lejos de la claustrofobica desolacion de aquella finca.

Sentia que la rabia crecia en ella, una furia que se dirigia contra aquella mujer, por vivir como vivia, por no tener en cuenta que Fabian estaba muerto; rabia por su comportamiento patetico, porque pudiera existir, siquiera, un lugar como aquel. Despues penso en aquella vista, aquella magnifica vista que se ofrecia desde la ventana, y le parecio absurdo que el unico elemento de belleza en todo el lugar fuera la contemplacion de algo que estaba fuera de alli, en alguna otra parte.

Su casa estaba tranquila; tomo los periodicos del domingo que estaban junto a la alfombra de la entrada y con ellos en la mano se dirigio a la cocina. Oyo el leve zumbido del reloj electrico, el sordo respirar del calentador electrico. Todo parecia normal, sonidos normales, olores normales. La casa susurraba, suspiraba, crujia, como ese viejo amigo que siempre fue para ella. Se sintio comoda, segura. En casa.

Sono el telefono: era David.

– ?Hola, Alex! ?Te encuentras bien?

La voz sono torpe, como una intrusion en su paz e, instantaneamente, se sintio enfadada con el; pero despues recordo como lo habia tratado la noche anterior y se sintio triste y arrepentida.

– ?Hola, David! -le contesto haciendo un esfuerzo para que su voz sonara complacida, como si se alegrara de su llamada-. Si estoy bien… Mira, siento mucho lo ocurrido la noche pasada… No se lo que me paso.

– Debieron de ser los nervios, la tension, querida. Los dos estamos bajo una gran tension, la terrible impresion de lo que nos ha sucedido.

«?Gritame, por lo que mas quieras! Ponte duro conmigo, no seas tan asquerosamente amable y tolerante; insultame, llamame puta, haz que te tenga miedo», penso, pero no pudo decirlo.

– Si, tienes razon -dijo simplemente-. Corri detras de ti, te llame a gritos, agite los brazos, todos debieron de pensar que estaba chiflada.

David se rio.

– ?Por que?

– Queria pedirte disculpas.

– Te llame al llegar a casa. No me contesto nadie. Estuve muy preocupado, casi me senti enfermo.

– Me fui a mi despacho.

– ?A la agencia?

– Pense que me vendria bien intentar trabajar algo. Asi lo hice. Acabe durmiendo alli.

– Creo que el trabajo ayuda mucho en estas circunstancias, nos hace pensar en otras cosas, ?sabes? Pero no debes abusar. Tienes que tratar de descansar.

Alex vio su propio reflejo en la tostadora y al ver sus ojos aparto la mirada, incapaz de enfrentarse consigo misma. Alli estaba, mintiendo a sabiendas y sabiendo que estaba siendo creida, penso. Era como enganarse a si misma.

– He ido a ver a la madre de Carrie.

– ?Carrie? ?Lo sabia?

– No. Nada. Por lo visto no ve a su hija con frecuencia. Carrie esta ahora en algun lugar de Estados Unidos.

– Era una chiquilla muy bonita. -Su voz cambio de tono-. ?Que te parece si salimos a cenar alguna noche de esta semana?

– Me encantaria.

– ?El martes?

– De acuerdo.

Suspiro mientras colgaba el telefono y por un momento penso en el tiempo que habian estado juntos, cuando eran felices. ?O solo habian pretendido serlo? ?Habia sido todo, simplemente, un engano prolongado? Se preparo un bocadillo y se lo llevo consigo al salon, encendio la chimenea, puso una casete de Don Giovanni y se acurruco en el sofa.

Era ya casi de noche cuando se desperto con la cabeza pesada como quien ha tenido una pesadilla. Se sentia confusa y ardiendo. Sono que iba en coche con Fabian, por algun lugar: su hijo hizo un chiste sobre algo y ambos se rieron; su hijo parecio tan real en el sueno, tan increiblemente real, que tardo varios segundos en recordar que ya no podria viajar con el por ninguna parte, que ya no podrian volver a reir juntos. Se sentia triste, enganada y defraudada. Defraudada por el sueno y defraudada por la vida. Se levanto con el corazon lleno de tristeza y pesado como si fuera de plomo, se dirigio a la ventana y abrio las cortinas para dejar entrar el resto de luz del atardecer.

