Era un hombre de treinta y cinco anos, muy alto, de rostro fuertemente tostado por el sol, y de complexion atletica. Tenia lo mismo que su hermana espesos cabellos negros y ojos oscuros, caidos oblicuamente. Esto le hacia un poco parecido a Guianeya.

Pero el mismo no habia notado este parecido, que sin duda alguna saltaba a la vista.

Es cierto, que una vez, en un dia muy memorable, le dijeron esto, pero Muratov pronto lo olvido.

Y no lo recordaba incluso ahora cuando delante de sus ojos estaba la fotografia de Guianeya, pegada a una de las paginas del manuscrito.

Ni tan siquiera la miro, pues no tenia ninguna necesidad, ya que el, entre otras pocas personas, fue el primero que vio a la forastera de otro mundo, y sus rasgos se quedaron grabados para siempre en su memoria. Fueron demasiado extraordinarias las circunstancias y el lugar donde tuvo lugar esta primera entrevista.

Leyendo rapidamente la ultima pagina, mejor dicho, dandole solo un vistazo, Muratov coloco las hojas igualandolas cuidadosamente, y, doblando el manuscrito por la mitad, lo metio en el bolsillo.

— ?No, esto no es asi! — dijo encongiendose de hombros.

— ?Que no es asi? — pregunto un hombre de edad mas bien ya un anciano, de blancos cabellos que estaba sentado a su lado en un sillon igual.

— No es justo lo que escribe el autor. — Muratov se toco el bolsillo donde estaba el manu; crito —. Es una teoria mas sobre la aparicion cK Guianeya. Me han pedido que la lea y les de mi opinion.

— ?Y es negativa?

— Si, segun usted ve.

— Perdoneme ?quien es usted?

Muratov dio su apellido.

— Lo he oido en mas de una ocasion — dijo el anciano —. A proposito, este mismo sharex, en el que vamos, ?es invencion suya?

Muratov se sonrio. Era raro encontrar una persona que no supiera quien habia sido el constructor del sharex.

— No — contesto —, en la invencion del sharex, segun usted se expresa, yo no he tenido nada que ver. De lo unico que soy culpable es de un pequeno cambio en la forma de la via, pero nada mas.

— Si, si — dijo el anciano —. Tiene usted razon, ahora recuerdo. Le pido perdon. Pero ya que nos hemos encontrado, si usted no tiene inconveniente me atrevo a hacerle otra pregunta.

«?Quien sera? — penso Muratov —. Incluso la manera que tiene de hablar es algo rara».

— Con mucho gusto — dijo en voz alta.

— Voy en el expreso — comenzo el anciano —. Todo el recorrido dura dos horas. En mi tiempo para esto se necesitaba todo un dia en un tren rapido. Voy, y no se a que se debe que el sharex se deslice a esta velocidad de locura…

— ?Por que de locura?

— No se — dijo enfadado el anciano —. Para usted es posible que le parezca lo mas natural, pero para mi… para mi no es asi. Por eso sea usted amable y expliquemelo, haga el favor.

Muratov miro atentamente a su interlocutor. Era una persona anciana, muy anciana.

Ahora cuando la ciencia habia alargado en mucho la juventud del organismo humano, un rostro tan arrugado se encontraba con poca frecuencia, y el hecho mismo de que no supiera cosas que eran bien conocidas para los ninos, indicaba que era una persona de la mas venerable edad.

— Perdoneme — dijo, imitando la anticuada manera de hablar de su acompanante — ?tendria la bondad de decirme cuantos anos tiene?

El anciano rompio a reir alegremente.

— No tengo la menor duda — dijo el anciano — de que usted se pregunta: ?de donde habra salido este ignorante? No contradiga, no me he ofendido. Es completamente natural que usted haya pensado esto. Claro esta que desde el punto de vista moderno yo se poco, pero en algun tiempo era considerado como una persona culta. Ensene a otros. ?Es dificil creerlo, verdad? — y de nuevo se rio con un ligero tono de pesadumbre, segun le parecio a Muratov.

Una suposicion acudio a la mente de Muratov. ?Era posible que fuera el mismo Bolotnikov? Era parecido. En aquellos tiempos todavia nombraban a las personas, no solo por su nombre, sino tambien por su patronimico…

— Usted se equivoca, Nicolai Adamovich — dijo el —, nadie le considera un ignorante.

