de rumbo; al cabo de un cuarto de hora, el colosal rubi palpitante de resplandores mortecinos se escondio una vez mas detras del horizonte. Pocos minutos despues, una esbelta columna — la curvatura del planeta ocultaba la base— se elevo a miles de metros en la atmosfera. Ese arbol fantastico que crecia derramando sangre y mercurio era el fin de la simetriada; el ramaje profuso, el capitel de la columna, se fundio en un hongo gigante, e iluminado simultaneamente por ambos soles volo con el viento; la parte inferior, en plena tumescencia, se fragmento en pesados racimos y se hundio lentamente. La agonia de la simetriada duro toda una hora.
Transcurrieron otras cuarenta y ocho horas. Nuestros rayos habian barrido una vasta extension del ocea-no; una ultima vez, repetimos el experimento. Desde nuestro puesto de observacion veiamos con relativa nitidez, a trescientos kilometros al sur, una cadena de islotes, tres cumbres rocosas, cubiertas de una sustancia parecida a la nieve y que era en realidad un sedimento de origen organico, demostrando que esa formacion montanosa habia sido en otra epoca el fondo del oceano.
Fuimos luego hacia el sudoeste. Costeamos por un tiempo una cordillera, coronada de nubes que se acumulaban durante el dia rojo y luego desaparecian. Desde la primera experiencia habian transcurrido diez dias.
En la Estacion, al parecer, no ocurria gran cosa. Sar-torius habia programado los experimentos, que se repetian automaticamente a intervalos regulares.. Yo ignoraba incluso si alguien verificaba el buen funcionamiento de las instalaciones. En realidad, la calma no era tan completa como parecia, pero no a causa de actividades humanas.
Yo temia que Sartorius no pensara seriamente en abandonar la construccion del disruptor. ?Y como reaccionaria Snaut cuando se enterase de que yo lo habia enganado de algun modo, que habia exagerado los peligros a que nos exponiamos si intentabamos aniquilar la materia neutrinica? Ninguno de los dos, empero, habia vuelto a hablarme del asunto, y yo me interrogaba sobre las razones de ese silencio. Sospechaba vagamente que me escondian algo, y que trabajaban en secreto.
Todos los dias yo iba a echar un vistazo al cuarto del disruptor, un recinto sin ventanas situado exactamente debajo del laboratorio principal. Nunca encontre alli a nadie; una capa de polvo cubria el armazon y los cables del aparato, como si nadie lo hubiera tocado en las ultimas semanas.
En verdad, no encontraba a nadie en ninguna parte, y no conseguia localizar a Snaut; lo llamaba a la cabina de radio, y no habia respuesta. Alguien, ciertamente, vigilaba los movimientos de la Estacion ?pero quien? Yo lo ignoraba, y aunque parezca extrano, opinaba que la cuestion no me concernia. Que el oceano no reaccionara, tambien me dejaba indiferente; a tal punto que luego de dos o tres dias ya no esperaba nada, ni sentia miedo; habia olvidado por completo el experimento y las posibles reacciones. Me pasaba el dia sentado, ya en la biblioteca, ya en la cabina. Harey, sombra discreta, me acompanaba siempre. Yo sentia con claridad que habia un cierto malestar entre nosotros, y que mi apatia, esa tregua del pensamiento, no podia prolongarse mucho mas. Por supuesto, de mi dependia que hubiera un cambio en nuestras relaciones, pero yo rechazaba la idea misma de cambio; era incapaz de tomar una decision. Todo lo que habia en la Estacion, y en particular mis relaciones con Harey, me parecia fragil e insustancial: la mas minima modificacion podia romper ese peligroso equilibrio y precipitar un desastre. ?De donde me venian tales impresiones? Yo no lo sabia. Y lo mas extrano era que Harey estaba pasando tambien por una experiencia semejante. Cuando hoy evoco aquellos dias, pienso que esa impresion de incertidumbre, de prorroga, ese presentimiento de un cataclismo inminente eran provocados por una presencia invisible, que se habia aposentado en la Estacion, y que se manifestaba tambien en los suenos. No habiendo tenido nunca ni antes ni despues, visiones semejantes, decidi anotarlas, transcribirlas aproximadamente, dentro de los limites de mi vocabulario, advirtiendo que solo se trataba de ideas generales y apenas fragmentarias, casi por completo despojadas de un horror inenarrable.
En una region indistinta, en el corazon de la inmensidad, lejos del cielo y de la tierra, sin suelo bajo mis pies, sin una boveda por encima de mi cabeza, sin paredes, sin nada, estoy encerrado en una materia desconocida; mi cuerpo se ha impregnado de una sustancia muerta, informe; o mejor dicho, no tengo cuerpo, soy esa materia extrana a mi mismo. Manchas nebulosas, de un rosa muy palido, me circundan, suspendidas en un medio mas opaco que el aire, pues solo alcanzo a distinguir los objetos en el momento en que ya estan muy cerca de mi; pero entonces, cuando los objetos se acercan, tienen una nitidez extraordinaria, se me imponen con una precision sobrenatural; la realidad de todo cuanto me rodea tiene a partir de ese instante un incomparable poder de evidencia fisica. (Al despertar pienso que acabo de abandonar el mundo de la vigilia, y todo cuanto veo me parece entonces difuso e irreal.)