Deseo con toda el alma que su madre no hubiera muerto, que aun viviera alguien querido, mayor y mas inteligente, en quien poder confiar; alguien que hubiese pasado antes por ese mismo trance. Habia cosas en el hecho de ser un adulto a las que nunca se habia habituado. En cierto modo era como si hubiera llegado a ser esposa y madre sin dejar de ser una nina.

Abrio su bolso y saco de el la tarjeta postal que cogio en casa de la madre de Carrie: era una amplia vista panoramica sobre un rio, que mostraba en su orilla una avenida con grandes edificios universitarios. Le dio la vuelta: «Massachusetts Institute of Technology, Boston, Massachusetts» estaba impreso en la parte baja del reverso de la tarjeta. Miro la letra: grande, clara, recta.

Hola, mama: Este es un lugar realmente tranquilo. Me han ocurrido muchas cosas y he conocido a gente estupenda. Volvere a escribirte pronto. Con carino, C.

Habia una «X» escrita sin excesivo entusiasmo detras de la inicial de su nombre. Con la tarjeta en la mano Alex subio la escalera y entro en la habitacion de Fabian. El baul estaba sobre la cama como un ataud, penso con un estremecimiento. F.M.R. Hightower, habia sido escrito con grandes letras blancas, que ya empezaban a desvanecerse por el tiempo entre los aranazos y raspaduras de la tapa. Abrio la primera cerradura y el resorte de muelle salto con violencia y la golpeo en el dedo dolorosamente, por lo que procedio con mayor precaucion al abrir la segunda. Alzo la tapa del baul, rebusco entre las ropas y cogio el diario de su hijo. Lo abrio y saco las tarjetas postales sin escribir que habia encontrado en la mesa de trabajo de su hijo en Cambridge y las comparo con aquella que tenia en la mano y que habia cogido de casa de la madre de Carrie; aunque las vistas y fotografias eran diferentes, la marca y los datos de la compania impresora eran exactamente los mismos. Fruncio el ceno intrigada y su mirada recorrio la habitacion. Capto la mirada del retrato de Fabian, que le hizo bajar la vista, como si se sintiera cortada, culpable de lo que estaba haciendo.

La contraportada del diario tenia un pequeno departamento cerrado con cremallera y Alex lo abrio; en su interior habia unas hojas de papel de color rosa de las que se utilizan para tomar notas, con algo que parecia escrito con la letra de Carrie. El mensaje tenia la fecha 5 de enero y estaba dirigido a la direccion de Fabian en Cambridge. Decia asi:

Querido Fabian:

Por favor, deja tus persistentes llamadas telefonicas, que estan resultando molestas y enojosas para todos. Ya te he dicho que no quiero volver a verte y no hay nada que pueda hacer cambiar mi decision. No hay ningun otro como tu sigues insistiendo en creer. Es solo que no puedo resistir mas tus extranos habitos. Por favor, dejame sola. Con carino, C.

La misma «C» curvada y el mismo estilo de escritura de la tarjeta postal, pero habia algo diferente que llamo la atencion de Alex, aunque esta no pudiera decir de que se trataba. Leyo la nota de nuevo. Habitos extranos. «Habitos extranos», penso, intrigada, consciente de que otra vez empezaba a sentir frio en aquella habitacion, una sensacion desagradable de frio e incomodidad. Sono el timbre de la puerta. Miro su reloj: las seis y cuarto. Volvio a dejar todo en su sitio, en el diario; dejo este sobre el baul y se dirigio al piso de abajo.

Abrio la puerta y vio con disgusto a la mujer grande y de pelo oxigenado que estaba frente a ella.

– ?Hola, senora Hightower!

Alex vio su pequeno y bien cuidado sombrerito redondo, sus guantes de piel y su blusa inmaculada y bien planchada.

– ?Me recuerda? Soy Iris Tremayne. Sandy me sugirio que viniera. Estuve aqui la semana pasada.

Alex observo sus delgados labios pintados de color rosa que al hablar se abrian en los pliegues suaves de su

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