puro apagado en sus labios y tenia mas pelo en cada ceja que la mayoria de la gente en toda la cabeza.

– ?Que sabeis vosotros de Kolvenik? ?Quienes sois? ?Quien os ha dado esta direccion?

Florian no hacia preguntas, las ametrallaba. Nos hizo pasar, tras echar un vistazo al exterior como si temiese que alguien nos hubiese seguido. El interior de la casa era un nido de cochambre y olia a trastienda. Habia mas papeles que en la biblioteca de Alejandria, pero todos ellos revueltos y ordenados con un ventilador.

– Pasad al fondo.

Cruzamos frente a una habitacion en cuya pared se distinguian decenas de armas. Revolveres, pistolas automaticas, mauseres, bayonetas… Se habian empezado revoluciones con menos artilleria.

– Virgen Santa… murmure.

– A callar, que esto no es una capilla corto Florian, cerrando la puerta de aquel arsenal.

El fondo al que aludia era un pequeno comedor desde el que se contemplaba toda Barcelona. Incluso en sus anos de retiro, el inspector seguia vigilando desde lo alto. Nos senalo un sofa plagado de agujeros. Sobre la mesa habia una lata de alubias a la mitad y una cerveza Estrella Dorada, sin vaso. “Pension de policia; vejez de pordiosero”, pense. Florian se sento en una silla frente a nosotros y cogio un despertador de mercadillo.

Lo planto de un golpe sobre la mesa, de cara a nosotros.

– Quince minutos. Si en un cuarto de hora no me habeis dicho algo que yo no sepa, os echo a patadas de aqui.

Nos llevo bastante mas de quince minutos relatar todo lo que habia sucedido. A medida que escuchaba nuestra historia, la fachada de Victor Florian se fue agrietando. Entre los resquicios adivine al hombre gastado y asustado que se ocultaba en aquel agujero con sus diarios viejos y su coleccion de pistolas. Al termino de nuestra explicacion Florian tomo su puro y, tras examinarlo en silencio durante casi un minuto, lo encendio.

Luego, con la vista perdida en el espejismo de la ciudad en la bruma, empezo a hablar.

Capitulo 16

– En 1945 yo era inspector de la brigada judicial de Barcelona -empezo Florian. Estaba pensando en pedir el traslado a Madrid cuando fui asignado al caso de la Velo Granell. La brigada llevaba cerca de tres anos investigando a Mijail Kolvenik, un extranjero con pocas simpatias entre el regimen…, pero no habian sido capaces de probar nada. Mi predecesor en el cargo habia renunciado. La Velo Granell estaba rodeada por un muro de abogados y un laberinto de sociedades financieras donde todo se perdia en una nube. Mis superiores me lo vendieron como una oportunidad unica para labrarme una carrera. “Casos como aquellos te colocaban en un despacho en el ministerio con chofer y horario de marques”, me dijeron. La ambicion tiene nombre de botarate…

Florian hizo una pausa, saboreando sus palabras y sonriendo con sarcasmo para si mismo. Mordisqueaba aquel puro como si fuese una rama de regaliz.

– Cuando estudie el dossier del caso -continuo, comprobe que lo que habia empezado como una investigacion rutinaria de irregularidades financieras y posible fraude acabo por transformarse en un asunto que nadie sabia bien a que brigada adjudicar. Extorsion. Robo. Intento de homicidio… Y habia mas cosas… Haceos cargo de que mi experiencia hasta la fecha radicaba en la malversacion de fondos, evasion fiscal, fraude y prevaricacion… No es que siempre se castigasen esas irregularidades, eran otros tiempos, pero lo sabiamos todo.

Florian se sumergio en una nube azul de su propio humo, turbado.

– ?Por que acepto el caso, entonces? -pregunto Marina.

– Por arrogancia. Por ambicion y por codicia -respondio Florian, dedicandose a si mismo el tono que, imagine, guardaba para los peores criminales.

– Quiza tambien para averiguar la verdad -aventure. Para hacer justicia…

Florian me sonrio tristemente. Se podian leer treinta anos de remordimientos en aquella mirada.

