— Si quieres, pidelo.

— Leguerier ha recibido centenares de estas peticiones y se ha visto obligado a rechazarlas todas. Es limitada la capacidad del satelite-observatorio, y fuera de el, en Mermes no hay donde instalarse. No queda entonces mas que envidiar a los siete participantes — respondio Sinitsin.

Llego el dia del vuelo.

Se reunieron centenares de personas para despedir a las naves de la escuadrilla auxiliar que despegarian del cohetodromo en los Pirineos. A pesar de que los vuelos cosmicos ya eran una costumbre y no provocaban una curiosidad especial, sin embargo era particularmente extraordinario el objetivo de la expedicion que dirigia Viktor Muratov.

Hermes era un pequeno asteroide que no tenia nada de particular, pero por primera vez en la historia las personas se preparaban para cambiar a su gusto la orbita de un cuerpo estelar, a obligarle a salir del eterno camino trazado por la naturaleza y recorrer otro que fuera necesario para la ciencia terrestre.

El audaz proyecto de Leguerier era el umbral del tiempo ya proximo en el que la poderosa mano del hombre se iba a inmiscuir en el orden cosmico del Sistema solar, orden que por muchas cosas no satisfacia a las personas de la Tierra. El exito de la tarea de Muratov marcaria el comienzo de una nueva era en la historia de la humanidad, era de la transformacion no solo de su planeta, sino tambien de todo el espacio que lo rodeaba, comienzo de un grandioso trabajo, cuyo fin se perdia en la lejania nebulosa de los siglos.

La historia conoce muchos de hechos que se hicieron famosos por haber sido la primera vez que se entraba en lo desconocido: la expedicion de Colon, la navegacion de Magallanes, el primer intento de llegar al Polo Norte, el vuelo de Yuri Gagarin, la primera expedicion a la Luna, y despues a todos los planetas. Y cada uno de estos dias esta escrito en la historia con letras de oro.

La expedicion de Muratov de por si no representaba nada extraordinario: las personas muchas veces habian visitado otros cuerpos estelares. Su importancia historica consistia precisamente en que era el comienzo, en que era la colocacion de la primera piedra del trabajo gigantesco para reconstruir la «Gran Casa» de las personas de la Tierra: el sistema solar.

Por esto no tenia nada de asombroso que esta expedicion ocupara la mayor atencion de todos los pueblos del globo terraqueo.

A Muratov le despidieron solo dos personas: Serguei y Marina. Viktor hacia un ano que no habia visto a su hermana menor y su llegada a la peninsula Iberica fue para el una sorpresa agradable.

Marina transmitio a su hermano los deseos de que realizara con exito la expedicion de parte de los familiares que no habian podido venir a despedirle.

— Papa ha pedido — dijo ella — que no te olvides de recoger muestras del terreno de Hermes para su coleccion.

— ?Como me puedo olvidar de esto! — dijo Muratov sonriendose.

El viejo Muratov fue un conocido geologo. Ya en los dias de la juventud, en la epoca de los primeros vuelos del hombre a los planetas del sistema solar, comenzo a reunir una coleccion de minerales de otros mundos, y ahora su coleccion original era casi la mejor del mundo y una joya del museo geologico de Leningrado.

— Yo tengo grandes deseos de volar contigo — dijo Marina, mirando con interes la enorme silueta de las naves de la escuadrilla, que brillaban opacamente en el centro del gigantesco cohetodromo bajo los rayos del Sol poniente —. ?Pensar que no he estado ni una vez en el cosmos!

— ?Como? ?Y en la Luna?

— ?Bah! — La muchacha se rio despreciativamente —. ?La Luna! Esto no es el cosmos.

— ?Que cosas se oyen! — exclamo Sinitsin y se rio con toda el alma —. Ella considera que no es cosmico el vuelo a la Luna. Pronto se llegara a decir que el cosmos es solo un espacio mas alla de los limites de nuestro sistema.

— ?Donde esta Leguerier? — pregunto Marina.

— Ya hace tiempo que no se encuentra en la Tierra — contesto Viktor.

