— ?Usted no perdona nada! — dijo Bolotnikov —. Gracias, querido. Todo esta claro. No en balde decian en la antiguedad: «Quien las sabe las tane». Lo ha explicado usted sencilla y completamente. Nos acercamos a Poltava — anadio, mirando por la enorme ventanilla que ocupaba toda la longitud del vagon.
El sharex continuaba deslizandose con la misma velocidad. Tras el limpio cristal se extendia el panorama de la enorme ciudad. Se perdian en la altura del cielo las agujas de los rascacielos.
— No, esto todavia no es Poltava — dijo Muratov —. Es Selena, una ciudad completamente nueva, que ha surgido durante los ultimos cinco anos alrededor del cohetodromo. Son las afueras de Poltava.
— Magnificos suburbios — dijo sonriendo Bolotnikov —. Son mayores que las antiguas capitales. A proposito, yo estuve aqui la ultima vez exactamente hace cien anos; esta era una ciudad relativamente pequena. Me refiero, claro esta, a Poltava, no a Selena.
El sharex comenzaba a disminuir la velocidad. El potente zumbido que casi no se oia en el interior de los vagones, ahora parecia desaparecer por completo. Era posible que el aparato automatico que dirigia el tren hubiera desconectado los motores, calculando que la inercia era suficiente para llegar al anden de la estacion.
Selena habia quedado atras. Se acercaban rapidamente los grandes edificios de Poltava.
Los pasajeros mas impacientes comenzaron a levantarse de sus sitios. El vagon no tenia divisiones ni departamentos. Formaba un solo local, cuyo suelo estaba cubierto por una alfombra blanda y afelpada. Formaban su mobiliario pequenas mesitas, aparadores y libreros, pantallas portatiles de television. Los sillones se podian colocar donde se quisiera segun el deseo de los pasajeros.
Una voz metalica dijo:
— ?Poltava!
— ?Adios, querido! — dijo Bolotnikov —. Me ha sido muy agradable conocerle.
— ?Va a estar usted mucho tiempo en Poltava?
— Unas dos semanas.
— Entonces no adios, sino hasta la vista. Yo estare aqui dentro de tres dias.
— ?A recibir a la Sexta expedicion?
— Precisamente para esto.
— Entonces, nos veremos, si usted no tiene inconveniente.
— Al contrario, con mucho gusto. A proposito ?usted sabe que estara Guianeya?
— Lo se y la quiero ver. Hasta ahora no he podido. Solo la he visto en fotografia y en el cine.
— ?Quiere usted conocerla personalmente?
— Tengo grandes deseos, ?pero como hacerlo?
— Mi hermana acompana como traductora a Guianeya. Acerquese a ella, saludela de mi parte y ella se la presentara.
— ?Muchas gracias! Obligatoriamente lo hare. Me interesa mucho ver a Guianeya.
Digame ?este es su verdadero nombre? Quiero decir ?si suena asi en su idioma?
— No exactamente. Su nombre suena aproximadamente asi — Muratov pronuncio lentamente alargando las silabas —: Guiyaneia. De esta forma lo pronuncio ella hace ano y medio en su primera entrevista con las personas. La comenzamos a nombrar mas sencillamente: Guianeya.
— ?Y ella que dijo?
— Inmediatamente comenzo a acostumbrarse a este nombre.
— ?Conoce usted su idioma?
— Recuerdo varias palabras. Aproximadamente unas doscientas.
— ?Es dificil el idioma?
— No mucho. Le va a asombrar lo que voy a decirle. Me parece que en este idioma hay algo conocido.
— ?Como puede ser esto? Un idioma de un planeta extrano…
— A mi me parece esto raro. Pero no puede uno olvidar la impresion de que las palabras tienen un sonido conocido. Es posible que cuando conozcamos mas cosas… Por ahora sabemos poco. Esta rara muchacha no quiere ensenarnos su idioma.
