de aquella mirada tranquila y lenta. «Vendre a verte», le habia dicho Grekov. Daba la impresion de que no hubiera ninguna relacion entre esas palabras y las precedentes a proposito del inminente ataque aleman y las escasas posibilidades que tenian de salir con vida, pero la relacion existia y Katia la habia intuido.

Grekov no era como los oficiales que habia visto cerca de Kotluban. Nunca amenazaba a la gente ni gritaba, y sin embargo le obedecian. Ahi estaba sentado, fumando y charlando como un soldado mas. Pero su autoridad era inmensa.

Katia apenas habia intercambiado unas palabras con Seriozha. A veces le daba la impresion de que estaba enamorado de ella, pero que se sentia tan impotente como ella ante aquel hombre al que ambos temian y admiraban. Shaposhnikov era debil, inexperto, pero ella deseaba pedirle ayuda, decirle: «Sientate a mi lado». A veces era ella quien queria consolarlo. Cuando hablaba con el tenia una extranisima sensacion, como si no existiera la guerra ni la casa 6/1. Seriozha, como si se diera cuenta, intentaba adoptar unas maneras rudas. Un dia incluso habia blasfemado en su presencia.

Ahora tenia la impresion de que existia una relacion cruel entre sus pensamientos, sus sensaciones confusas y el hecho de que Grekov quisiera mandar a Shaposhnikov al asalto de la casa ocupada por los alemanes.

Al oir el tiroteo de los subfusiles imaginaba a Shaposhnikov yaciendo sobre un monton de ladrillos rojos, con su cabeza sin rasurar colgando inerte.

La embargo un sentimiento de compasion desgarrador hacia Seriozha, mientras en su alma se confundian las variadas llamaradas nocturnas, el horror y la admiracion por Grekov, que habia iniciado el ataque contra las divisiones acorazadas alemanas, y los recuerdos de la madre. Se dijo que estaria dispuesta a sacrificarlo todo por volver a ver a Seriozha vivo.

«?Y si te dijeran: tu madre o el?», penso. Luego oyo pasos y se aferro con los dedos a los ladrillos, aguzando el oido.. El tiroteo se extinguio. El silencio lo engullo todo. Comenzo a sentir una picazon en la espalda, en los hombros y la parte baja de las piernas, pero tenia miedo de rascarse y hacer el menor ruido.

Todos preguntaban a Batrakov por que siempre se estaba rascando, y el respondia: «Son los nervio». Pero ayer habia confesado: «Me he encontrado once piojos». Y Kolomeitsev se habia burlado de el: «Un piojo nervioso ha atacado a Batrakov».

A ella la han matado. Los soldados arrastran su cadaver a una fosa, diciendo: «Pobre chica. Esta cubierta de piojos».

Pero ?es posible que se tratara realmente de nervios? Comprendio que en la oscuridad un hombre se acercaba a ella, un hombre de carne y hueso, que no era un producto de su imaginacion, ni el resultado de los haces de luz y los fragmentos de tiniebla, ni de esperar con el alma en un hilo.

– ?Quien es?

– No tengas miedo. Soy yo -respondio la oscuridad.

18

– El ataque no sera hoy. Grekov lo ha aplazado hasta manana. Hoy son los alemanes los que avanzan. Y ademas queria decirte que nunca he leido la Cartuja esa.

Katia no respondio.

Seriozha intento distinguirla en la oscuridad y el fuego de una explosion llego para cumplir su deseo, iluminando el rostro de la chica. Un segundo despues se hizo el silencio otra vez, y ellos, por un acuerdo tacito, se pusieron a esperar una nueva explosion, otro destello de luz. Seriozha le cogio la mano y le apreto los dedos. Era la primera vez en su vida que le cogia la mano a una chica.

La radiotelegrafista sucia, infestada de piojos, permanecia sentada en silencio. Seriozha pudo ver su cuello blanco en la oscuridad.

Otra bengala los ilumino y sus cabezas se aproximaron. El la tomo entre sus brazos y ella cerro los ojos. Los dos conocian esa historia que se contaba en la escuela: quien besa con los ojos abiertos es que no esta enamorado.