Al anciano no le causaron asombro las palabras de Muratov.

— Usted ha acertado — se sonrio —. Si, yo soy Bolotnikov, Nikolai Adamovich, doctor en ciencias biologicas en la segunda mitad del siglo pasado. Tengo noventa y siete anos. Y si anadimos el tiempo que yo pase dormido, entonces son ciento veintidos.

— Dormido… — repitio maquinalmente Muratov.

— No propiamente dormido, sino en anabiosis. La diferencia no es grande. La anabiosis es lo mismo que el sueno solo que mas profundo.

Muratov recordo todo.

Esto tuvo lugar en los dias de su infancia, a comienzos de siglo. La inmersion en un sueno profundo o en estado de anabiosis, como un medio de prolongar la vida, fue un tema de discusiones interminables entre los medicos y los biologos. Este metodo, junto con otros, fue reconocido como digno de atencion pero no en todos los casos. Los experimentos en animales demostraron que se conseguia un mayor efecto cuando se aplicaba la anabiosis en los organismos envejecidos. Fue necesario realizar el experimento en una persona. Y se ofrecio Bolotnikov, profesor de noventa y tres anos.

Muratov recordaba las fotografias que publicaron las revistas, que el, entonces nino, miraba con curiosidad. Evidentemente el rostro de Bolotnikov no le habia producido una gran impresion, ya que lo habia olvidado y no lo habia reconocido inmediatamente.

Bolotnikov habia vuelto a la vida hacia cuatro anos. Precisamente cuando Muratov se encontraba lejos, enfrascado en sus cosas, y no habia reparado en aquel acontecimiento.

Miraba con curiosidad a su acompanante. ?Esta persona era coetanea de la Revolucion de Octubre! Precisamente este hecho fue el que causo la mayor admiracion hace veintinueve anos al pequeno Viktor.

— Ahora no le debe causar asombro mi ignorancia en muchos problemas — continuo el viejo profesor —. Cuatro anos es un plazo no grande. Apenas he tenido tiempo de conocer los avances conseguidos en la biologia, que es mi dominio. Todo lo demas ha sido como si se deslizara delante de mi vista.

— Comprendo — dijo Muratov —. Estoy muy satisfecho de esta entrevista tan interesante. Tengo suerte para encontrarme con personas famosas. Puede ser que usted no lo sepa, pero a Guianeya…

— Lo se… — interrumpio Bolotnikov, y miro al reloj —. A nuestra disposicion han quedado solo quince minutos. Me apeo en Poltava.

— Hay bastante tiempo — dijo Muratov —. ?Usted quiere saber como se mueve el sharex?

— Si, si para usted no es una molestia.

— ?Usted, claro esta, conoce las corrientes de extra-alta frecuencia? — Bolotnikov asintio con la cabeza —. Si la memoria no me traiciona, en el dia que usted abandono la vida las transmitian por cables subterraneos. Los autobuses, que tomaban energia de estos cables para sus motores, o como se les llama ahora, vechebuses, existian ya entonces…

— Usted quiere decir que el sharex…

— Precisamente. Solo que ahora las corrientes de extra-alta frecuencia no van por cables. Se ha encontrado el metodo de transmitirlas directamente por el aire, como las ondas de radio, y ademas sin ninguna perdida. Sobre la tierra, a una determinada altura, se ha desbordado, si se puede expresar asi, un manto compacto de energia. Si antes, por ejemplo, los vechebuses podian moverse solo por los caminos por debajo de los cuales estaban tendidos los cables, ahora pueden andar por donde quieran. Pero los motores del vechebus son electricos y los de sharex son reactivos. La energia, practicamente de una potencia ilimitada, se toma «del aire», y el principio de deslizamiento por bolas… ya hace mucho tiempo es conocido. Por ejemplo, por cojinetes de bolas. El rozamiento entre el sharex y su apoyo en forma de «rieles» semicirculares idealmente lisos, es insignificante.

Todo esto es lo que da la posibilidad de desarrollar esa… velocidad de locura a la que usted se referia — concluyo Muratov y se sonrio.

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