charlatan; me parece que tu me crees, aunque tienes ciertas dudas. Para probar mi sinceridad estoy dispuesto a renunciar a mis honorarios, pero a cambio de ello tienes que hacer exactamente lo que diga.
Alex sacudio la cabeza.
– No -respondio-, no quiero seguir adelante.
– Alex -insistio el medium gentilmente-, no se puede entrar y salir del mundo de los espiritus como quien aprieta un boton o abre y cierra un grifo. Si uno no se enfrenta a esas cosas, son ellas las que llegan a enfrentarse con uno.
Alex sintio una vez mas el soplo helado que descendia sobre su nuca, como una brisa que soplaba dentro de su blusa, un horrible viento frio y humedo que hacia que la blusa se le pegara a la piel, como si se la hubiera puesto estando todavia mojada.
– ?Podrias hacer algo para descubrir la verdadera identidad del padre de tu hijo?
– Fui a visitar a un hombre en Wimpole Street. Un especialista en el tratamiento de la infecundidad, Saffier, doctor Saffier. Utilizaba el esperma de donantes que, segun el, elegian cuidadosamente para que coincidiera con los requerimientos de la esposa. -Hizo una pausa-. Color del cabello, de los ojos y cosas semejantes.
– ?Y logro ayudarte?
– Si.
– Creo que deberias ir a verlo y tratar de saber todo lo posible sobre ese John Bosley.
– Ni siquiera se si aun vive.
– Es muy importante -insistio Ford.
– ?Por que?
– Ya lo comprenderas.
Se abrio la puerta y entro David.
– ?Lo quiere con leche, senor Ford?
Ford se levanto.
– Lo siento, pero se me ha hecho tarde. Tengo que ponerme en camino.
– ?Quiere una escoba o se trajo la suya? -pregunto David sonriendo.
Ford se levanto y devolvio amablemente la sonrisa.
– ?Oh no, amigo mio! Yo no necesito esos artilugios. Me desmaterializare delante de sus ojos si no tiene inconveniente.
CAPITULO XXII
El Land Rover saltaba, hacia eses y patinaba sobre el camino fangoso. La nariz de Alex percibio el olor de los cerdos, vio algunos conejos deslumbrados por la luz de los faros, pero que antes de que llegara el coche saltaban y escapaban bajo la cerca que separaba el camino de los campos.
Era una noche muy clara; Alex podia ver las estrellas, la media luna y el oscuro contorno de la campina que se extendia como una sombra infinita.
– Gracias por dejarme venir contigo.
– No seas tonta.
– Esta noche no me hubiera gustado quedarme sola en la casa de Londres.
– No me sorprende. Ese tipo como-quiera-que-se-llame, Ford, te puso enferma de miedo con sus trucos.
Alex miro por el parabrisas, por encima de la rueda de recambio. El morro del Land Rover descendio y eso le permitio ver el resplandor del lago, que parecia iluminado desde el interior. El estanque medieval. Se estremecio. ?Como era que no podia apartar de su mente aquellas palabras? ?Por que siempre tenian para ella un sonido siniestro? Penso en una vieja carpa, de varios siglos de edad, como amenazante guardian de los abismos. Trato de apartar su mirada del lago, pero no pudo hacerlo, como si sus ojos se sintieran atraidos hacia el como el hierro por el iman.
– No era como yo me lo habia figurado -comento David.
– ?Que quieres decir?
– Bien… Tenia cierto sentido del humor; nunca pense que ese tipo de gente lo tuviera. Mas bien que eran mortalmente serios, mas que un difunto. Pero este parecia mas un agente de seguros que un medium.
– Eso mismo pense yo la primera vez que lo vi. Pero por lo visto tiene una excelente reputacion.
David detuvo el Land Rover bruscamente, tiro con fuerza del freno de mano y miro por la ventanilla.
Alex lo miro ansiosa.
– ?Que pasa, David?
Levanto un dedo y siguio conduciendo. Alex escucho el ruido del motor como el latido rapido de un corazon desbocado, miro a su alrededor y se sintio vulnerable, asustada, deseosa de llegar a la granja, sin detenerse en la oscuridad, cerca del lago y los campos.
– ?Maldita sea!
– ?Que sucede?
– Algunas ovejas han entrado en uno de los vinedos, precisamente en el que esta mi Chardonnay. No quiero que se queden ahi.
Alex sintio una ola de alivio que recorria su cuerpo.
– Manana por la manana tengo que reparar la verja.
– ?Te importara prestarme el Land Rover manana?
– No es muy divertido utilizarlo en Londres… Sera mejor que dejes el coche en Lewes y tomes alli el tren.
Alex afirmo con la cabeza.
– Pero haz lo que te parezca mejor. Quiero que descanses, que te relajes y recuperes las fuerzas.
Ella sonrio y dejo su brazo sobre el respaldo del asiento de su marido. Le hubiera gustado acariciarlo, abrazarlo; pero no le parecio justo hacerlo; ya era suficientemente malo lo que le estaba haciendo; no queria abrir de nuevo todas las viejas heridas. No, no era un comportamiento leal para con el… Ni para consigo misma, se dio cuenta despues de unos minutos de reflexion. Se sento junto a la mesa de la cocina y observo a David mientras abria una botella de su propio vino.
– ?Hiciste caso a Ford y no has comido nada desde seis horas antes?
Afirmo con la cabeza.
– No he comido nada desde el desayuno. ?Y tu?
– Estos dias solo suelo comer dos veces, desayuno y cena. -Abrio el frigorifico-. ?Quieres una tortilla?
– Me sorprende que no tengas tus propias gallinas; cuando estabamos en Londres siempre hablabas de lo mucho que te gustaria.
– En Londres eso hubiera sido una autentica novedad; aqui no lo seria. -Alex sonrio-. De todos modos, el vino y los huevos no se aparejan bien.
– ?Ni siquiera si las dejas picotear en tus vinas Chardonnay?
David dejo unos cuantos huevos sobre el escurreplatos.
– ?Que estuviste haciendo durante la sesion…el circulo, David?
– Me di cuenta que te movias mucho.
David hizo un guino y con la mano se dio unos golpecitos en el pecho. Seguidamente, se quito la chaqueta con cuidado y puso al descubierto una grabadora que llevaba sujeta al pecho, bajo la camisa.
– Lo tengo todo aqui. Ahora veremos quien de los dos tiene razon.
Desato las cintas que sujetaban la grabadora, apreto el boton de rebobinado y dejo el aparato sobre la mesa, enfrente de su esposa. Esta oyo el chirrido de la cinta al rebobinarse y alzo los ojos para mirarlo.
– ?Crees que obraste de modo inteligente?
– ?Que quieres decir?
– Podia haber ahuyentado a los espiritus.
– Nadie me dijo que estuviera prohibido utilizar una grabadora.
– Creo que debiste decirmelo.
– Si te lo hubiera dicho no me lo habrias permitido. -Lleno la copa de Alex y observo con aire preocupado como