– No es una broma, ?verdad? -pregunto Seriozha.

Kana presiono las manos contra las sienes del chico y le obligo a volver la cabeza hacia ella.

– Es para toda la vida -se respondio a si mismo Seriozha lentamente,

– Es extrano -dijo ella-. Tengo miedo de que entre alguien. Y hasta ahora siempre me alegraba cuando venia alguien: Liajov, Kolomeitsev, Zubarev…

– Grekov -anadio Seriozha.

– Oh, no -se rebelo Katia.

Seriozha le beso el cuello, desabrocho el boton metalico del cuello de su guerrera, rozo con los labios el hueco de su garganta sin atreverse a deslizarse por sus pechos. Ella acariciaba sus cabellos hirsutos y sucios como si fuera un nino, y se daba cuenta de que todo lo que estaba pasando era inevitable, era preciso que ocurriera asi.

El miro la esfera luminosa de su reloj.

– ?Quien os guiara manana? -pregunto ella-. ?Grekov?

– ?Por que preguntas eso ahora? Iremos nosotros solos, ?por que deberia guiarnos?

Volvio a abrazarla y sintio un frio repentino en los dedos y en el pecho por la determinacion y la emocion. Ella estaba medio acostada sobre su abrigo y parecia que no respiraba. Seriozha sintio bajo sus dedos el tejido burdo y polvoriento de la guerrera y la falda, el material aspero de sus botas. Sintio en las manos el calor de su cuerpo. Ella intento sentarse, pero el comenzo a besarla otra vez. Una explosion de bengala ilumino por unos instantes la gorra de la chica, que se habia deslizado sobre los ladrillos, y su rostro, que en esos segundos le parecio el de una desconocida. Luego se sumieron en la oscuridad, una oscuridad espesa…

– ?Katia!

– ?Que?

– Nada, solo queria oir tu voz. ?Por que no me miras?

– ?No, no quiero!

Katia penso de nuevo en el y en su madre, ?a quien queria mas?

– Perdoname -dijo Katia.

Sin entender a que se referia, Seriozha dijo:

– No tengas miedo, esto es para toda la vida, si es que vivimos.

– No, es que pensaba en mi madre.

– La mia esta muerta. Hasta ahora no me habia dado cuenta; la deportaron por mi padre.

Se durmieron sobre el abrigo, abrazados; Grekov se acerco a ellos y los miro mientras dormian: la cabeza del operador de mortero Shaposhnikov descansaba sobre el hombro de la radiotelegrafista; su brazo la rodeaba por la espalda, como si tuviera miedo de perderla. Estaban tan inmoviles y silenciosos que a Grekov le parecieron muertos.

Al amanecer Liajov se asomo al sotano y grito:

– ?Oye, Shaposhmkov! ?Eh, Vengrova! El jefe quiere veros. Rapido, moveos.

En la fria y brumosa penumbra el rostro de Grekov era duro, despiadado. Apoyaba sus anchas espaldas contra la pared mientras los cabellos desgrenados le caian sobre su frente baja.

Estaban delante de el, apoyandose ahora sobre un pie ahora sobre el otro, sin darse cuenta de que estaban cogidos de la mano.

– ?Bien, veamos! -dijo Grekov, y las aletas de su nariz aplastada se le hincharon-. Shaposhnikov, tu iras al Estado Mayor del regimiento, te destaco alli.

Seriozha sintio como se estremecian los dedos de la joven y los apreto; ella, a su vez, sintio que sus dedos temblaban. Trago una bocanada de aire; la lengua y el paladar estaban secos.

El silencio invadio el cielo encapotado y la tierra. Parecia que los hombres que yacian hacinados, cubiertos con sus abrigos, no durmieran, sino que esperaran aguantando la respiracion.

Todo alrededor era maravilloso y familiar. Seriozha penso: «Nos expulsan del paraiso, nos separan como esclavos», al tiempo que miraba a Grekov con unos ojos llenos de odio y suplica.

Grekov entorno los ojos mientras estudiaba el rostro de Katia, y su mirada le parecio a Seriozha repugnante,

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