– Si, bien, no permitas que…

– Ni siguiera hubiera podido ver de la raza que era, Theo. Podria haber sido negra, podria haber sido puertorriquena, como su madre. Podria haber sido arabe. Sin embargo, no parecia blanca -Jimmy se contemplo las manos, entrelazadas entre las rodillas, y se percato de unas manchas en el suelo de la cocina, una de color marron, de mostaza' junto a su pie izquierdo, junto a la pata de la mesa-. Janey murio mientras dormia, Theo. Con el debido respeto y todo eso, pero es asi. Se fue a dormir y nunca se desperto. De forma tranquila.

– No es necesario hablar de Janey, ?de acuerdo?

– Sin embargo, a mi hija la han asesinado. No es lo mismo.

Durante un momento, la cocina estuvo en silencio; en realidad, zumbaba de silencio, de ese modo peculiar en que suena un piso vacio cuando el de abajo esta abarrotado de gente, y Jimmy se preguntaba si Theo seria lo bastante estupido para continuar hablando. «Venga, Theo, di alguna tonteria. Tengo el estado de animo perfecto para eso, como si necesitara librarme de esa sensacion de burbujeo y pasarsela a cualquier otra persona.»

– Mira, lo comprendo -dijo Theo, y Jimmy dejo escapar un suspiro por la nariz-. Lo comprendo, Jim, pero no hace falta que…

– ?Que? -pregunto Jimmy-. No hace falta que ?que? Alguien apunto a mi hija con una pistola y le hizo saltar la cabeza por los aires, y tu te quieres asegurar de que, ?de que?, de que no olvide mis responsabilidades familiares. Dime, por favor. ?Te he entendido bien? ?Que quieres? ? Seguir aqui jugando al gran patriarca?

Theo bajo los ojos, respiro profundamente por la nariz y, con ambos punos apretados y flexionados, exclamo:

– ?No creo que me merezca esto!

Jimmy se puso en pie y volvio a dejar la silla junto a la mesa de la cocina. Levanto una nevera del suelo, miro hacia la puerta y sugirio: -?Podemos volver al piso de abajo, Theo?

– Claro -respondio Theo. Dejo la silla donde estaba y levanto otra nevera del suelo-. De acuerdo, de acuerdo. Ha sido una mala idea intentar hablar contigo precisamente esta misma manana. Aun no estas preparado, pero…

– Theo. Dejalo. ?Que te parece si ya no dices nada mas? ?De acuerdo? Jimmy cogio la nevera y empezo a bajar por las escaleras. Se pregunto si habria herido los sentimientos de Theo, pero se dio cuenta de que, realmente, le importaba una mierda si lo habia hecho. ?Que se jodiera! Seguro que en ese momento ya le habian empezado a practicar la autopsia a Katie. Jimmy todavia podia oler su cuna, pero en la sala del forense ya estarian disponiendo los escalpelos y los extensores del torax, y accionando las sierras para cortarle los huesos.

Mas tarde, cuando todo estaba mas tranquilo, Jimmy salio al porche trasero y se sento bajo la ropa que ondeaba. Desde el sabado por la tarde, de las cuerdas de tender extendidas a lo largo del porche. Se sento alli al calor del sol, mientras un mono vaquero de Nadine se balanceaba a un lado y otro de su cabeza. Annabeth y las chicas habian llorado toda la noche, habian llenado la casa con sus llantos, y Jimmy penso que se les uniria en cualquier momento. Sin embargo, no lo hizo. Habia gritado en la colina cuando la mirada de Sean Devine le habia indicado que su hija estaba muerta. Grito hasta quedarse afonico. Pero aparte de eso, habia sido incapaz de expresar ningun otro sentimiento. Asi pues, se sento en el porche, deseando que le llegaran las lagrimas.

Se torturo a si mismo con imagenes de Ka tie cuando era un bebe, de Katie al otro lado de la mesa descascarillada de Deer Island, de Katie llorando como una loca porque un dia, seis meses despues de que el saliera de la carcel, queria dormir en sus brazos, mientras le preguntaba cuando iba a regresar su madre. Vio a la pequena Katie dando agudos gritos en la banera, y a una Katie de ocho anos regresando a casa de la escuela con su bicicleta. Vio a Katie sonriendo, a Katie haciendo pucheros, a Katie haciendo muecas de ira y de confusion mientras el la ayudaba a resolver una division muy larga sobre la mesa de la cocina. Vio a una Katie mayor sentada en el columpio de la parte trasera con Diane y Eve, ganduleando en un dia de verano, todas ellas desgarbadas por la inminente adolescencia de los hierros correctores de los dientes, y de unas piernas que crecian tanto y a tal velocidad que nadie podia alcanzarla. Vio a Katie tumbada boca abajo en la cama y a Sara y Nadine subidas encima de ella. La vio con el vestido del baile de graduacion del instituto. La vio sentada junto a el en el Grand Marquis, con la barbilla temblorosa, mientras se alejaba del bordillo el primer dia que el le habia ensenado a conducir. La vio gritando y caprichosa durante la adolescencia y, con todo, esas imagenes le parecieron de lo mas entranables y le cautivaron.