– A finales de 1945 la Velo Granell estaba ya tecnicamente en la bancarrota -continuo Florian. Los tres principales bancos de Barcelona habian cancelado sus lineas de credito y las acciones de la compania habian sido retiradas de la cotizacion publica. Al desaparecer la base financiera, la muralla legal y el entramado de sociedades fantasmas se desplomo como un castillo de naipes. Los dias de gloria se habian esfumado. El Gran Teatro Real, que habia estado cerrado desde la tragedia que desfiguro a Eva Irinova en el dia de su boda, se habia transformado en una ruina. La fabrica y los talleres fueron clausurados. Las propiedades de la empresa, incautadas. Los rumores se extendian como gangrena. Kolvenik, sin perder la sangre fria, decidio organizar un coctel de lujo en la Lonja de Barcelona para ofrecer una sensacion de calma y normalidad. Su socio, Sentis, estaba al borde del panico. No habia fondos ni para pagar una decima parte de la comida que se habia encargado para el evento. Se enviaron invitaciones a todos los grandes accionistas, las grandes familias de Barcelona…

La noche del acto llovia a cantaros. La Lonja estaba ataviada como un palacio de ensueno. Pasadas las nueve de la noche, los miembros de la servidumbre de las principales fortunas de la ciudad, muchas de las cuales se debian a Kolvenik, presentaron notas de disculpa. Cuando yo llegue, pasada la medianoche, encontre a Kolvenik, solo en la sala, luciendo su frac impecable y fumando un cigarrillo de los que se hacia importar de Viena. Me saludo y me ofrecio una copa de champagne. 'Coma algo, inspector, es una pena que se desperdicie todo esto', me dijo. Nunca habiamos estado cara a cara.

Charlamos durante una hora. Me hablo de libros que habia leido de adolescente, de viajes que nunca habia llegado a hacer… Kolvenik era un hombre carismatico. La inteligencia le ardia en los ojos.

Por mucho que lo intente, no pude evitar que me cayese bien. Es mas, senti pena por el, aunque se suponia que yo era el cazador y el, la presa. Observe que cojeaba y se apoyaba en un baston de marfil labrado. 'Creo que nadie ha perdido tantos amigos en un dia', le dije.

Sonrio y rechazo tranquilamente la idea. 'Se equivoca, inspector. En ocasiones como esta, uno nunca invita a los amigos.' Me pregunto muy cortesmente si tenia planeado persistir en su persecucion. Le dije que no pararia hasta llevarle a los tribunales. Recuerdo que me pregunto: '?Que podria hacer yo para disuadirle de tal proposito, amigo Florian?'. 'Matarme', replique. 'Todo a su tiempo, inspector', me dijo, sonriendo. Con estas palabras se alejo, cojeando.

No le volvi a ver…, pero sigo vivo. Kolvenik no cumplio su ultima amenaza.

Florian se detuvo y bebio un sorbo de agua, saboreandola como si fuese el ultimo vaso del mundo. Se relamio los labios y prosiguio su relato.

– Desde aquel dia, Kolvenik, aislado y abandonado por todos, vivio recluido con su esposa en el grotesco torreon que se habia hecho construir. Nadie le vio en los anos siguientes. Solo dos personas tenian acceso a el. Su antiguo chofer, un tal Luis Claret. Claret era un pobre desgraciado que adoraba a Kolvenik y se nego a abandonarle incluso despues de que no pudiese ni pagarle su sueldo. Y su medico personal, el doctor Shelley, a quien tambien estabamos investigando. Nadie mas veia a Kolvenik. Y el testimonio de Shelley asegurandonos que se encontraba en su mansion del parque Guell, afectado por una enfermedad que no nos supo explicar, no nos convencia lo mas minimo, sobre todo despues de echar un vistazo a sus archivos y su contabilidad.

Durante un tiempo llegamos a sospechar que Kolvenik habia muerto o habia huido al extranjero, y que todo aquello era una farsa. Shelley seguia alegando que Kolvenik habia contraido una extrana dolencia que le mantenia confinado en su mansion. No podia recibir visitantes ni salir de su refugio bajo ninguna circunstancia; ese era su dictamen.

– Ni nosotros, ni el juez lo creiamos. El 31 de diciembre de 1948 obtuvimos una orden de registro para inspeccionar el domicilio de Kolvenik y una orden de arresto contra el. Gran parte de la documentacion confidencial de la empresa habia desaparecido. Sospechabamos que se encontraba oculta en su residencia. Habiamos amasado ya suficientes indicios para acusar a Kolvenik de fraude y evasion fiscal. No tenia sentido esperar mas.

– El ultimo dia de 1948 iba a ser el ultimo en libertad para Kolvenik. Una brigada especial estaba preparada para acudir a la manana siguiente al torreon. A veces, con los grandes criminales, uno debe resignarse a atraparlos en los detalles…

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