruzco centro de la tierra.

Theo apoyo las manos sobre sus rodillas y se quedo mirando a Jimmy hasta que este alzo la cabeza y le miro a los ojos.

– ? Como lo llevas por el momento? Jimmy se encogio de hombros y respondio:

– Aun no me lo acabo de creer.

– Cuando lo hagas, sera muy doloroso, Jim.

– Ya me lo imagino.

– Muchisimo. Yate lo aseguro yo.

Jimmy volvio a encogerse de hombros y sintio como cierto indicio de emocion, ? de ira, tal vez?, brotaba desde la mismisima boca de su estomago. Eso era precisamente lo que mas necesitaba en ese momento: que Theo Savage le hiciera un discurso apasionado sobre el dolor. ?Mierda!

Theo, inclinandose hacia delante, prosiguio:

– Cuando se murio mi Janey, y que Dios la bendiga, Jim, tarde seis meses en recuperarme. Mi hermosa mujer estaba aqui y, de repente, al dia siguiente habia desaparecido -hizo castanetear sus gruesos dedos-. Ese dia Dios gano a un angel y yo perdi a una santa. Pero, gracias a Dios, los hijos ya eran mayores. Lo que te quiero decir es que pude pasarme seis meses llorando su perdida. Me pude permitir ese lujo. Sin embargo, Jim, tu no puedes.

Theo se recosto en la silla y Jimmy volvio a notar esa sensacion de burbujeo. Hacia mas de diez anos que Janey Savage habia muerto, y Theo le habia dado a la botella durante mucho mas de seis meses. Mas bien fueron dos anos. Le habia dado a la bebida casi toda la vida, pero cuando Janey murio, aun bebio mucho mas. Cuando Janey vivia, le habia prestado la misma atencion que a un trozo de pan seco.

Jimmy aguantaba a Theo porque no le quedaba mas remedio; despues de todo, era el padre de su mujer. Visto desde fuera, seguro que parecian amigos. Tal vez Theo pensara que lo fueran. Y la edad habia enternecido a Theo hasta tal extremo que amaba a su hija abiertamente y malcriaba a sus nietos. Sin embargo, una cosa era no juzgar a un tipo por sus pecados pasados, y otra muy diferente era tener que aguantar sus canse] os.

– ?Entiendes lo que te quiero decir? -le pregunto Theo-. Asegurate de que tu dolor no se convierta en indulgencia, Jim, y de que no te haga abandonar tus responsabilidades familiares.

– Mis responsabilidades familiares -repitio Jimmy.

– Si, debes cuidar de mi hija y de esas pequenas ninas. En este momento deben ser lo mas importante para ti.

– jAja! -contesto Jimmy-. ?Que te ha hecho pensar que iba a olvidarme, Theo?

– No he dicho que fueras a hacerlo, sino que podria pasarte. Eso es todo.

Jimmy observo la rotula izquierda de Theo e, imaginandose que estallaba en un bano de sangre, dijo: - Theo.

– Si, Jim.

Jimmy vio como la otra rotula saltaba por los aires y, dirigiendo la mirada hacia los codos, le pregunto:

– ?No crees que podriamos haber mantenido esta conversacion un poco mas adelante?

– Es mucho mejor tenerla ahora.

Theo se rio con su caracteristica estridencia, aunque con cierto aire de advertencia.

– ?Manana, por ejemplo? -Jimmy aparto la vista de los codos de Theo y la alzo hasta sus ojos-. ?No crees que manana habria estado bien, Theo?

– ?Que te acabo de decir, Jimmy? -Theo se estaba enfadando. Era un hombre corpulento de temperamento violento; Jimmy era consciente de que eso asustaba a mucha gente, veia el miedo en los rostros de la calle, pero el se habia acostumbrado a ello y lo habia confundido por respeto-o Tal y como yo lo veo, no existe el momento ideal para mantener esta conversacion, ?no crees? Por lo tanto, he pensado que cuanto antes la tuvieramos, mejor.

– Claro -asintio Jimmy-. Como has dicho antes, mucho mejor tenerla ahora, ? no es asi?

– Asi es. Buen chico. -Theo le dio una palmadita en la rodilla y se puso en pie-o Lo superaras, Jimmy. Saldras adelante. Sera muy doloroso, pero lo conseguiras. Porque eres un hombre de verdad. El dia de vuestra boda dije a Annabeth: «Carino, te llevas a un autentico hombre de la vieja escuela. Un tipo perfecto. Un campeon. Un tipo que…»

– Como si la hubieran puesto en una bolsa -dijo Jimmy.

– ? Como dices?

Theo se lo quedo mirando.

– Esa es la sensacion que tuve ayer por la noche cuando identifique a Katie en el deposito de cadaveres. Como si alguien la hubiera metido en una bolsa y la hubieran golpeado con un tubo de metal.

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