Todavia no se habia apagado este grito cuando en la Luna aparecio mi primo corriendo. No parecia asustado, ni siquiera sorprendido; poso las manos en el suelo para la cabriola de siempre, pero esta vez despues de lanzarse al aire se quedo alli, suspendido, como ya le habia sucedido a la pequena Xlthlx, dio volteretas por un momento entre Luna y Tierra, se puso cabeza abajo y con un esfuerzo de los brazos como el que nadando debe vencer una corriente, se dirigio, con insolita lentitud, hacia nuestro planeta.

Desde la Luna los otros marineros se apresuraron a seguir su ejemplo. Ninguno pensaba en hacer llegar a la barca la leche recogida, ni el capitan los amonestaba por eso. Ya habian esperado demasiado, la distancia era ahora dificil de atravesar; por mas que trataban de imitar el vuelo o la natacion de mi primo, se quedaron gesticulando, suspendidos en medio del cielo. -?Aprieten filas, imbeciles, aprieten filas! -grito el capitan. A su orden, los marineros trataron de reagruparse, de juntarse, de pujar todos juntos para llegar a la zona de atraccion terrestre, hasta que de pronto una cascada de cuerpos se zambullo en el mar.

Ahora las barcas remaban para recogerlos. -?Esperen! ?Falta la senora! -grite. La mujer del capitan tambien habia intentado el salto pero habia quedado suspendida a pocos metros de la Luna y movia muellemente los brazos plateados en el aire. Me trepe a la escalerilla y en el vano intento de ofrecerle un asidero le tendia el arpa. -?No llego! ?Hay que ir a buscarla! -y trate de lanzarme blandiendo el arpa. Sobre mi, el enorme disco lunar no parecia ya el mismo de antes, tanto se habia achicado, y ahora se iba contrayendo cada vez mas como si fuese mi morada la que lo alejaba, y el cielo desocupado se abria como un abismo en cuyo fondo las eserellas se iban multiplicando y la noche se volcaba sobre mi como un rio de vacio, me inundaba de zozobra y de vertigo.

'?Tengo miedo! -pense-. ?Tengo demasiado miedo para tirarme! ?Soy un cobarde!' y en aquel momento me tire. Nadaba por el cielo furiosamente, tendia el arpa hacia ella, y ella en vez de venir a mi encuentro se volvia sobre si misma mostrandome ya la cara, ya el trasero.

– ?Unamonos! -grite, y ya la alcanzaba y la aferraba por la cintura y enlazaba mis miembros con los suyos-. ?Unamonos y caigamos juntos! -y concentraba mis fuerzas en unirme mas estrechamente a ella, y mis sensaciones en gustar la plenitud de aquel abrazo. Tanto que tarde en darme cuenta de que estaba arrancandola de su estado de suspension, pero para hacerla caer en la Luna. ?No me di cuenta? ?O esta habia sido desde el principio mi intencion? Todavia no habia conseguido formular un pensamiento y ya un grito irrumpia de mi garganta: -?Yo soy el que se quedara contigo un mes! -y- ?Sobre ti! -gritaba en mi excitacion-: ?Yo sobre ti un mes! -y en aquel momento la caida en el cielo lunar habia disuelto nuestro abrazo, nos habia hecho rodar a mi aqui y a ella alla entre las frias escamas.

Alce los ojos como cada vez que tocaba la corteza de la Luna, seguro de encontrar encima de mi el nativo mar como un techo desmesurado, y lo vi, si, lo vi esta vez, ?pero cuanto mas alto, y cuan exiguamente limitado por sus contornos de costas y escollos y promontorios, y que pequenas parecian las barcas e irreconocibles las caras de los companeros y debiles sus gritos! Me llego un sonido poco distante: la senora Vhd Vhd habia encontrado su arpa y la acariciaba insinuando un acorde apesadumbrado como un llanto.

Comenzo un largo mes. La Luna giraba lenta en torno a la Tierra. En el globo suspendido veiamos no ya nuestra orilla familiar sino el transcurrir de oceanos profundos como abismos, y desiertos de lapilli incandescentes, y continentes de hielo, y selvas culebreantes de reptiles, y las paredes de roca de las cadenas montanosas cortadas por el filo de los rios impetuosos, y ciudades palustres, y necropolis de tosca, y reinos de arcilla y fango. La lejania untaba todas las cosas del mismo color; manadas de elefantes y mangas de langosta recorrian las llanuras tan igualmente vastas y densas y tupidas que no se diferenciaban.

Debia haber sido feliz: como en mis suenos estaba solo con ella, la intimidad con la Luna tantas veces envidiada a mi primo y la de la senora Vhd Vhd eran ahora mi exclusivo privilegio, un mes de dias y noches lunares se extendia ininterrumpido delante de nosotros, la corteza del satelite nos nutria con su leche de sabor acido y familiar, nuestra mirada se alzaba hacia el mundo donde habiamos nacido, finalmente recorrido en toda su multiforme extension, explorado en paisajes jamas vistos por ningun terraqueo, o contemplaba las estrellas mas alla de la Luna, grandes como frutas de luz maduras en los curvos ramos del cielo, y todo superaba las esperanzas mas luminosas, y en cambio, en cambio era el exilio.

