cuerdas vocales. Un trepa, una sabandija que pretendia hacerse un nombre a costa de la Velo Granell y de Mijail Kolvenik. Solo me consuela pensar que nunca pudo probar nada. Su obstinacion acabo con su carrera. Fue el quien se saco de la manga todo aquel escandalo de los cuerpos…
– ?Cuerpos?
Shelley se sumio en un largo silencio. Nos miro a ambos y la sonrisa cinica volvio a aflorar.
– Ese tal inspector Florian… -pregunto Marina. ?Sabe donde podriamos encontrarle?
– En un circo, con el resto de los payasos -replico Shelley.
– ?Conocio usted a Benjamin Sentis, doctor? -pregunte, tratando de reconducir la conversacion.
– Por supuesto -repuso Shelley. Trataba con el regularmente. Como socio de Kolvenik, Sentis se encargaba de la parte administrativa de la Velo Granell. Un hombre avaricioso que no conocia su lugar en el mundo, en mi opinion. Podrido por la envidia.
– ?Sabia que el cuerpo del senor Sentis fue encontrado hace una semana en las alcantarillas? -pregunte.
– Leo los periodicos respondio friamente.
– ?No le parecio extrano?
– No mas que el resto de lo que se ve en la prensa -replico Shelley. El mundo esta enfermo. Y yo empiezo a estar cansado. ?Alguna cosa mas?
Estaba por preguntarle acerca de la dama de negro cuando Marina se me adelanto, negando con una sonrisa. Shelley alcanzo un llamador de servicio y tiro de el. Maria Shelley hizo acto de presencia, la mirada pegada a los pies.
– Estos jovenes ya se iban, Maria.
– Si, padre.
Nos incorporamos. Hice ademan de recuperar la fotografia, pero la mano temblorosa del doctor se me adelanto.
– Esta fotografia me la quedo yo, si no os importa…
Dicho esto, nos dio la espalda y con un gesto indico a su hija que nos acompanase hasta la puerta.
Justo antes de salir de la biblioteca me volvi a echar un ultimo vistazo al doctor y pude ver que lanzaba la fotografia al fuego.
Sus ojos vidriosos la contemplaron arder entre las llamas.
Maria Shelley nos guio en silencio hasta el vestibulo y una vez alli nos sonrio a modo de disculpa.
– Mi padre es un hombre dificil pero de buen corazon… justifico. La vida le ha dado muchos sinsabores y a veces su caracter le traiciona…
Nos abrio la puerta y encendio la luz de la escalera. Lei una duda en su mirada, como si quisiera decirnos algo, pero temiese hacerlo. Marina tambien lo advirtio y le ofrecio su mano en senal de agradecimiento. Maria Shelley la estrecho. La soledad rezumaba por los poros de aquella mujer como un sudor frio.
– No se lo que mi padre les habra contado… -dijo, bajando la voz y volviendo la vista, temerosa.
– ?Maria? -llego la voz del doctor desde el interior del piso. ?Con quien hablas?
Una sombra cubrio la faz de Maria.
– Ya voy, padre, ya voy…
Nos tendio una ultima mirada desolada y se metio en el piso. Al volverse, adverti que una pequena medalla pendia de su garganta. Hubiera jurado que era la figura de una mariposa con las alas negras desplegadas. La puerta se sello sin darme tiempo a asegurarme.
Nos quedamos en el rellano, escuchando la voz atronadora del doctor en el interior destilando furia sobre su hija. La luz de la escalera se extinguio. Por un instante crei oler a carne en descomposicion.
Provenia de algun punto de las escaleras, como si hubiese un animal muerto en la oscuridad. Me parecio entonces escuchar pasos que se alejaban hacia lo alto y el olor, o la impresion, desaparecio.
– Vamonos de aqui -dije.
Capitulo 14
En el camino de vuelta a casa de Marina, adverti que ella me observaba de reojo.
– ?No te vas a pasar las Navidades con tu familia?
Negue, con la vista perdida en el trafico.
– ?Por que no?