La veia, la veia y la veia, pero era incapaz de llorar.

«Ya lloraras -le susurro una voz tranquila en su interior-. Ahora estas en estado de shock.»

«Sin embargo, ese estado ya se me esta pasando -le respondio a la voz interna-. Ha comenzado a hacerlo en el preciso momento en que Theo ha empezado a importunarme en el piso de abajo.»

«Y una vez que se te pase, seras capaz de sentir.»

«Ya siento algo.»

«El dolor -dijo la voz-. La pena.»

«No es ni dolor ni pena; es rabia.»

«Tambien la sentiras, pero conseguiras dominarla.»

«No quiero dominarla.»

16. YO TAMBIEN ESTOY ENCANTADO DE VOLVER A VERTE

Dave volvia de buscar a su hijo Michael del colegio cuando doblaron la esquina y vieron a Sean Devine y a otro tipo apoyados en el maletero de un sedan negro que estaba aparcado delante de la casa de los Boyle. El coche negro llevaba matricula oficial y suficientes antenas adheridas al maletero para poder establecer conexion con Venus; Dave, a catorce metros de distancia, supo con una sola mirada que el companero de Sean, al igual que este, era un poli. Tenia esa barbilla ligeramente prominente tan propia de los policias, y una forma de apoyarse sobre los talones mientras se echaba ligeramente hacia delante que tambien era caracteristica de los policias. Y si todo eso no bastaba para delatarle, el corte de pelo de infante de marina en un tipo de cuarenta y pocos anos junto con las gafas de sol de aviador con montura dorada eran mas que suficiente para ponerle en evidencia.

Dave tenso la mano con la que cogia a Michael, y tuvo la misma sensacion en el pecho que si alguien hubiera puesto en remojo un cuchillo en agua helada y despues le hubiera colocado el filo contra los pulmones. Estuvo a punto de detenerse, ya que sus pies se esforzaban en quedarse inmoviles sobre la acera, pero algo le hizo seguir avanzando, con la esperanza de dar una apariencia normal y espontanea. Sean volvio la cabeza hacia el, en un principio con ojos despreocupados e inexpresivos, que luego se estrecharon al reconocer a Dave y cruzarse sus miradas.

Ambos hombres sonrieron a la vez: Dave con la mejor de sus sonrisas y Sean, con una gran sonrisa. Dave se sorprendio al ver que el rostro de Sean pareciera expresar que estaba contento de verdad de volver a verle.

– Dave Boyle -dijo Sean, apartandose del coche con la mano extendida-. ?Cuanto tiempo!

Dave le estrecho la mano y se sorprendio de nuevo al ver que Sean le daba una palmada en el hombro.

– Desde aquella vez que nos vimos en el Tap -afirmo Dave-. ?Cuanto hace de eso, seis anos?

– Si, mas o menos. ?Tienes muy buen aspecto, hombre! -

– ?Como te van las cosas, Sean?

Dave sentia una sensacion de afecto que le recorria el cuerpo y que su cerebro le decia que debia evitar.

Pero ?por que? ?Quedaba tan poca gente de los viejos tiempos! Y no solo eran los antiguos cliches (carcel, drogas o policias) los que se los habian llevado. Las afueras, al igual que otros estados, tambien habian traido a una buena cantidad de ellos; el aliciente de encajar con el resto de la humanidad, de convertirse en un gran pais de jugadores de golf, de asiduos a los centros comerciales y de propietarios de pequenos negocios con mujeres rubias y grandes pantallas de television.

No, la verdad es que no quedaban muchos. Dave sintio una pizca de orgullo, de felicidad y de extrana afliccion mientras le daba la mano a Sean y recordaba aquel dia en el anden del metro en el que Jimmy habia saltado a los railes del tren, y los sabados en general, aquella epoca en la que sentian que todo era posible.

– Muy bien -respondio Sean y, aunque lo dijo con conviccion, Dave se percato de que algo diminuto le malograba la sonrisa-. ?Y este quien es?

Sean se agacho junto a Michael.

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