No pensaba mas que en la Tierra. La Tierra era la que hacia que cada uno fuera ese y no otro; aqui arriba, arrancado de la Tierra, era como si yo no fuese yo, ni ella para mi ella. Estaba ansioso por volver a la Tierra, y temblaba de miedo de haberla perdido. El cumplimiento de mi sueno de amor habia durado solo el instante en que nos habiamos unido rodando entre Tierra y Luna; privado de su suelo terrestre, mi enamoramiento solo conocia ahora la nostalgia desgarradora de aquello que nos faltaba: un donde, un alrededor, un antes, un despues. Esto era lo que yo sentia. ?Y ella? Al preguntarselo estaba dividido en mis temores. Porque si tamien ella solo pensaba en la Tierra, podia ser una buena senal, senal de que habia llegado finalmente a un entendimiento conmigo, pero podia ser tambien senal de que todo habia sido inutil, de que unicamente al sordo seguian apuntando sus deseos. En cambio, nada. No alzaba jamas la mirada al viejo planeta, andaba palida por aquellas landas murmurando cantinelas y acariciando el arpa, como ensimismada en su provisional (asi creia yo) condicion lunar. ?Era senal de que habia vencido a mi rival? No; habia perdido; una derrota desesperada. Porque ella habia comprendido que el amor de mi primo era solo para la Luna, y lo unico que queria ahora era convertirse en Luna, asimilarse al objeto de aquel amor extrahumano.

Cumplido que hubo la Luna su vuelta del planeta, nos encontramos de nuevo sobre los Escollos de Zinc. Con estupor los reconoci: ni siquiera en mis mas negras previsiones me habia esperado verlos tan empequenecidos por la distancia. En aquel mar como un charco los companeros habian vuelto a navegar sin la escalera ahora inutil, pero desde las barcas se alzo como una selva de largas lanzas; cada uno blandia la suya, provista en la punta de un arpon o garfio, quiza con la esperanza de raspar todavia un poco del ultimo requeson lunar y quiza de tendernos a nosotros, pobres desgraciados de aqui arriba, alguna ayuda.

Pero en seguida se vio claramente que no habia pertiga bastante larga para alcanzar la Luna, y cayeron, ridiculamente cortas, humilladas, para flotar en el mar; y alguna barca en aquel desbarajuste perdio el equilibrio y se volco. Pero justo entonces desde otra embarcacion empezo a levantarse una mas larga, arrastrada hasta alli al ras del agua; debia de ser de bambu, de muchas y muchas canas de bambu encajadas una en otra, y para levantarla habia que andar despacio a fin de que -fina como era- las oscilaciones no la despedazaran, y manejarla con gran fuerza y destreza para que el peso totalmente vertical no hiciera perder el equilibrio a la barquita.

Y si: era evidente que la punta de aquella asta tocaria la Luna, y la vimos rozar y hacer presion en su suelo escamoso, apoyarse alli un momento, dar casi un pequeno empujon, incluso un fuerte empujon que la hacia alejarse de nuevo, y despues volver a golpear en aquel punto como de rebote, y de nuevo alejarse. Y entonces lo reconoci, los de -yo y la senora- reconocimos a mi primo, no podia ser sino el, el que jugaba su ultimo juego con la Luna, una artimana de las suyas, con la Luna en la punta de la cana como si la sostuviera en equilibio. Y comprendimos que su destreza no apuntaba a nada, no pretendia alcanzar ningun resultado practico, incluso se hubiera dicho que iba empujando a la Luna, que favorecia su alejamiento, que la queria acompanar en su orbita mas distante. Y tambien esto era de el, de el que no sabia concebir deseos contrarios a la naturaleza de la Luna y a su curso y su destino, y si la Luna ahora tendia a alejarse, pues el gozaba de este alejamiento como habia gozado hasta entonces de su cercania.

?Que debia hacer, frente a esto, la senora Vhd Vhd? Solo en aquel instante mostro hasta que punto su enamoramiento del sordo no habia sido un capricho frivolo sino un voto sin recompensa. Si lo que mi primo amaba ahora era la Luna lejana, ella permaneceria lejana, en la Luna. Lo intui viendo que no daba un paso hacia el bambu, sino que solo dirigia el arpa hacia la Tierra alta en el cielo, pellizcando las cuerdas. Digo que la vi, pero en realidad solo de reojo aprese su imagen, porque apenas el asta toco la corteza lunar, yo salte para aferrarme a ella, y ya, rapido como una serpiente, trepaba por los nudos del bambu, subia a fuerza de rodillas, liviano en el espacio enrarecido, impulsado como por una fuerza de la naturaleza que me ordenaba volver a la Tierra, olvidando el motivo que me habia llevado arriba, o quiza mas consciente que nunca de el y de su final desafortunado, y en el escalamiento de la pertiga ondulante habia llegado ya al punto en que no necesitaba hacer esfuerzo alguno sino solo dejarme deslizar cabeza abajo atraido por la Tierra, hasta que en esa carrera la cana se rompio en mil pedazos y yo cai al mar entre las barcas.

Era el dulce retorno, la patria recobrada, pero mi pensamiento solo era de dolor por haberla perdido, y mis ojos apuntaban a la Luna por siempre inalcanzable, buscandola. Y la vi. Estaba alli donde la habia dejado, tendida en una playa justo sobre nuestras cabezas, y no decia nada. Era del color de la Luna; apoyaba el arpa en su costado, y movia una mano en arpegios lentos y espaciados. Se distinguia bien la forma del pecho, de los brazos, de las caderas, asi como la recuerdo todavia, como aun ahora que la Luna se ha convertido en ese circulito chato y lejano, sigo buscandola siempre con la mirada, apenas asoma el primer gajo en el cielo, y cuanto mas crece mas me

Вы читаете Las Cosmicomicas
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату