– Al jefe de los chicos de la calle Rester, Jimmy Marcus.

Whitey se volvio hacia Sean, con una ceja alzada.

– Eso sucedio despues del atraco del metro, ?no es verdad?

– ?A que atraco se refiere? -pregunto Whitey.

– Al atraco por el que Jimmy cumplio condena -contesto Sean.

Burden asintio y anadio:

– Marcus y otro tipo atracaron las oficinas de la Asociacion de Transporte Metropolitano de Boston un viernes por la noche. Fue visto y no visto. Sabian a que hora cambiaban de turno los guardas de seguridad. Sabian a que hora exacta metian el dinero en bolsas. Pusieron a dos tipos en la calle para que detuvieran la camioneta que iba a recoger el dinero. Lo hicieron con gran rapidez, y con todo lo que sabian es evidente que tenian un complice dentro, o como minimo conocian a alguien que hubiera trabajado alli con anterioridad.

– Ray Harris -anadio Whitey.

– Si. A nosotros nos dio el nombre de Stillson, y al Departamento de Policia de Boston, los chicos de la calle Rester.

– ?Delato a toda la banda?

Burden nego con la cabeza y respondio:

– No, solo a Marcus, pero el era el cerebro. Si te cortan la cabeza, el cuerpo muere, ?no es verdad? La Policia de Boston lo pillo cuando salia de un almacen la manana del desfile de San Patricio, el mismo dia que iban a repartirse el botin; asi pues, Marcus llevaba una maleta llena de dinero en la mano.

– ?Un momento! -exclamo Sean-. ?Harris testifico en sesion publica?

– No. Marcus llego a un acuerdo mucho antes de ir a juicio. Se nego a dar los nombres de la gente que trabajaba para el y asumio todas las consecuencias, a sabiendas de que no podian probar casi nada. Entonces debia de tener unos diecinueve o veinte anos. Habia sido el cabecilla de la banda desde los diecisiete y nunca le habian arrestado. El fiscal del distrito hizo un trato con el y lo condeno a dos anos de prision y a tres anos de libertad condicional, porque sabia que era muy probable que no pudieran condenarle en sesion publica. Parece ser que los de la Unidad contra el Delito Organizado estaban muy cabreados, pero ?que podian hacer?

– Entonces Jimmy Marcus nunca se entero de que Ray Harris fue el que le delato.

Burden volvio a apartar la mirada del calendario, y miro a Sean con aquellos ojos apagados y con una ligera expresion de desprecio.

– En un periodo de tres anos, Marcus habia dirigido mas de dieciseis atracos de importancia. Una vez, incluso atraco doce joyerias a la vez en la Lonja de Joyeros de la calle Washington. Ni siquiera ahora hemos conseguido averiguar como cono lo hizo. Tuvo que burlar veinte alarmas diferentes: las alarmas de las lineas telefonicas, las de las antenas por satelite, las de los moviles, eso teniendo en cuenta que en aquella epoca era una tecnologia totalmente nueva. Ademas, solo tenia dieciocho anos. ?Se lo pueden creer? A esa edad era capaz de descifrar codigos de alarmas que ni siquiera los profesionales de cuarenta podian descifrar. ?Se acuerdan del atraco a Keldar Technics? El y su banda entraron por el tejado, interfirieron las frecuencias del Cuerpo de Bomberos, y despues accionaron el sistema de riego por aspersion. Supusimos que permanecieron colgados del techo hasta que el sistema de riego causo un cortocircuito con los detectores de movimiento. El tipo ese era un genio. Si en vez de trabajar para el mismo trabajara para la NASA, podria llevarse a su mujer y a sus hijos de vacaciones a Pluton. ?Creen que un tipo asi de listo era incapaz de averiguar quien le delato? Ray Harris desaparecio de la capa de la tierra dos meses despues de que Marcus saliera de la carcel. ?Que les sugiere?

– A mi me sugiere que usted cree que Jimmy Marcus mato a Ray Harris -contesto Sean.

– O eso o encargo al enano ese de Val Savage que lo hiciera por el. Mire, llame a Ed Folan, del Distrito 7. Ahora es el capitan de ese distrito, pero antes trabajaba en la Unidad contra el Delito Organizado. Se lo puede contar todo sobre Marcus y Ray Harris. Cualquier poli que trabajase en East Bucky en los ochenta le dira lo mismo. Si Jimmy Marcus no mato a Ray Harris, yo sere el proximo papa judio. -Aparto el calendario con el dedo, se puso en pie, y se subio los pantalones de un tiron-. Tengo que ir a comer. ?Tomenselo con calma, colegas!

Atraveso la sala, balanceando la cabeza mientras lo observaba todo, quiza el escritorio en el que solia trabajar, el tablon en que anotaban sus casos junto a los de todos los demas, la persona que habia sido en esa sala antes de volverse «ausente sin permiso» y de acabar en la Oficina de Objetos Perdidos, rezando para que llegara el dia en que pudiera fichar por ultima vez e irse a alguna parte donde nadie recordara quien podia haber llegado a ser.

