penosa; las condiciones de vida, pesimas. Sonriendose recordo el pronostico de Serguei. El viejo amigo se habia equivocado. Por ningun cosmos cambiaria Viktor la Tierra natal.

?Cuatro dias mas de este tormento y se encontraria en casa!

Se realizaban las ultimas observaciones de control. Mermes llevaba ya mas de cien horas haciendo el recorrido por la nueva orbita y acercandose gradualmente a Venus.

Despues alcanzaria Mercurio y comenzaria un viaje de muchos anos en la profundidad del sistema solar, hacia sus regiones perifericas hacia Pluton, el planeta mas lejano.

El cambio de la trayectoria del recorrido del asteroide se realizo en completa correspondencia con los calculos. Victor estaba orgulloso. Fueron recibidos de la Tierra numerosos radiogramas de felicitacion. Todo el planeta se alegraba por el exito conseguido.

?Se habia realizado una cosa grande y necesaria!

Hecho ya todo, se podia, con la conciencia tranquila, abandonar el incomodo cosmos, regresar a la Tierra, y ponerse a realizar un nuevo trabajo, no menos necesario e interesante. ?En la patria hay miles de cosas que hacer!

A Muratov no le intranquilizaron lo mas minimo los ultimos calculos realizados esta vez por el mismo Jean Leguerier. ?Todo estaba bien! El asteroide marchaba tal como fue calculado en la Tierra. Al llegar a Jupiter, debido a la potente fuerza de atraccion del gigante del sistema solar, se dirigiria hacia Saturno, y este a su vez, cambiaria su trayectoria encaminandolo hacia Urano. Y asi sucesivamente. Los planetas se entragarian uno a otro el asteroide-observatorio como si fuera una carrera de relevos. No habia ninguna necesidad de comprobar de nuevo. La escuadrilla auxiliar podria ya ayer haber salido para la patria.

Pero Muratov aunque estaba atormentado por la impaciencia comprendia perfectamente que era fundamentada y necesaria la precaucion de Leguerier. En comparacion con la distancia gigantesca que tenia que recorrer Mermes solo se habia pasado un trayecto infimo. Cuatro exactas comprobaciones, segun los cuatro datos observados, realizadas por cuatro matematicos independientes uno del otro, ?esto ofrecia una completa garantia!

Pero manana… pero, a proposito, cual manana, cuando no existe ni dia, ni noche, ni salida, ni puesta del Sol… dentro de dieciocho horas todo habra terminado. Leguerier pronunciara las palabras tan esperadas: «Todo esta en orden» — y Muratov podra marcharse.

?Por nada del mundo se retendra aqui ni un minuto!

?Si Muratov pudiera saber ahora que iba a estar retenido, en este lugar tan desagradable para el, tres dias enteros!

?Un acontecimiento inexplicable, inverosimil, estaba proximo, muy proximo!

Pero el futuro esta oculto a las personas por la ley de la casualidad.

Sujetandose a las numerosas correas que habia en la pared, manteniendose en posicion vertical gracias a un enorme esfuerzo, Muratov se dirigia lentamente hacia la sala de oficiales del satelite. Este viejo nombre, tomado del lexico de la hace tiempo desaparecida marina de guerra, se mantenia solidamente entre los cosmonautas y a Muratov le parecia absurdo. ?Que sala de oficiales iba a ser cuando todos los locales que estaban contiguos al pabellon central formaban habitaciones corrientes! Claro que tenian techos transparentes que no habia en los barcos, pero en los camarotes debia haber portillas y aqui, en el satelite, no habia ninguna clase de ventana.

Viktor, pensando en esto, miro involuntariamente hacia arriba y, claro esta, no vio otra cosa que el techo semiesferico. Los corredores no tenian paredes transparentes.

Se rio de su distraccion porque en dos semanas ya se podia haber acostumbrado.

Los relojes, que marchaban por la hora terrestre, marcaban las ocho de la noche segun el meridiano de Moscu. Era ya la hora de cenar. Probablemente lo esperaban ya en el comedor («Bueno, que le llamen sala de oficiales», penso Viktor). Eran ya las ocho y un minuto, y sabia por experiencia que Leguerier y sus seis camaradas eran puntuales en todos sus actos.

