— Expliquese mas claro, Guianeya.
— ?Es que yo lo se! — dijo ella con voz apenada, segun le parecio a Muratov —. Yo se poco.
— ?Por que usted, con tanta insistencia, nos recomienda destruir y ademas rapidamente?
— Porque yo oi cuando Riyagueya dijo a uno de los nuestros que nunca las personas de la Tierra podrian conocer la construccion ni de los satelites, ni de la base, aunque los encontraran. Y anadio: «Les costara caro ese intento». El sabia bien esto.
Muratov tradujo rapidamente estas palabras a los demas.
— Me parece ahora — anadio Muratov — que Riyagueya al decir esto tenia en cuenta que al tocar la base pondriamos en accion algo, por lo visto peligroso, que se refiere a los satelites.
— Usted tiene razon — dijo con alarma Stone —. Nos hemos olvidado completamente de que en cuanto fue encontrada la base los satelites han despegado. Puede venir a continuacion la orden de actuar.
— Es lo mas probable — resono la voz de Sinitsin — Indudablemente ellos tenian que haber previsto la posibilidad de que nosotros encontraramos esta base y comprendieron perfectamente que la destruiriamos.
— ?Numero uno! — Esta vez la voz de Szabo no era tan tranquila —. ?Cesar las busquedas! ?Atras! — Se volvio hacia Stone —. El peligro en realidad es muy grande.
Mejor es no tentar la suerte.
— Aunque sea una pena, pero por lo visto, esto es lo mejor.
— ?Destruirla?
— Si — respondio con firmeza Stone.
La decision fue aprobada, pero llego tarde.
Los amos de la base lo decidieron antes.
En la Luna no hay sonidos, y la primera explosion las personas la vieron. El robot numero uno todavia no habia apagado su proyector, esperando que salieran de la cavidad sus dos ayudantes. Acababan de aparecer en el borde de la cavidad, cuando de repente se abrio una de las cupulas saliendo de su interior un haz de fuego, y al cabo de un instante en este lugar no quedaba mas que una profunda fosa.
Y a continuacion exploto la segunda, despues la tercera…
La cuarta explosion tuvo lugar ya en la oscuridad. La esfera se deslizo rapidamente hacia los todoterreno. Delante de ella «corrian» los dos robots-hombres».
Y alli, en la negra oscuridad de la sombra, con una minuciosidad metodica, fulguraban, a intervalos regulares, columnas de fuego que destruian las complicadas instalaciones de la base, condensacion del pensamiento tecnico de un pueblo ignoto, desconocidas por las personas de la Tierra y traidas aqui por los compatriotas de Guianeya.
Eran impotentes las personas de la Tierra. Nada podia detener la destruccion. Nunca podria conocer nadie lo que representaba las cupulas y el rombo. No quedaban mas que las conjeturas.
Refulgio la ultima explosion silenciosa, la mas potente, y volvio a reinar la «calima» anterior.
Cinco proyectores sin orden ninguna, pero simultaneamente, alumbraron el terreno cubierto de fosos.
Todo se habia convertido en polvo. Alli, donde se encontraba el rombo, la fuerza de la explosion habia demolido parte de las rocas y los trozos de granito llenaban la mitad del lugar donde habia estado la base, y solo las lineas rectas de sus limites indicaban que aqui habia habido una obra artificial.
Y esto fue todo lo que quedo a las personas como recuerdo de los forasteros del cosmos.
?No, no era todo!
?Quedaban todavia dos satelites!
En un lugar del espacio giraban de nuevo alrededor de la Tierra, llevando consigo un peligro desconocido.
No se podia dudar, segun dijo Stone, que habia sido dada la «orden de actuar». Esto logicamente se desprendia del hecho de que la base habia dejado de existir. El rombo tenia que cumplir su ultima mision, y la cumplio.
?Que amenazaba a la Tierra en las proximas horas y, posiblemente en los proximos minutos?
?Y en la Tierra nada sabian!
El todoterreno del estado mayor se dirigio a toda marcha hacia la estacion. La emocion y la alarma eran tan grandes que se acordaron solo por el camino de los demas todoterreno y por radio les explicaron la causa de tan rapida salida.
Pasados diez minutos Szabo y Stone se encontraban en el puesto de radio. En menos de un minuto fue establecida la comunicacion directa con el Instituto de cosmonautica, y Szabo, exteriormente tranquilo, transmitio el alarmante comunicado.
— Usted debe salir inmediatamente — dijo Stone a Veresov — alcanzar a los satelites y destruirlos. ?Ah — exdamo con desconsuelo — me habia olvidado de que en su nave no hay catapultas antigas!
— Las tiene la «Titov» — contesto tranquilamente Veresov —. ?Acaso usted piensa que en la Tierra no se sabe lo que hay que hacer?
— Tiene usted razon — contesto Stone —. He perdido la cabeza.
Guianeya en cuanto llego a la estacion se dirigio a la piscina. Le gustaba con locura el agua.
Muratov tenia necesidad de hacerle algunas preguntas y sin pensarlo se encamino al mismo lugar.
Guianeya nadaba como siempre, rapidamente. Espero a que se aproximara a el y la llamo.
Se detuvo y quedo en el agua casi sin moverse. Era asombrosa la propiedad de flotacion de su cuerpo. La cola negra de sus cabellos se ondulaba ligeramente sobre su espalda.
— Perdoneme — dijo Muratov —. La he molestado.
— No tiene importancia — contesto sonriendose Guianeya.
— Le rogamos que recuerde si Riyagueya dijo en que consistia el peligro de los satelites para las personas de la Tierra.
— No oi nada de esto.
— ?Pero usted sabia para que volaba a la Tierra?
— Lo sabiamos.
— ?Entoces para que?
— Para llevar a cabo el plan hace mucho tiempo pensado.
— ?Cual? Guianeya se rio.
— Usted no es consecuente, Viktor — dijo ella bromeando —. Si yo pudiera contestar a esta pregunta, tambien hubiera contestado a la primera. Es lo mismo. Sabia que queriamos llevar a cabo nuestro plan. ?Pero cual? Esto lo sabia Riyagueya y tres mas.
Marina le habia dicho a su hermano que Guianeya era capaz de mentir. Y estaba completamente convencido de que ahora mentia. La seguridad en esto la reforzo la frase de ella: «Las personas de la Tierra no merecen la suerte que se les preparaba». Para decir esto, habia que saber lo que se preparaba.
— Usted lo sabe, Guianeya — dijo en voz baja.
De nuevo resono su melodica risa.
— Supongamos que lo se — dijo ella sin alterarse lo mas minimo —. Pero usted no tiene necesidad de saberlo.
Muratov se indigno.
— Despues de lo que usted nos ha comunicado — dijo con violencia — esta obligada a decirlo todo.
— ?Me reprocha usted?
Muratov comprendio que habia que cambiar el tono. En los ojos de Guianeya brillaba un fuego peligroso.
— Yo no le reprocho nada, Guianeya — dijo el —. Al contrario, estoy admirado de su noble actitud. Nos ha prestado un enorme servicio. Pero siga siendo consecuente. Lo desconocido nos causa gran alarma.
— Claro esta que tiene que alarmarles. Pero aunque a usted se lo diga no lo comprendera… — Por tercera vez Guianeya repitio esta frase.
Muratov no reacciono por un esfuerzo de voluntad.
— Haga la prueba — dijo —. Es posible que seamos capaces de comprenderla.
Se cogio con las manos al borde de la piscina, salio con facilidad del agua (sus movimientos siempre eran ligeros, pero sobre todo aqui, en la Luna)