– ?Papa Marshall el Perdido? -dijo Whitey, volviendose a Sean.

Cuanto mas rato llevaba sentado en aquel sillon desvencijado de esa fria habitacion, mas convencido estaba de que no era resaca lo que tenia, sino tan solo la continuacion de la borrachera de la noche pasada. La verdadera resaca solia empezar alrededor del mediodia, y avanzaba poco a poco por su interior cual grupo de termitas, apoderandose de su sangre y de su circulacion sanguinea, apretandole el corazon y destrozandole el cerebro. La boca se le secaba y el sudor le mojaba el pelo, y de repente podia olerse a si mismo a medida que el alcohol empezaba a supurarle por los poros. Las piernas y los brazos se le llenaban de barro. Le dolia el pecho. Y una suave pelusilla le bajaba por el craneo y se le instalaba tras los ojos.

Ya no se sentia valiente. Ya no se sentia fuerte. La claridad que tan solo dos horas antes le habia parecido que iba a durar para siempre, habia abandonado su cuerpo, salio de la sala y se fue calle abajo, para ser reemplazada por un miedo atroz que jamas habia sentido. Estaba convencido de que iba a morir pronto y de forma desagradable. Tal vez muriera en esa misma silla y se golpeara la nuca contra el suelo mientras todo su cuerpo se estremecia por las convulsiones, con los ojos inyectados en sangre, y se tragaria la lengua tan profundamente que nadie podria volver a sacarsela. Quiza muriera de un infarto de miocardio, pues el corazon ya empezaba a retumbarle en el pecho, como una rata en una caja metalica. O a lo mejor, cuando le permitieran salir de alli, si es que alguna vez lo hacian, saldria a la calle, oiria un bocinazo a su lado, caeria redondo boca arriba, y los neumaticos de gruesos dibujos de un autobus le pasarian por encima de las mejillas y seguirian rodando.

?Donde estaba Celeste? ?Se habria enterado de que le habian pillado y que le habian llevado hasta alli? Si asi fuera, ?le importaria? ?Y que habia de Michael? ?Echaria de menos a su padre? Lo peor de estar muerto era que Celeste y Michael seguirian con vida. Si, seguro que les doleria un poco al principio, pero luego lo superarian y empezarian una nueva vida, pues eso era precisamente lo que hacia la gente cada dia. Solo en las peliculas la gente se consumia pensando en los muertos, y sus vidas se paralizaban como relojes averiados. En la vida real, la muerte era algo rutinario, un evento que todo el mundo podia olvidar, a excepcion de uno mismo.

Dave a menudo se preguntaba si los muertos podian contemplar a los que habian dejado atras y si lloraban al ver la facilidad con la que la gente que habian amado seguia con su vida. Como el hijo de Stanley el Gigante, Eugene. ?Estaria en algun lugar etereo con su cabecita calva y su bata blanca de hospital, observando como su padre se reia en un bar, y pensando: «?Eh, papa! ?Te acuerdas de mi? Antes estaba vivo».

Michael tendria otro padre, y tal vez fuera a la universidad y contara a alguna chica cosas sobre el padre que le habia ensenado a jugar al beisbol, aquel que apenas recordaba. Sucedio hace tanto tiempo, le diria. Ha pasado tanto tiempo…

No habia ninguna duda de que Celeste era lo bastante atractiva para conseguir otro hombre. Acabaria haciendolo. Contaria a sus amigas que la soledad la afectaba demasiado, que era un buen hombre y que trataba bien a Michael. Sus amigas traicionarian el recuerdo de Dave en un abrir y cerrar de ojos. «Estupendo, carino -le dirian-. Es lo mejor que puedes hacer. Tienes que volver a subirte al tren y continuar viviendo.»

Dave estaria alla arriba con Eugene, y los dos les observarian, proclamando su amor con voces que ninguno de los vivos llegaria a oir.

?Santo cielo! Dave deseaba acurrucarse en un rincon y abrazarse a si mismo. Se estaba desmoronando. Sabia que si aquellos polis regresaban en ese momento, no lo soportaria. Estaba dispuesto a contarles cualquier cosa que desearan oir, con tal que fueran afectuosos con el y le llevaran otro Sprite.

Entonces se abrio la puerta de la Sala de Interrogatorios ante Dave y su miedo y su necesidad de calor humano, y el agente que entro vestido de uniforme era joven, parecia fuerte y tenia la tipica mirada de policia, impersonal e imperiosa a un tiempo.

– Senor Boyle, haga el favor de acompanarme.

Dave se puso en pie y se dirigio hacia la puerta, las manos le temblaban ligeramente por el alcohol que

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