Asi pues comienza el sueno. A mi alrededor, algo espera mi consentimiento, mi conformidad, una aquiescencia interior, y se, o mas bien algo sabe en mi, que no me conviene ceder a esa tentacion desconocida, pues cuanto mas promisorio parezca el silencio, mas terrible sera el fin. O mas exactamente, no se nada de todo eso, porque si lo supiera estaria asustado, y yo nunca estaba asustado. Espero. De la bruma rosada que me envuelve, emerge un objeto invisible, y me toca. Inerte, prisionero de una materia extrana, no puedo retroceder ni darme vuelta, y ese objeto invisible me sigue tocando, auscultando mi prision, como si fuera una mano; y esa mano me recrea. Hasta ahora yo creia ver, pero no tenia ojos y ?he aqui que tengo ojos! Bajo los dedos que me acarician con un movimiento vacilante, mis labios, mis mejillas emergen de la nada; la caricia se extiende y tengo un rostro; el aire me dilata el pecho, existo. Y recreado, yo creo a mi vez, y ante mi aparece un rostro que nunca he visto antes, a la vez ignoto y conocido. Me esfuerzo por encontrar los ojos frente a mi, pero me es imposible, pues no puedo dar ninguna direccion a mi mirada, y nos descubrimos mutuamente, mas alla de toda voluntad, en un silencio absorto. Estoy vivo otra vez, siento en mi una fuerza ilimitada, y esta criatura —?una mujer? — sigue a mi lado, y no nos movemos. Nuestros corazones laten, confundidos, y de pronto en el vacio que nos rodea, donde nada existe ni puede existir, se insinua una' presencia de indefinible, inconcebible crueldad. La caricia que nos ha creado, que nos ha envuelto en un manto de oro, es ahora el hormigueo de muchos dedos. Nuestros cuerpos, blancos y desnudos, se disuelven, se transforman en un hervidero de larvas negras, y soy — somos los dos— una masa confusa de gusanos viscosos, una masa infinita, y en ese infinito (no, yo soy el infinito) grito en silencio, imploro la muerte, imploro un final. Pero simultaneamente me derramo en todas direcciones, y el dolor sube en mi, un sufrimiento mas vivo que los sufrimientos de la vigilia, un sufrimiento concentrado, una espada que traspasa las lejanias negras y rojas, un sufrimiento duro como la roca, y que crece, montana de dolor visible a la luz resplandeciente de otro mundo.
Un sueno entre los mas simples; no puedo narrar los otros, me faltan las palabras para expresar ese horror. En esos suenos, yo ignoraba la existencia de Harey, y no encontraba ningun rastro de otros sucesos recientes o antiguos.
Habia tambien suenos sin « imagenes ». En una oscuridad inmovil, una sombra « coagulada »; siento que me auscultan, lentamente, minuciosamente, pero sin ningun instrumento; ninguna mano me toca. Me siento sin embargo penetrado de lado a lado, me desmenuzo, me disgrego, ya solo queda el vacio, y a la nada total sucede el terror; este solo recuerdo precipita aun hoy los latidos de mi corazon.
Y los dias se sucedian, opacos, siempre semejantes; yo era indiferente a todo; solo temia la noche, y no sabia como escapar a los suenos. Harey no dormia; tendido junto a ella, yo huia del sueno; la estrechaba en mis brazos, la besaba. La ternura no era mas que un pretexto, un modo de postergar el momento de dormirme… No le habia hablado a Harey de esas horribles pesadillas; sin embargo, Harey algo adivino, pues yo creia ver en ella un sentimiento involuntario de profunda humillacion.
Como he dicho, hacia tiempo que yo no veia a Snaut ni a Sartorius. Snaut, no obstante, daba a veces senales de vida:, dejaba una esquela junto a mi puerta o me llamaba por telefono. Me preguntaba entonces si no habia observado ningun fenomeno nuevo, ningun cambio, cualquiera que fuese, que pudiera interpretarse como una reaccion a la experiencia tantas veces repetida. Yo le decia que no y le devolvia la pregunta; en el fondo de la pequena pantalla, Snaut se limitaba a menear la cabeza.
Quince dias despues de haber suspendido los experimentos, me desperte mas temprano que de costumbre; la pesadilla de la noche me habia agotado y sentia un entumecimiento de todos los miembros, como si me hubiera pasado largas horas bajo los efectos de un poderoso narcotico. Los primeros rayos del sol rojo iluminaban la ventana; un rio de llamas purpureas banaba la superficie del oceano, y observe que esa inmensa extension, que ningun movimiento perturbara en los dias anteriores, comenzaba a agitarse. Y de pronto un tenue velo de bruma cubrio el oceano negro; pero esa bruma palida parecia tener una consistencia tangible. Aqui y alla, un temblor agitaba la bruma; luego, poco a poco, la vibracion se extendio en todas direcciones hasta el horizonte. El oceano negro desaparecio del todo bajo espesas membranas onduladas, con excrecencias de color rosa y depresiones nacaradas. Esas extranas olas, suspendidas por encima del oceano, se confundieron bruscamente y no hubo nada