– Ella y una amiga suya se pusieron a bailar encima de la barra.
– Iban bastante borrachas, ?no es verdad? -pregunto el policia.
– Si, pero…
– Pero ?que?
– Era una borrachera inofensiva. Bailaban, pero no se estaban quitando la ropa ni nada de eso. No se, supongo que con diecinueve anos… ?Entienden lo que les quiero decir?
– El hecho de que tuvieran diecinueve anos y que les sirvieran en un bar implica que ese bar pierde el permiso de vender bebidas alcoholicas durante una temporada -dijo el sargento Powers.
– ?Usted nunca lo hizo?
– ?El que?
– ?Beber antes de los veintiuno?
El sargento Powers sonrio, y la sonrisa se quedo grabada en el cerebro de Dave de la misma forma que lo habian hecho sus ojos, como si cada milimetro de aquel tipo le estuviera escudrinando.
– ?A que hora cree que se marcho del McGills, senor Boyle?
Dave se encogio de hombros y respondio:
– A eso de la una.
El sargento Powers lo apunto en la libreta que sostenia encima de las rodillas.
Dave miro a Sean.
– Solo intentamos poner los puntos sobre las ies, Dave -aclaro Sean-. Estabas con Stanley Kemp, ?no es asi? ?Stanley
– Asi es.
– A proposito, ?como esta? Me han dicho que su hijo contrajo alguna especie de cancer.
– Leucemia -contesto Dave-. Hara un par de anos. Murio a los cuatro anos de edad.
– ?Que horror! -exclamo Sean-. ?Mierda! ?Nunca se sabe! Es como si en un momento dado todo fuera viento en popa, y un minuto despues, al doblar la esquina, uno pudiera contraer una extrana enfermedad en el pecho y morir cinco meses despues. ?Este mundo en el que vivimos!
– ?Este mundo! -asintio Dave-. Sin embargo, Stan esta bien, teniendo en cuenta las circunstancias. Tiene un buen trabajo en Edison. Y sigue jugando al
– ?Aun sigue siendo tan malo jugando al ajedrez?
Sean solto una risita.
– ?Y mira que llega a darle a los codos! -exclamo Dave con una risa sofocada.
– ?A que hora dirias que las chicas se marcharon del bar? -le pregunto Sean, con los ecos de su risa resonando aun en al aire.
– No lo se -contesto Dave-. Estaba finalizando el partido de los Sox.
– ?Por que Sean le habia hecho esa pregunta en aquel preciso momento? Podria habersela hecho de buen principio, pero habia intentado tranquilizarle con toda la charla de Stanley
– Y el partido acabo muy tarde -anadio Sean-. En California.
– ?Eh? Si, a las once menos veinticinco aproximadamente. Diria que las chicas se marcharon unos quince minutos antes de que yo lo hiciera.
– Digamos que alla a la una menos cuarto -dijo el otro policia.
– Si, creo que si.
– ?Tiene alguna idea de adonde pensaban ir?
Dave nego con la cabeza y contesto:
– Ya no las volvi a ver.
– ?Esta seguro?
El boligrafo del sargento Powers permanecia inmovil por encima de la libreta que tenia apoyada en las rodillas.
Dave hizo un gesto de asentimiento y respondio:
– Del todo.
El sargento Powers garabateo algo en su libreta; el boligrafo aranaba el papel como si fuera una pequena zarpa.
Dave, ?recuerdas haber visto a un tipo lanzando las llaves a otro?
– ?Que?
– A un tipo -repitio Sean, hojeando su propia libreta- llamado, ch…Joe Crosby. Sus amigos intentaron cogerle las llaves del coche. Se las lanzo a uno de ellos. Muy cabreado, ?sabes? ?Estabas alli cuando eso sucedio?
– No, ?Por que?
– Me parece una historia divertida -afirmo Sean-. Un tipo que intenta que no le quiten las llaves y va y se las tira a uno de ellos. Logica propia de borracho, ?no crees?
– Supongo.
– ?No notaste nada raro esa noche?
– ?Que quieres decir?
– Pues, no se, ?habia alguien en el bar que no mirara a las chicas con simpatia? Ya sabes a los tipos que me refiero: a esos que miran a las chicas jovenes con una especie de odio oscuro, que aun siguen cabreados por haberse quedado en casa el dia del baile del instituto, y que quince anos despues, se dan cuenta de que su vida sigue siendo una mierda. Esos que miran a las mujeres como si tuvieran la culpa de todo. ?Sabes a que tipo de hombres me refiero?
– Si, claro. He conocido a unos cuantos.
– ?Esa noche viste a algun tipo asi en el bar?
– No. De todas maneras, casi todo el rato estuve mirando el partido, Sean. Hasta que las chicas no se subieron encima de la barra, ni siquiera me habia percatado de que estaban alli.
Sean hizo un gesto de asentimiento.
– ?Un buen partido! -exclamo el sargento Powers.
– Bien -anadio Dave-, contaban con Pedro. Si no llega a ser por su lanzamiento en el octavo, el equipo contrario se hubiera hecho con la pelota para el resto del partido,
– ?Asi es! ?Realmente se merece el sueldo que gana!
– Es el mejor jugador del momento.
El sargento Powers se volvio hacia Sean y ambos se pusieron en pie a la vez.
– ?Hemos acabado?
– Si, senor Boyle. -Estrecho la mano de Dave-. Gracias por su colaboracion, senor.
– Encantado de haberles podido ayudar.
– ?Mierda! -exclamo el sargento Powers-. He olvidado preguntarle algo. ?Adonde fue al salir del McGills, senor?
Las palabras le salieron de la boca antes de que pudiera detenerlas:
– Volvi aqui.
– ?A casa?
– Si.
Dave mantuvo la mirada fija y la voz firme.
El sargento Powers abrio la libreta de nuevo y apunto: «En casa alrdedord de la una y cuarto». Se volvio hacia Dave mientras lo anotaba.
– ?Correcto?
– Si, si, mas o menos.
– De acuerdo, senor Boyle. Gracias una vez mas.
El sargento Powers se encamino hacia las escaleras, pero Sean se detuvo junto a la puerta y le dijo:
– Me ha encantado volver a verte, Dave.
– A mi tambien -respondio Dave, intentando recordar que era lo que le desagradaba tanto de Sean cuando eran ninos; sin embargo, fue incapaz de conseguir una respuesta.