Acaso habiamos llegado a un hito historico. ?Que decidirian los gobernantes? ?Nos ordenarian renunciar y volver a la Tierra, inmediatamente o en un futuro cercano? ?Era posible que quisieran anular la Estacion? No era inverosimil al menos. Yo no creia, sin embargo, en la retirada como solucion. La existencia del coloso pensante no dejaria de atormentar a los hombres. Aun cuando el hombre hubiese explorado todos los rincones del cosmos, aun cuando hubiese encontrado otras civilizaciones, fundadas por criaturas semejantes a nosotros, Solaris seguiria siendo un eterno desafio.

Descubri, perdido entre los gruesos volumenes del Anuario,un librito pequeno encuadernado en piel. Mire un instante la gastada cubierta; era un libro viejo, la Introduccion a la Solaristica,de Muntius. Lo habia leido en una noche; Gibarian, con una sonrisa, me habia prestado el ejemplar, y cuando volvi la ultima pagina, la aurora de un nuevo dia terrestre entraba en mi cuarto. La solaristica, escribia Muntius, es la religion de la era cosmica; una fe disfrazada de ciencia. El Contacto, la meta de la solaristica, no es menos vago y oscuro que la comunion de los santos o la vuelta del Mesias. La exploracion de una liturgia que se sirve de un lenguaje metodologico; los sabios trabajan humildemente esperando una consumacion, una Anunciacion. No hay ni puede haber ningun puente entre Solaris y la Tierra. La comparacion es subrayada con paralelismos obvios: los solaristas rechazan ciertos argumentos — no hay experiencias comunes, no hay nociones transmisibles— asi como los creyentes rechazaban los argumentos contra la fe. Por lo demas ?que pueden esperar los hombres de una « via de informacion » con el oceano vivo? ?Un catalogo de vicisitudes que se extienden indefinidamente en el tiempo asociados a una existencia tan antigua que ya no recuerda lo que fue en un principio? ?Una descripcion de las aspiraciones, pasiones, esperanzas y sufrimientos que el oceano expresa creando montanas vivientes? ?La promocion de la matematica a existencia encarnada, la revelacion de la plenitud en la soledad y el renunciamiento? Pero todo esto seria incomunicable: traspuestos a un lenguaje humano cualquiera, los valores y significaciones complicados pierden toda sustancia; no pueden cruzar la frontera. Los « adeptos » no esperan por lo demas tales revelaciones — mas del orden de la poesia que de la ciencia— pues lo que ellos buscan es la Revelacion misma, una revelacion que les explique el sentido del destino del hombre. La solaristica resucita mitos desaparecidos hace tiempo; expresa una nostalgia mistica que los hombres ya no se atreven a confesar abiertamente; la piedra angular, profundamente enterrada en los cimientos del edificio, es la esperanza de la Redencion.

Incapaces de reconocer esta verdad, los solaristas evitaban prudentemente toda descripcion del Contacto, presentado siempre como un resultado ultimo, aunque en los primeros tiempos se lo consideraba un comienzo, una apertura, una nueva via, entre muchas otras posibles. Pasaron los anos y el Contacto fue santificado, convirtiendose en el cielo de la eternidad.

Muntius analizaba muy sencillamente, y con amargura, esta « herejia » de la planetologia, desman-telando el mito solarista, o mas bien el mito de la Mision del Hombre.

Primera voz discordante, la obra de Muntius habia tropezado con el silencio desdenoso de los hombres de ciencia, que confiaban aun en el desarrollo de la sola-ristica. ?Como, en efecto, hubieran podido aprobar una tesis que socavaba las bases mismas de toda posible investigacion?

La solaristica continuo a la espera del hombre capaz de levantarla sobre solidos cimientos y de trazar con rigor las nuevas fronteras. Cinco anos despues de la muerte de Muntius, cuando su libro era el mirlo blanco de los bibliofilos — casi inencontrable, tanto en las colecciones de solariana como en las bibliotecas de obras filosoficas— un grupo de investigadores noruegos fundo una escuela que llevaba su nombre; en contacto con la personalidad de diversos herederos espirituales, el pensamiento sereno del maestro se transformo de muchos modos: derivo en la ironia corrosiva de Erle Ennesson, y en un plano menos elevado en la « solaristica utilitaria » o « pragmatica » de Phaeleng, quien recomendaba aprovechar las ventajas inmediatas obtenidas en las exploraciones, sin preocuparse por una posible comunion intelectual de dos mundos, algun contacto utopico. Comparadas con el analisis implacable y limpido de Muntius, las obras de estos discipulos son simples compilaciones, obras de vulgarizacion, con excepcion de los tratados de Ennesson y tal vez los estudios de Takata. Muntius mismo habia expuesto ya el desarrollo completo de las concepciones solaristas; llamaba a la primera fase de la solaristica la era de los « profetas »: Giese, Holden y Sevada; la segunda fase era el « gran cisma »: fragmentacion de la iglesia unica en una multitud de camarulas antagonicas. Muntius preveia una tercera fase, que sobrevendria cuando todo hubiese sido explorado, y que se manifestaria por una dogmatica escolastica y esclerosada. Sin embargo, esta prediccion demostro ser inexacta. A mi criterio, Gibarian tenia razon cuando calificaba el ataque encabezado por Muntius como « simplificacion monumental ». Muntius dejaba de lado aquello que en la solaristica no tenia ninguna relacion con un credo; la continuada investigacion solo tenia en cuenta la realidad material de un globo que giraba alrededor de dos soles.

