La costa se perdio de vista, y por primera vez Loren se encontro en alta mar. Recordo sus temores en la travesia anterior, con Kumar y Brant, cuando no se habian alejado a mas de un kilometro de la costa, y descubrio con satisfaccion que se sentia mas tranquilo que entonces, a pesar de la presencia de su rival. Tal vez porque el bote era mucho mas grande...

— Que extrano — dijo Brant —. Nunca habia visto algas en esta zona

Al principio Loren no pudo distinguir nada, pero al rato vio la mancha oscura en el agua frente a la proa. Minutos mas tarde el barco se abria paso en una marana de vegetacion flotante, y el capitan disminuyo la velocidad al minimo.

— Ya llegamos — dijo —. Hay que evitar que las tomas se taponen de algas. ?De acuerdo, Brant?

Este calibro el cursor de la pantalla y leyo las indicaciones.

— Si... Nos encontramos a cincuenta metros de donde desaparecio el emisor. Echemos el trineo.

— Esperen — dijo uno de los cientificos de Isla Norte —. El aparato costo mucho dinero, y es unico en el mundo. ?Que pasa si se enreda en las algas?

En medio del silencio pensativo que siguio, Kumar, que hasta el momento habia estado muy sosegado — tal vez por respeto a los grandes cerebros de Isla Norte — hizo una timida sugerencia:

— Desde aqui parece mas peligroso de lo que es. Diez metros mas abajo casi no hay hojas, solo tallos, muy separados entre si. Como un bosque.

Si, penso Loren, un bosque submarino, con peces que nadan entre los troncos delgados y sinuosos. Los demas cientificos observaban la pantalla principal y los multiples indicadores, pero el se habia colocado la mascara que limitaba su campo visual al panorama delante del robot. Desde el punto de vista psicologico no se encontraba en la cubierta del Calypso; las voces de sus companeros parecian venir de otro mundo, totalmente ajeno a el.

Era un explorador que ingresaba a un mundo extrano, sin saber con que se encontraria. Era un universo pequeno y monocromatico; los unicos colores eran azules y verdes suaves, y la visibilidad era de treinta metros. Veia una docena de troncos delgados que se alzaban desde las sombrias profundidades hacia el «cielo» luminoso, sostenidos en posicion vertical por vejigas llenas de gas. A veces tenia la impresion de estar atravesando una arboleda en medio de la niebla, hasta que la ilusion era disipada por un cardumen de peces.

— Doscientos cincuenta metros — dijo alguien —. Estamos casi en el fondo. Tal vez deberiamos encender las luces, estamos perdiendo la imagen.

Loren no habia advertido cambios en la imagen, ya que los controles automaticos mantenian el brillo. Pero en esas profundidades debia reinar una oscuridad total; el ojo humano seria practicamente impotente.

— No, podriamos perturbar a la criatura. En tanto la camara siga trasmitiendo aprovechemos la luz disponible.

— ?El fondo! Muy rocoso, poca arena.

— Por supuesto. El Macrocystis Thalassi se aferra a las rocas. No es como el Sargassum, que flota libremente.

Lo cual era evidente, penso Loren. Cada tronco culminaba en una marana de raices que se aferraban a los accidentes rocosos con firmeza, de manera que las tormentas y corrientes no pudieran desarraigarlo. La analogia con un bosque terreno era mucho mas precisa de lo que habia pensado.

El robot explorador se introducia cautelosamente en el bosque submarino, siempre atado a su cable. Aparentemente no podia enredarse en los sinuosos troncos que se alzaban hacia la lejana superficie, porque habia mucho espacio entre planta y planta. Se diria, incluso, que alguien deliberadamente...

Pocos segundos despues, tambien los cientificos que observaban la pantalla de control comprendieron la insolita verdad.

— ?Por Krakan! — susurro alguien —. Esto no es un bosque natural... Es una... ?plantacion!

29 — Sabra

Se autodesignaban sabras, como esos pioneros que habian dominado un desierto hostil en la Tierra, un milenio y medio atras.

Los sabras marcianos habian sido mas afortunados: no enfrentaban enemigos humanos, solo el clima atroz, la falta de atmosfera, las tormentas de arena que barrian todo el planeta. Habian superado todos los obstaculos; solian decir que no eran sobrevivientes sino triunfadores. Esa frase era uno de los innumerables elementos tomados de la cultura terricola, pero su fiero orgullo se negaba a reconocerlo.

Durante mas de mil anos habian vivido bajo una ilusion, casi una religion. La cual, como todas las religiones habia cumplido un papel primordial en su sociedad; les habia fijado objetivos que trascendian sus vidas.

Mientras los calculos no demostraron lo contrario, creyeron — o al menos tuvieron la esperanza — de que Marte no sufriria la suerte de la Tierra. No seria facil, claro; la mayor distancia reduciria las radiaciones en un cincuenta por ciento, pero tal vez bastaria con eso. Protegidos por los espesos cascos polares de hielo, tal vez los marcianos sobrevivirian mientras los hombres perecian. Algunos romanticos habian llegado a creer que, al derretirse los cascos polares, el planeta recuperaria sus antiguos oceanos. Entonces, quiza, la atmosfera se volveria lo suficientemente densa para que los hombres pudieran salir al aire libre, sin mas equipo que el necesario para respirar y protegerse del frio...

Todas estas esperanzas fueron destruidas por las implacables ecuaciones. Por grandes que fueran sus esfuerzos e inteligencia, los sabras perecerian junto con el planeta materno cuya debilidad despreciaban.

Y ahora, bajo el Magallanes, giraba un planeta que representaba todos los suenos y esperanzas de las ultimas generaciones de colonos de Marte. Owen Fletcher contemplaba los interminables oceanos de Thalassa, su mente obsesionada por un solo pensamiento.

De acuerdo a las sondas espaciales, Sagan 2 era muy parecido a Marte: por eso mismo lo habian escogido a el, junto a varios compatriotas, para participar de esa travesia. ?Pero que objeto tenia reiniciar una batalla, a trescientos anos en el tiempo y setenta y cinco anos luz en el espacio, si la victoria se encontraba aqui y ahora?

Fletcher habia descartado la idea de desertar: era demasiado lo que dejaba atras. Seria facil ocultarse en Thalassa; ?pero que sentiria al ver partir al Magallanes con todos los amigos y colegas de su juventud?

Habia doce sabras en hibernacion. Habia sondeado cautelosamente a dos de los cuatro que estaban despiertos, y estos habian reaccionado bien. Si los otros dos estaban de acuerdo, podrian hablar en nombre de los doce que dormian.

La travesia del Magallanes debia terminar aqui, en Thalassa.

30 — Hijo de Krakan

Un silencio pensativo reinaba en la cubierta del Calypso, que se dirigia hacia Tarna a escasos veinte nudos. Los pasajeros, ensimismados, meditaban sobre las implicaciones de esas imagenes trasmitidas desde el lecho marino. Aislado del mundo por su mascara panoramica, Loren observaba otra vez el video grabado por el submarino durante su exploracion del bosque.

El robot, sujeto al cable como un arana mecanica, se habia desplazado lentamente entre los gigantescos troncos, que parecian delgados debido a su extrema longitud, pero en realidad eran mas gruesos que un cuerpo humano. Evidentemente estaban plantados en filas e hileras regulares, de modo que nadie se sorprendio al comprobar que el bosque tenia un limite claramente definido. Y alli estaban los escorpios, realizando sus labores cotidianas en su campamento boscoso.

Fue un acierto no encender los faros: las criaturas ignoraban por completo la presencia del observador silencioso que flotaba en la oscuridad, pocos metros arriba de sus cabezas. Loren habia visto videos documentales de la vida de las hormigas, las abejas y los comejenes, y los recordo al observar la conducta de los escorpios. A

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