– Mis padres viajan constantemente. Hace ya algunos anos que no pasamos las Navidades juntos.
Mi voz sono acerada y hostil, sin pretenderlo. Hicimos el resto del camino en silencio. Acompane a Marina hasta la verja del caseron y me despedi de ella.
Caminaba de vuelta al internado cuando empezo a llover. Contemple a lo lejos la hilera de ventanas en el cuarto piso del colegio. Habia luz tan solo en un par de ellas. La mayoria de los internos habia partido por las vacaciones de Navidad y no volveria hasta dentro de tres semanas. Cada ano sucedia lo mismo. El internado quedaba desierto y unicamente un par de infelices permanecia alli al cuidado de los tutores. Los dos cursos anteriores habian sido los peores, pero este ano ya no me importaba. De hecho, lo preferia. La idea de alejarme de Marina y German se me hacia impensable. Mientras estuviese cerca de ellos no me sentiria solo.
Ascendi una vez mas las escaleras hacia mi cuarto. El corredor estaba silencioso, abandonado. Aquel ala del internado estaba desierta. Supuse que solo quedaria dona Paula, una viuda que se encargaba de la limpieza y que vivia sola en un pequeno apartamento en el tercer piso. El murmullo perenne de su televisor se adivinaba en el piso inferior. Recorri la hilera de habitaciones vacias hasta llegar a mi dormitorio. Abri la puerta. Un trueno rugio sobre el cielo de la ciudad y todo el edificio retumbo. La luz del relampago se filtro entre los postigos cerrados de la ventana. Me tendi en la cama sin quitarme la ropa. Escuche la tormenta desgranar en la oscuridad. Abri el cajon de mi mesita de noche y saque el apunte a lapiz que German habia hecho de Marina aquel dia en la playa. Lo contemple en la penumbra hasta que el sueno y la fatiga pudieron mas. Me dormi sujetandolo como si se tratase de un amuleto. Cuando me desperte, el retrato habia desaparecido de mis manos.
Abri los ojos de repente. Senti frio y el aliento del viento en la cara. La ventana estaba abierta y la lluvia profanaba mi habitacion. Aturdido, me incorpore. Tantee la lamparilla de noche en la penumbra. Pulse el interruptor en vano. No habia luz. Fue entonces cuando me di cuenta de que el retrato con el que me habia dormido no estaba en mis manos, ni sobre la cama o el suelo. Me frote los ojos, sin comprender. De pronto lo note. Intenso y penetrante. Aquel hedor a podredumbre. En el aire. En la habitacion. En mi propia ropa, como si alguien hubiese frotado el cadaver de un animal en descomposicion sobre mi piel mientras dormia. Aguante una arcada y, un instante despues, me entro un profundo panico.
No estaba solo. Alguien o algo habia entrado por aquella ventana mientras dormia.
Lentamente, palpando los muebles, me aproxime a la puerta. Trate de encender la luz general de la habitacion. Nada. Me asome al corredor, que se perdia en las tinieblas. Senti el hedor de nuevo, mas intenso. El rastro de un animal salvaje. Subitamente, me parecio entrever una silueta penetrando en la ultima habitacion.
– ?Dona Paula? -llame, casi susurrando.
La puerta se cerro con suavidad. Inspire con fuerza y me adentre en el corredor, desconcertado. Me detuve al escuchar un siseo reptil, susurrando una palabra. Mi nombre. La voz provenia del interior del dormitorio cerrado.
– ?Dona Paula, es usted? -tartamudee, intentando controlar el temblor que invadia mis manos.
Di un paso hacia la oscuridad.
La voz repitio mi nombre. Era una voz como jamas la habia escuchado. Una voz quebrada, cruel y sangrante de maldad. Una voz de pesadilla. Estaba varado en aquel pasillo de sombras, incapaz de mover un musculo. De pronto, la puerta del dormitorio se abrio con una fuerza brutal. En el espacio de un segundo interminable me parecio que el pasillo se estrechaba y se encogia bajo mis pies, atrayendome hacia aquella puerta.