Los siete miembros de la expedicion, el ingeniero Weston y ocho personas de las tripulaciones de la escuadrilla auxiliar estaban «sentados» a la mesa redonda. Habia sillas porque en Hermes subsistia una pequena fuerza de gravedad. Podia uno sentarse, pero para mantenerse en la silla, y no salir volando con cualquier movimiento que se hiciera, habia sido necesario poner correas al asiento.

Muratov pidio perdon por haber tardado y ocupo su lugar.

La sala de oficiales estaba situada en un extremo del enorme cuerpo discoidal del satelite artificial. El techo y la pared que daba al exterior eran transparentes. Sobre sus cabezas se extendia un cielo negro mate con innumerables estrellas. Entre ellas resplandecia un Sol cegador cuyos rayos inundaban la sala de oficiales sin que se sintiese ningun calor. Los «cristales» de plasticos no dejaban pasar los rayos infrarrojos.

Fuera del satelite estaba el panorama tenebroso de Hermes, con rocas disformes de un color grisaceo indeterminado. ?Paisaje sin vida, que oprimia!

El observatorio cosmico, antiguo satelite artificial de la Tierra, estaba en el fondo de una depresion poco profunda. Lo rodeaban por todas partes muros de granito que se elevaban gradualmente. El horizonte estaba limitado por un circulo de trescientos metros de diametro, y como el del satelite era de cien metros, ante los ojos existia un «mundo exterior» infimo.

Muratov se extremecio al pensar que ocho personas durante muchos anos no verian nada mas que este triste cuadro. ?Que amor tan profundo tenian que tener a su ciencia para pasar voluntariamente por tales pruebas!

?De ninguna forma el era capaz de tal hazana!

La eleccion del lugar para el observatorio no fue casual. El relieve del lugar era el que mejor correspondia para su propia defensa. El peligro de los meteoritos, que existia incluso para las astronaves pequenas, era mil veces mas amenazador para Hermes cuya enorme masa atraia los fragmentos que vagaban en el espacio. Sobre todo cuando tenia que cortar el anillo de los asteroides entre Marte y Jupiter, que era el lugar mas peligroso en las vias interplanetarias.

Fueron montadas potentes instalaciones en las rocas que formaban un circulo alrededor del observatorio. El campo magnetico obligaba a desviarse a los meteoritos del unico lugar habitado en el asteroide cualquiera que fuese su velocidad. Por esto era posible la existencia de unas paredes relativamente finas y de una enorme cupula en la que se encontraban telescopios y otros numerosos aparatos e instrumentos astronomicos.

Si los meteoritos que cayeran fueran petreos, entonces los desviaria el campo antigravital vibrador que completaba al magnetico. Los astronomos podian trabajar tranquilamente.

Despues de cenar Muratov se quedo en la sala de oficiales conversando con Weston.

Decidio no regresar esta noche a su astronave y pernoctar en el satelite, ya que en este mundo sin gravedad se podia dormir donde uno quisiera como si fuera eri el mas blando colchon. Formaban la cama cuatro sillas y una fuerte correa, para no despertarse pegado al techo. Las patas magneticas metalicas de la silla que se adherian al suelo, garantizaban la estabilidad del lecho.

Eran las diez de la noche cuando Muratov, antes de echarse a dormir, entro en el camarote de Leguerier.

Le gustaba conversar con el jefe de la expedicion que era una persona de una cultura enciclopedica. Parecia que no habia ni una sola cuestion en la que el cientifico frances no se encontrara como el pez en el agua. Con el se podia hablar de todo.

Asi tenia que ser un autentico astronomo ya que la astronomia es una ciencia omnimoda. Trata todas las esferas del conocimiento humano, desde la medicina hasta la filosofia.

Leguerier se acostaba tarde y Muratov sabia que no era importuno.

El «Comandante de Hermes», segun alguien le denomino a Leguerier con gran acierto, estaba junto a la pared y miraba atentamente a uno de los aparatos instalados en un cuadro que ocupaba toda la pared.

— ?Mire! — dijo, volviendose de nuevo a mirar el aparato —. La aguja del gravimetro no esta en el cero. No puedo comprender lo que puede significar esto.

Muratov se acerco.

Conocio el gravimetro durante la expedicion en la «Titov».

Pero el aparato que habia en el camarote de Leguerier se parecia muy poco a aquel, ya que dos anos es un espacio enorme para la ciencia. Solo quedaba la escala y la aguja del aparato que el conocia.

Muratov clavo la mirada.

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