aceptaria con avidez aunque no las comprendiera del todo. La estupenda recreacion de la Odisea realizada en el siglo XXV — la mirada angustiada de un clasico de la guerra tras medio milenio de paz —, las grandes tragedias de Shakespeare en la extraordinaria version en lingua de Feinberg, La guerra y la paz de Lee Chow: eran tantas las posibilidades que el solo nombrarlas le llevaria horas, tal vez dias.

Sentado en la biblioteca del Instituto del Primer Descenso, Kaldor se sentia tentado de cumplir el papel de dios de este pueblo razonablemente feliz y nada ingenuo. Comparaba las listas del banco de datos con las de la nave y tomaba nota de los pasajes eliminados o condensados. Rechazaba la censura por principio, pero no podia dejar de reconocer el buen criterio con que se la habia aplicado en algunos casos, teniendo en cuenta las necesidades de una colonia recien fundada. Pero ahora que esta se desarrollaba con todo exito, tal vez convendria crear una pequena conmocion, a fin de inyectarle un poco de creatividad...

De tanto en tanto lo distraia alguna llamada desde la nave, o los grupos de jovenes thalassianos que venian a conocer su historia. En general no le molestaban las interrupciones; una de ellas le provocaba un evidente placer.

Casi todas las tardes, cuando no la detenia alguna tarea de las que en Tarna llamaban urgentes, Mirissa ascendia la cuesta en su hermoso caballo Bobby. Los visitantes se habian sorprendido al encontrar caballos en Thalassa, ya que nunca los habian visto en la Tierra. Pero los thalassianos amaban los animales y habian recreado varias especies a partir de los depositos de material genetico que habian heredado. Algunas eran inutiles o directamente molestas, como los picaros monitos que robaban objetos pequenos de las Lasas en Tarna.

Mirissa siempre traia alguna golosina local — fruta, un trozo de queso — que Kaldor aceptaba agradecido. Pero agradecia aun mas su presencia; quien hubiera dicho que el gran orador, acostumbrado a hablar ante cinco millones de personas — ?mas de la mitad de la ultima generacion! — aguardaria con ansia a su auditorio de una...

— Piensas en terminos de megabytes porque vienes de una familia de bibliotecarios — dijo Moses Kaldor —. Permiteme recordarte que la raiz de la palabra biblioteca significa libro. ?Hay libros en Thalassa?

— Claro que si — dijo Mirissa, ofendida; no se habia dado cuenta de que Kaldor bromeaba —. Tenemos millones de libros... bueno, miles. Hay un hombre en Isla Norte que publica unas diez ediciones por ano, en tiradas de unos pocos cientos de ejemplares. Hermosos... y carisimos. Se regalan en ocasiones especiales. A mi me regalaron uno cuando cumpli veintiun anos: «Alicia en el pais de las maravillas».

— Me gustaria verlo. Amo los libros, tengo casi un centenar en la nave. Cuando alguien habla de bytes, divido por un millon y pienso en un libro: un gigabyte equivale a mil libros, y asi sucesivamente. Si no, no comprendo a la gente cuando habla de bancos de datos y trasferencia de informacion. ?Cuantos libros hay aqui?

Sin apartar la vista de Kaldor, Mirissa apreto una serie de botones en su consola.

— Esa es otra cosa que nunca pude aprender — dijo el con admiracion —. Alguien dijo una vez que a partir del siglo XXI la raza humana se dividio en dos especies: los Verbales y los Digitales. Se usar el tablero, desde luego, pero prefiero hablar con mis colegas electronicos.

— De acuerdo a la ultima verificacion, que se realiza una vez por hora, seiscientos cuarenta y cinco terabytes. — dijo Mirissa.

— A ver... casi mil millones de libros. ?Y cuantos habia al comienzo?

— No necesito buscar ese dato: seiscientos cuarenta.

— Significa que en setecientos anos...

— Si, ya se: solo hemos escrito un par de millones de libros.

— No los critico por eso. La calidad es mucho mas importante que la cantidad. Me gustaria conocer lo que tu consideras que son las mejores obras de la literatura de Thalassa, y tambien de la musica. Ahora nosotros tenemos un problema: decidir que obras les dejamos. Hay mas de mil megalibros en el banco general de datos del Magallanes. ?Tienes idea de lo que eso significa?

— Si te dijera que si, te quitaria el placer de decirmelo. No soy tan cruel.

— Gracias, querida. Hablando en serio, es un problema que me obsesiona desde hace anos. A veces pienso que la destruccion de la Tierra fue muy oportuna. La raza humana estaba a punto de perecer, aplastada por el volumen de informacion generado por ella misma.