En el libro de Muntius encontre una separata de la revista trimestral Parerga Salariaria,un pliego de dos hojas amarillentas, uno de los primeros articulos escritos por Gibarian antes que lo nombraran director del Instituto. El articulo, titulado Por que soy solarista, comenzaba enumerando sucintamente todos los fenomenos materiales que justificaban las posibilidades de un contacto. Gibarian pertenecia a esa generacion de investigadores que se atrevio a revivir el optimismo de la epoca de oro, sin renegar de una fe que trascendia sin duda las fronteras impuestas por la ciencia, pero que se mantenia de algun modo en el dominio de lo correcto, pues implicaba la necesidad de esfuerzos perseverantes.

Gibarian habia sufrido la influencia de las obras clasicas de la bioelectronica eurasiatica: Cho En-Min, Ngyalla, Kawakadze. En esos famosos estudios se establecia una analogia entre el diagrama de la actividad electrica del cerebro y ciertas descargas que se producian en el seno del plasma antes de la aparicion, por ejemplo, de polimorfos elementales o de solaridos gemelos. Gibarian rechazaba las interpretaciones demasiado antropomorficas, las mistificaciones de las escuelas psicoanaliticas, psiquiatricas y neurofisiologicas que se esforzaban por descubrir en el oceano sintomas de enfermedades humanas, entre otras la epilepsia (a la que atribuian las erupciones espasmodicas de las asimetriadas). Entre los defensores del Contacto, Gibarian era uno de los mas prudentes y lucidos, y condenaba las declaraciones extravagantes, en verdad cada vez mas raras. Mi propia tesis de doctorado habia despertado un cierto interes, y muchas resistencias. Fundandome en los descubrimientos de Bergmann y Reynolds, quienes habian conseguido aislar y « filtrar » los componentes de las emociones mas poderosas: desesperacion, dolor, voluptuosidad, comparando sistematicamente estos registros con las descargas electricas del oceano, yo habia observado ciertas oscilaciones en partes de las simetriadas y en la base de mimoides en formacion que parecian curiosamente analogas. Los periodistas se habian aduenado prontamente de mi nombre, aderezandolo a veces con titulos grotescos: « La jalea desesperada » o « El orgasmo del planeta ». Esta dudosa fama tuvo no obstante una afortunada consecuencia (tal habia sido mi opinion hasta pocos dias antes): atrajo la atencion de Gibarian (quien, como es logico, no podia leer todas las obras que se referian a Solaris) y me envio una carta. Esa carta cerro un capitulo de mi vida, y abrio otro…

Los suenos

Transcurridos seis dias, y no habiendose producido ninguna reaccion, decidimos repetir la experiencia. Inmovilizada hasta entonces en la interseccion del paralelo 42 y el meridiano 116, la Estacion se desplazo hacia el sur, planeando a una altitud constante de cuatrocientos metros sobre el nivel del oceano. En efecto, nuestros radares confirmaban las observaciones automaticas del sateloide: habia un incremento de actividad plasmatica en el hemisferio austral.

Durante cuarenta y ocho horas, un invisible haz de rayos X modulados por mi propio encefalograma bombardeo a intervalos regulares la superficie casi lisa del oceano.

Al cabo de esas cuarenta y ocho horas de viaje habiamos llegado a las inmediaciones de la region polar. El disco del sol azul descendia de un lado del horizonte y ya del lado opuesto las aureolas purpureas de las nubes anunciaban la salida del sol encarnado. En el cielo, unas llamas enceguecedoras y una lluvia de chispas verdes luchaban con atenuados resplandores bermejos; el oceano mismo participaba de ese combate de dos astros, abrasandose aqui de reflejos mercuriales y alla de reflejos escarlatas; la mas pequena nube que surcara el firmamento embellecia con destellos irisados la espuma de las olas. El sol acababa de desaparecer cuando en los confines del cielo y el oceano asomo de pronto, apenas visible, ahogada entre brumas de color sangre (pero instantaneamente senalada por los detectores) una gigantesca flor de vidrio, una simetriada. La Estacion no cambio

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