Es posible que me haya resfriado. -Sintio que sus fuertes manos acariciaban sus hombros y trato de dejar de temblar, pero no pudo conseguirlo-. Haria cualquier cosa en este mundo para acabar con esta pesadilla.

– En ese caso consulta a un sacerdote -le sugirio con calma y volvio a acariciar con ternura sus hombros-. Creo que sera lo mejor para nosotros dos.

CAPITULO XXVII

Condujo ascendiendo la estrecha calle detras del campo de futbol del Chelsea, hasta llegar a una urbanizacion de casas modernas y se inclino hacia la ventanilla de la izquierda para poder leer los numeros de las casas. Confiaba en que al hombre que iba a visitar no le molestara que fuera a la hora del almuerzo.

El numero 38, como el resto, era una casita de dos pisos con un pequeno jardin en la parte delantera y se sintio un tanto molesta por tener que dejar el Mercedes aparcado delante de la puerta. Anduvo el pequeno camino que conducia a la puerta y llamo.

El cura le abrio la puerta. Vestia unos vaqueros limpios y bien planchados y un viejo jersey y llevaba en una mano una pieza de un juego de construccion Lego. Tenia un aspecto mas joven de lo que ella recordaba.

– ?Hola…! -saludo vacilando, sin saber como llamarlo. ?Reverendo? ?Senor?

– John Allsop -dijo saliendo en su ayuda al darse cuenta de su dificultad y trato de localizarla en su memoria. Un ligero parpadeo en el ojo derecho-. La senora Hightower, ?verdad?

Ella afirmo.

– Me alegro mucho de verla. ?Como esta usted?

El entusiasmo de su saludo la sorprendio y durante un momento se quedo sin saber que decir.

– Muy bien -respondio afirmando con la cabeza y despues se pregunto por que habia dicho eso.

– Me alegro. -Dejo descansar el peso de su cuerpo de una pierna a otra y miro el trozo de Lego que llevaba en una mano; se pregunto si estaba a punto de arrojarlo al aire, como un malabarista-. Me alegro -repitio.

– ?Seria posible que intercambiaramos unas palabras?

– Desde luego, pase.

Lo siguio por el estrecho pasillo de entrada. La sala de estar estaba cubierta de piezas de Lego, con una construccion que parecia una especie de grua en el centro.

El sacerdote sonrio disculpandose.

– Es terrible este juego, casi demasiado complicado para mi. Se lo regale a mi hijo en su cumpleanos. ?Nunca jugo a construir algo?

Alex nego con la cabeza.

– Me parece que va muy bien.

– Me temo que es obra de mi hijo y no mia.

Pasaron a un pequeno estudio en la parte posterior de la casa y el sacerdote la invito a sentarse en el unico sillon. Ella lo hizo mientras observaba a su alrededor. La habitacion estaba amueblada suavemente, casi con delicadeza, y en contraste con el despacho de trabajo de Philip, estaba inmaculadamente limpia y ordenada. Habia una pequena libreria de fabricacion casera, llena de libros religiosos que causaban la impresion de que se les quitaba el polvo a diario. Y algunos fosiles y fragmentos de ceramica en la repisa sobre una estufa electrica.

– ?Es ese su hobby, la arqueologia? -pregunto Alex.

– Si. -Su rostro se animo-. Esas piezas proceden de excavaciones en las que participe.

– Muy interesante -aprobo ella, confiando en que su voz reflejara en cierta medida el entusiasmo del sacerdote.

– Y usted, ?como sigue? Hace unos diez dias que fui a visitarla, ?no es asi?

Ella afirmo con la cabeza.

– La verdad es que no me encuentro muy bien.

– Son dias dificiles. Era hijo unico, ?verdad?

– Si.

– Y segun creo tiene tambien dificultades matrimoniales, ?no es asi?

– Si.

– En ocasiones este tipo de desgracias puede unir mas a las personas -dijo el cura amablemente.

Alex movio la cabeza y sonrio con tristeza.

– Nosotros mantenemos buenas relaciones amistosas, pero me temo que nunca volveremos a vivir juntos - explico amablemente.

De repente recordo que Allsop le habia dicho que su esposa fallecio recientemente y se ruborizo. No deseaba que se sintiera incomodo.

– Y usted, ?como se las arregla para sacar adelante a su hijo?

– Todo va bien -respondio y vio que una expresion triste cruzaba su rostro-. La gente piensa que las cosas son mas faciles para gente como yo; pero nosotros tenemos los mismos sentimientos.

– Ademas de la fe.

El sacerdote sonrio de nuevo.

– A veces sometida a duras pruebas. En especial cuando mi hijo rechaza mis sermones.

Alex sonrio.

– ?Como va su libro?

– ?Ah, lo recuerda! Muy despacio, me temo.

– Eso es lo que siempre dicen mis clientes.

– Es dificil auto disciplinarse. Pero la estoy desviando del objeto de su visita. -La interrogo con la mirada.

– La verdad es que no se por donde empezar. -Junto las manos y entrelazo los dedos-. Estan ocurriendo cosas muy extranas y estoy asustada.

Su ojo repitio el tic nervioso.

– ?Que cosas?

– No se exactamente como describirlas. Cosas raras, malignas, cosas para las que realmente no hay explicacion logica.

– ?Quiere usted decir que la mente le esta causando alucinaciones?

– No, no son alucinaciones.

– La afliccion hace que la mente nos juegue todo tipo de trucos.

Alex nego con la cabeza.

– No son trucos. No, no lo son realmente. Yo no soy una persona nerviosa; no tengo una imaginacion desbordada. -Lo miro y apreto aun mas sus dedos-. En mi casa estan ocurriendo cosas muy extranas y yo no soy la unica que lo cree asi. -Miro al sacerdote y deseo que fuera mas viejo; parecia demasiado joven, inmaduro, penso-. Se me ha aconsejado… -hizo una pausa, sintiendose como una chiflada bajo su mirada preocupada- que haga celebrar un exorcismo.

Los ojos del cura se abrieron y Alex se dio cuenta de que la miraba fijamente durante mucho tiempo.

– ?Un exorcista?

– Debe usted pensar que estoy loca.

– No, no pienso nada de eso en absoluto, pero creo que deberemos hablar de esas cosas que la asustan, ver si encontramos una razon que las explique -hizo una pausa-, y quiza demos con una solucion alternativa.

– ?Cree usted posible que tengamos esa conversacion en mi casa?

El la miro vacilante.

– Naturalmente, si lo cree mejor para usted. Vere mi diario.

– ?No podria usted venir ahora?

Miro su reloj con aire preocupado.

– Tengo que ir a la escuela a recoger a mi hijo a las cuatro. -La volvio a mirar con la mayor seriedad reflejada en su rostro-. Bueno, esta bien.

Alex descubrio un sitio libre donde aparcar no lejos de su casa y aminoro la marcha.

– Un coche muy bonito -dijo el parroco.

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