»A fines del segundo milenio se producia apenas — ?apenas! — el equivalente de un millon de libros por ano. Me refiero solamente a la informacion que poseia supuestamente algun valor y, por consiguiente, era digna de ser conservada indefinidamente.

»Al iniciarse el tercer milenio esa cifra se habia centuplicado. Se calcula que desde la invencion de la escritura hasta el fin de la Tierra se escribieron unos diez mil millones de libros. Y, como te decia, la nave trasporta un diez por ciento de esa cifra.

»Si les dejaramos todo eso, siempre y cuando contaran con la capacidad suficiente para almacenarlo, quedarian enterrados bajo el alud. Les hariamos un flaco favor, ya que inhibiriamos el desarrollo cultural y cientifico propio del planeta; les llevaria siglos separar la paja del trigo...

Que extrano, penso Kaldor, que nunca haya pensado en esa analogia. Es precisamente el peligro del que hablaban los adversarios del CETI... Jamas nos hemos comunicado con seres extraterrestres inteligentes, ni siquiera los hemos detectado. Pero los thalassianos si, y los ET somos nosotros.

A pesar de las diferencias en su formacion, Mirissa y el tenian mucho en comun. Ella demostraba una curiosidad e inteligencia poco comunes, que convendria estimular; no conocia a nadie, ni siquiera entre sus companeros de tripulacion, con quien pudiera sostener conversaciones tan apasionantes.

En ocasiones le resultaba tan dificil responder a alguna pregunta, que optaba por contraatacar.

— Me sorprende — le dijo un dia, tras una exhaustiva conferencia sobre cuestiones de politica solar — que no hayas heredado el puesto de tu padre para trabajar aqui full — time. Es un trabajo a tu medida.

— No creas que no lo pense. Pero el dedico su vida a responder preguntas de otros y llevar los archivos de los burocratas de Isla Norte. No tuvo tiempo para lo que le interesaba.

— ?Y tu?

— Me gusta reunir datos y tambien emplearlos para algun fin util. Por eso me nombraron subdirectora del Instituto de Desarrollo de Tarna.

— Cuyas operaciones han sido saboteadas por las nuestras. Eso me dijo el director cuando nos cruzamos en la oficina de la alcaldesa.

— Brant no hablaba en serio. Tenemos planes a largo plazo sin fechas estrictas. Si se construye la pista de hielo olimpica, tendremos que alterar nuestros proyectos, y muchos pensamos que eso sera para bien. Claro que los nortenos quieren que se construya alla: ustedes tienen el Primer Descenso, dicen.

Kaldor rio suavemente: estaba enterado de la antigua rivalidad entre las dos islas.

— Tienen razon, ?no te parece? Ademas estamos nosotros, que somos una atraccion adicional. No hay que ser tan egoista.

A esa altura se conocian muy bien y se estimaban hasta el punto de poder cambiar bromas a costa de Thalassa y el Magallanes. No habia secretos entre ellos: hablaban de Brant y Loren con toda franqueza, y Moses Kaldor le hablaba de la Tierra.

— No se cuantos trabajos he tenido, Mirissa, perdi la cuenta hace rato. Ademas, ninguno fue demasiado importante. El que mas duro fue el de profesor de ciencias politicas en Cambridge, Marte. Eso dio lugar a mucha confusion, porque existia en Cambridge, Massachusetts, una universidad mas antigua y otra todavia mas antigua en Cambridge, Inglaterra.

»Hacia el final Evelyn y yo nos dedicamos mas y mas a los problemas sociales del momento y la planificacion del Exodo Final. Resulto que yo poseia... digamos... cierto talento para la oratoria, podia ayudar a la gente a prepararse para lo que les aguardaba.

»En el fondo, nadie creia que el fin llegaria en nuestro tiempo. ?Quien puede aceptar semejante idea! Y si alguien me hubiera dicho que abandonaria la Tierra y todo lo que yo amaba...

Su rostro se crispo de dolor, y Mirissa aguardo en silencio a que recuperara el dominio de si mismo. Necesitaria una vida entera para hacerle todas las preguntas que le interesaban, pero el Magallanes seguiria su camino hacia las estrellas en poco mas de un ano.

»Cuando me dijeron que yo tenia una tarea importante que cumplir, empene toda mi habilidad de profesor y polemista para convencerlos de su error. Era demasiado viejo; mis conocimientos estaban almacenados en los bancos de datos; otros lo harian mejor que yo... di todas las razones, menos la verdadera...

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