rostro, como una puerta secreta tras la cual se escondieran misterios insondables. Habia una firme determinacion en los ojos de la visitante, como si esta vez no estuviera dispuesta a marcharse de alli tan facilmente.
– Pase -dijo Alex, incapaz en ese momento de decir o pensar otra cosa.
– Usted me necesita, querida, puedo verlo -aseguro la mujer, que entro en la casa con aire posesivo.
Alex aun seguia teniendo en su mente las dos palabras de la nota, «extranos habitos», la mirada del retrato de su hijo, el repentino frio que invadio la habitacion. Recordo que la persona que habia decidido ver era Morgan Ford y la cita era para el dia siguiente.
– Me parece que hay un error… -comenzo.
Iris Tremayne recorrio con mirada imperiosa el recibidor y despues siguio a Alex a la sala de estar.
– Usted se siente preocupada, hay algo que la perturba, ?no es asi, querida?
Habia en la voz un debil matiz de ternura que impedia que imperara en ella su tono de mando.
– Es solo que estoy un poco inquieta, nerviosa, eso es todo.
– Comprendo que se sienta asi querida, con todo lo que esta ocurriendo.
Alex la miro recelosa.
– ?Que quiere decir…? ?Que esta sucediendo?
– Algo la esta inquietando, hay algo que la confunde y la trastorna, ?no es asi? Pude sentirlo tan pronto entre aqui. Y todo eso va en aumento. Tengo razon, ?verdad? Vamos, querida, digame que estoy en lo cierto.
Alex fijo los ojos en la visitante, repentinamente enojada por aquella intromision del todo inesperada en su vida privada. Tenia una cita para el dia siguiente y de momento no necesitaba hablar con nadie. Se pregunto si existiria algun tipo de conexion entre Morgan Ford e Iris Tremayne, si Morgan la habia localizado por medio del numero de Olivetti que le habia dado y era el quien le enviaba a Iris Tremayne. Ridiculo.
– ?Quiere una taza de te?
– ?Oh, no, querida! Gracias
Volvio a mirar a su alrededor.
– Tiene una casa muy bonita.
Llamo su atencion un cuadro en la pared y se dirigio a el senalandolo con el dedo.
– ?Es un Stubbs?
– No.
– Es el unico pintor de caballos que conozco.
– Es de mi marido.
– ?Es pintor?
Alex la miro con frialdad.
– No, el caballo. Solia tener varios. Uno de sus hobbies.
– No doy una en el clavo… Y supongo que deberia poder hacerlo… Con mi sensibilidad… pero parece como si esa sensibilidad nunca pudiera ser utilizada en favor de uno mismo. No conozco a nadie capaz de predecirse un ganador. Los cuadros de caballos transmiten una sensacion de calma, ?no es asi?
– Nunca pense en ello. -Alex la observo con impaciencia-. ?Que quiso dar a entender antes cuando me dijo que habia cosas que me estaban inquietando y molestando?
– Su espiritu no descansa, ?verdad, querida? Quiere que le ayudemos.
La medium se sento cuidadosamente en uno de los sillones, «como un paquete que se coloca en su sitio», penso Alex. Cerro los ojos con fuerza, inclino el cuerpo hacia adelante y con los guantes puestos sujeto su muneca derecha con la mano izquierda. Abrio los ojos y levanto la cabeza.
Por primera vez Alex creyo apreciar cierta expresion de duda en las maneras seguras y positivas de su visitante.
– No se preocupe, querida. -Los labios se distendieron en una sonrisa nerviosa y despues se encogieron como si tuvieran vida propia-. No le cobrare nada, nada en absoluto. Naturalmente puede hacer un donativo a una obra de caridad si asi lo quiere, pero eso es optativo, una opcion libre. -Alzo sus pestanas postizas hacia el techo y fruncio el ceno como si hubiera advertido una mancha en la pintura. Despues sonrio de nuevo, insegura-. Puede soportarlo, ?verdad, querida?