— No comprendo ?por que?
— A esto puede solo responder la misma Guianeya. ?Intentelo!
El sharex se detuvo. La pared ciega del tunel de seguridad ocultaba el anden de la estacion. En el suelo se abrio una escotilla (la alfombra que parecia de una pieza se separo en este sitio). De un lugar de la parte baja del vagon se deslizaron hacia abajo los escalones de una ancha escalera.
Bolotnikov se despidio una vez mas de Muratov, una vez mas le dio las gracias y salio.
Con el descendieron unas diez personas y subieron otros pasajeros.
Muratov no descendio al anden pues sabia que el sharex paraba solo cuatro minutos.
Sono la senal de salida. La escotilla del suelo del vagon se cerro. La alfombra se volvio a unir. Era imposible notar donde se encontraba la juntura.
El vagon se balanceo casi imperceptiblemente. Pasaron hasta desaparecer las paredes del tunel y el tren salio a cielo raso. Cada vez pasaban mas rapidamente las casas de Poltava, el sharex adquiria impetuosamente velocidad.
Pronto desaparecio la ciudad tras el horizonte. Por ambas partes de la via se extendian infinitos campos amarillos.
Se veian vechelectros por todos los sitios. Enormes y pesados en apariencia, se deslizaban lentamente en medio del mar de trigo, y parecia que eran innumerables. Era la segunda cosecha que se recogia este ano.
Muratov sintio hambre. El aparador le «suministro» un vaso de cafe caliente y unos bocadillos.
Al regresar a su sillon Viktor se acordo de Bolotnikov.
«?Magnifico anciano! — penso —. Original, pero muy simpatico. Es interesante saber como le tratara Guianeya».
La muchacha de otro mundo trataba de diferente forma a las personas, con una franqueza que era asombrosa para las personas de la Tierra. A unos les sonreia, les permitia estrechar su mano (ella misma no conocia esta costumbre), a otros les manifestaba inmediatamente su antipatia. A veces ocurria que volvia la espalda a algunas personas que le presentaban. Y nunca respondia a la pregunta por que no le gustaba una u otra persona. Se pudo notar que frecuentemente trataba bien a las personas que eran de estatura alta, mientras que las personas pequenas, casi como regla, no le provocaban simpatia.
En los primeros meses de estancia en la Tierra, Guianeya saludaba a las personas levantando la mano abierta hasta la altura del hombro, pero despues dejo de hacerlo.
Callada extendia la mano para estrecharla, pero nunca correspondia de la misma forma.
«?Se aburriria en la Tierra? — penso Muratov —. ?Sentiria nostalgia por su patria? ?Por que no queria conocer mas profundamente la Tierra y a sus habitantes? ?Que fin perseguia Guianeya con su obstinado silencio?»
Muratov no tenia la menor duda de que Guianeya se comportaba asi con fin determinado. Existia una causa y esta era seria. ?Pero en que consistia?
A Muratov le sacaba de si el secreto de Guianeya, y precisamente por esto abandono inmediatamente a la huesped de la Tierra en cuanto la trajo aqui. No aguantaba los enigmas que no ofrecian solucion. Y aqui no existia un enigma, sino un secreto inexplicable. Guianeya se encerro en si misma desde el primer dia, desde el primer momento de su aparicion, siguiendo, al parecer, una linea de conducta trazada de antemano. Muratov sabia esto mejor que otros, ya que fue testigo de ello las primeras horas y dias.
«?Hay una causa, indudablemente la hay! — frecuentemente pensaba —. Y quien sabe, es posible, que esta causa sea mas importante que lo que se esfuerzan por saber nuestros cientificos de Guianeya».
El manuscrito que habia leido y la conversacion con Bolotnikov, una vez mas le hicieron pensar en los acontecimientos del pasado.
Recordo, recordo todo, hasta los detalles mas minuciosos, lo que precedio a la aparicion de Guianeya…
Primera parte