Los siete participantes del vuelo a Mermes hace dos semanas que salieron para la Luna, con el objeto de trasladarse desde esta al satelite-observatorio, y en el realizar el vuelo al asteroide cuando se acerque a la Tierra.

Mermes ya estaba cerca. Comenzaban los ultimos dias de la existencia de Hermes como un cuerpo estelar, ajeno a la Tierra y a sus habitantes. De ahora en adelante se convertiria en un observatorio volante, en una filial cosmica del instituto astronomico, en una astronave enorme por sus dimensiones que se moveria en el espacio segun el deseo de las personas.

Resono en el campo el ulular alargado de una sirena.

— ?Ya ha llegado la hora! — dijo Muratov —. ?Adios! Si tu — dijo dirigiendose a su hermana — me hubieras antes manifestado tu deseo te habria llevado conmigo.

— ?Que le vamos a hacer! — Marina beso a su hermano —. Ahora me da lo mismo, de todas las maneras no tengo tiempo.

— Recuerdo bien tus palabras de que no te gusta volar al cosmos — dijo Sinitsin al despedirse de su amigo —. Sera interesante lo que digas cuando regreses.

— Puedes estar seguro de que dire lo mismo.

— Lo dudo. El cosmos atrae.

En el cohetodromo resono la sirena llamando por segunda vez.

— Debera regresar dentro de dos semanas — dijo Marina, mirando fijamente al cielo en el que ya no habia nada —. Estare muy intranquila durante todo este tiempo, y no solo yo — anadio, pensando en sus padres, hermanas y hermanos —. A pesar de todo el vuelo es peligroso.

— No, no hay ningun peligro — contesto Sinitsin —. Las astronaves son seguras.

?Vamos, Marinilla! Si no, perderemos el avion.

Una vez mas miro la lejania diafana del cielo, como esperando ver las ya lejanas naves de la escuadrilla.

— Es necesario que pase tiempo, y no poco — dijo ella — para que las personas se acostumbren a las astronaves como a los aviones. Y hubo un tiempo incluso hace relativamente poco que se consideraba peligrosos a los aviones.

— ?Clavo esta! Esto siempre ocurre. Despues aparecera algo nuevo, desconocido por nosotros ahora, y entonces las personas empezaran a hablar de las astronaves como tu hablas de los aviones. Y asi por los siglos de los siglos — termino Serguei.

7

Andar era dificil. Las suelas magnetizadas de las botas se adherian fuertemente al suelo metalico, y para dar un paso tenia que realizarse un gran esfuerzo muscular. A pesar de esto no existia una completa estabilidad. Se hacia sentir la casi completa inexistencia de peso. Lo mismo que en la cubierta de un barco durante una fuerte tempestad, las personas se balanceaban al andar adoptando las posiciones mas extravagantes. Mas la inclinacion del cuerpo inconcebible en la Tierra, no conducia a la caida, aqui no habia donde caer. Hermes atraia con una fuerza insignificante. Un pequeno esfuerzo, y la persona se podia poner derecho para al cabo de un segundo comenzar una nueva «caida». Y esto se repetia sin fin.

Un andar de esta clase cansaba mas que una larguisima marcha a pie por la Tierra.

Si se quitaba el calzado la persona podia volar, y no le costaba ningun esfuerzo elevarse al punto mas alto de la cupula esferica del local del observatorio. Para esto bastaba el menor empuje. Pero el descenso, bajo la fuerza de atraccion, se realizaba de una forma tan lenta que a Viktor Muratov se le quitaron los deseos de repetirlo cuando por curiosidad probo hacer un «vuelo» de esta clase. Fue muy desagradable al verse impotente colgado en el aire sin tener ni la mas pequena posibilidad de cambiar algo.

En general a Viktor no le gustaba la estancia en Mermes, y esperaba con impaciencia el momento de la salida para el viaje de regreso. Miraba asombrado con que interes, e incluso entusiasmo, observaban sus companeros todo lo que les rodeaba, y no los llegaba a comprender. El cosmos no ejercia en el ninguna accion «atrayente» como ocurria con otros. El cuadro del firmamento le resultaba monotono y aburrido; la ingravidez

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