– Si -respondio Alex con frialdad-, puedo hacerlo.
– Esta por aqui, ?no es asi?
– ?Que quiere usted decir?
Iris Tremayne sacudio la cabeza y respiro con fuerza; de pronto sus hombros se contrajeron y volvieron a relajarse. Cerro los ojos y siguio sentada muy quieta. Alex la observo con curiosidad y de repente tuvo una profunda impresion de temor, como si algo la amenazara peligrosamente.
La mujer comenzo a temblar, casi imperceptiblemente. De repente sus temblores cesaron y se levanto erguida, con los ojos muy abiertos.
– Lo siento, querida -se disculpo-, he cometido una terrible equivocacion. No debi haber venido. -Su voz cambio y ahora sonaba fria como el hielo; la calma habia desaparecido de su rostro y daba la impresion de estar muy asustada-. No, no debi haber venido en absoluto. Una terrible equivocacion.
– ?Que quiere decir?
La visitante movio la cabeza.
– Sera mejor que me vaya -dijo abruptamente al tiempo que cogia su bolso.
De pronto Alex tuvo miedo.
– ?Que quiere decir? -repitio.
– Creo que debo irme, querida; no se trata en absoluto de lo que yo habia pensado.
Alex se fijo en la redonda blancura de sus ojos, en las oscuras pupilas que parecian escudrinar la habitacion, en las arrugas cenudas que se habian formado en su frente carnosa.
– ?No podria decirme, al menos, que pasa?
Iris Tremayne se sento por un momento, busco en su bolso y saco la polvera. La abrio, se oyo el clic del cierre y se miro en el pequeno espejo.
– He visto una senal -explico mientras se empolvaba la nariz.
Alex se dio cuenta de que su enfado crecia.
– Por favor, digame que significa todo esto.
La visitante se la quedo mirando, despues cerro la polvera de golpe. Vacilo un momento y seguidamente agito la cabeza.
– Debe creerme, querida. Sera mejor que me vaya, no hablar en absoluto de este asunto; olvidelo, olvide que he venido. Tenia usted razon, totalmente, en lo que me dijo la ultima vez que vine a verla. -Se levanto y se dirigio hacia la puerta. Se detuvo y trato de sonreir a Alex amablemente, pero temblaba demasiado para poder hacerlo-. De veras, creo que lo mejor que puedo hacer es marcharme, dejarlo todo. Si, creo que eso es lo mejor. No se preocupe, no tiene que pagarme nada.
– Oiga, quiero una explicacion, por favor.
Se oyo un golpe seco y apagado en el piso de arriba. Por un momento Alex penso en la posibilidad de que fuera solo cosa de su imaginacion, pero vio la mirada nerviosa de la mujer y supo que ella tambien lo habia oido.
– El esta trastornado, no encuentra la paz, querida.
– Voy a subir a ver que fue ese ruido.
– No, yo no lo haria. Lo he molestado, ya lo ve -dijo vacilando-. No le ha complacido mi visita, en absoluto. -La mujer movio la cabeza-. Deje las cosas como estan, querida, acepte mi consejo… Nunca he tenido… nunca he conocido nada como esto; tiene que dejarlo solo, si, dejelo solo, ignorelo. -De pronto dio un paso hacia Alex, le tomo una mano y se la apreto con firmeza. Alex sintio el frio de su mano a traves de la piel del guante-. Tiene que hacerlo, querida. -Se dio la vuelta y se dirigio al recibidor. Se oyo el clic de la puerta y la mujer se marcho.
Alex recorrio el salon con la mirada; la cabeza le daba vueltas, abrio las cortinas y miro fuera. Pudo ver a Iris Tremayne que caminaba calle abajo, con sus cortos pasos de pato, cada vez mas de prisa, como si tuviera ganas de correr, de escapar de alli, y no se atreviera a hacerlo.
CAPITULO XIII