– ?Por que motivo entonces llevaron a ese Mijail Kolvenik a un manicomio? -interrogo Marina esta vez.
Florian dudo unos instantes, como si no se atreviese a contestar. Se sospechaba que habia hecho algo con el cuerpo del fallecido…
– ?Algo?
– La policia de Praga no aclaro el que -replico Florian secamente, y encendio otro cigarrillo.
Nos sumimos en un largo silencio.
– ?Que hay de la historia que nos explico el doctor Shelley? Acerca del hermano gemelo de Kolvenik, la enfermedad degenerativa y…
– Eso es lo que Kolvenik le explico. Ese hombre mentia con la misma facilidad con que respiraba. Y Shelley tenia buenas razones para creerle sin hacer preguntas -dijo Florian. Kolvenik financiaba su instituto medico y sus investigaciones hasta la ultima peseta. Shelley era practicamente un empleado mas de la Velo Granell.
Un esbirro…
– Asi pues, ?el hermano gemelo de Kolvenik era otra ficcion? estaba desconcertado. Su existencia justificaria la obsesion de Kolvenik por las victimas con deformaciones y…
– No creo que el hermano fuese una ficcion -corto Florian. En mi opinion.
– ?Entonces?
– Creo que ese nino del que hablaba era en realidad el mismo.
– Una pregunta mas, inspector…
– Ya no soy inspector, hija.
– Victor, entonces. ?Todavia es Victor, verdad?
Aquella fue la primera vez que vi sonreir a Florian de manera relajada y abierta.
– ?Cual es la pregunta?
– Nos ha dicho que, al investigar las acusaciones de fraude de la Velo Granell, descubrieron que habia algo mas…
– Si. Al principio creimos que era un subterfugio, lo tipico: cuentas de gastos y pagos inexistentes para evadir impuestos, pagos a hospitales, centros de acogida de indigentes, etc. Hasta que a uno de mis hombres le resulto extrano que ciertas partidas de gastos se facturasen, con la firma y aprobacion del doctor Shelley, desde el servicio de Necropsias de varios hospitales de Barcelona. Los depositos de cadaveres, vamos aclaro el ex policia. La 'morgue'.
– ?Kolvenik vendia cadaveres? -sugirio Marina.
– No. Los estaba comprando. Por docenas. Vagabundos. Gentes que morian sin familia ni conocidos. Suicidas, ahogados, ancianos abandonados… Los olvidados de la ciudad.
El murmullo de una radio se perdia en el fondo, como un eco de nuestra conversacion.
– ?Y que hacia Kolvenik con esos cuerpos?
– Nadie lo sabe repuso Florian. Nunca llegamos a encontrarlos.
– Pero usted tiene una teoria al respecto, ?no es asi, Victor? -continuo Marina.
Florian nos observo en silencio. -No.
Para ser un policia, aunque estuviese retirado, mentir no se le daba bien. Marina no insistio en el tema. El inspector se veia cansado, consumido por sombras que poblaban sus recuerdos. Toda su ferocidad se habia desmoronado. El cigarrillo le temblaba en las manos y se hacia dificil determinar quien se estaba fumando a quien.
– En cuanto a ese invernadero del que me habeis hablado… No volvais a el. Olvidad todo este asunto. Olvidad ese album de fotografias, esa tumba sin nombre y esa dama que la visita. Olvidad a Sentis, a Shelley y a mi, que no soy mas que un pobre viejo que no sabe ni lo que se dice. Este asunto ha destruido ya suficientes vidas. Dejadlo.
Hizo senas al camarero para que anotase la consumicion en su cuenta y concluyo:
– Prometedme que me hareis caso.
Me pregunte como ibamos a dejar correr el asunto cuando precisamente el asunto venia corriendo detras de nosotros. Despues de lo que habia sucedido la noche anterior, sus consejos me sonaban a cuento de hadas.
– Lo intentaremos -acepto Marina por los dos.
– El camino al infierno esta hecho de buenas intenciones -repuso Florian.
El inspector nos acompano hasta la estacion del funicular y nos dio el telefono del bar.
– Aqui me conocen. Si necesitais cualquier cosa, llamad y me daran el recado. A cualquier hora del dia o la noche. Manu, el dueno, tiene insomnio cronico y pasa las noches escuchando la BBC a ver si aprende idiomas, o sea que no molestareis…
– No se como agradecerle…
– Agradecedmelo haciendome caso y manteniendoos al margen de este enredo -corto Florian.
Asentimos. El funicular abrio sus puertas.
– ?Y usted, Victor? -pregunto Marina. ?Que va a hacer usted?
– Lo que hacemos todos los ancianos: sentarme a recordar y preguntarme que hubiera pasado si lo hubiese hecho todo al reves. Anda, marchaos ya…
Nos metimos en el vagon y nos sentamos junto a la ventana. Atardecia. Sono un silbato y las puertas se cerraron. El funicular inicio el descenso con una sacudida. Lentamente las luces de Vallvidrera fueron quedando atras, igual que la silueta de Florian, inmovil en el anden.
German habia preparado un delicioso plato italiano cuyo nombre sonaba a repertorio de opera. Cenamos en la cocina, escuchando a German relatar su torneo de ajedrez con el cura, que, como siempre, le habia ganado. Marina permanecio inusualmente callada durante la cena, dejandonos a German ya mi el peso de la conversacion. Me pregunte incluso si habria dicho o hecho algo que la hubiese molestado. Tras la cena German me reto a un partida de ajedrez.
– Me encantaria, pero creo que me toca fregar platos -aduje.
– Yo los lavare -dijo Marina a mi espalda, debilmente.
– No, en serio… -objete.
German ya estaba en la otra habitacion, canturreando y ordenando lineas de peones. Me volvi a Marina, que desvio la mirada y se puso a fregar.
– Dejame que te ayude.
– No… Ve con German. Dale el gusto.
– ?Viene usted, Oscar? -llego la voz de German desde la sala.
Contemple a Marina a la luz de las velas que ardian sobre la repisa. Me parecio verla palida, cansada.
– ?Estas bien?
Se volvio y me sonrio. Marina tenia un modo de sonreir que me hacia sentir pequeno e insignificante.
– Anda, ve. Y dejale ganar.
– Eso es facil.
Le hice caso y la deje a solas.
Me reuni con su padre en el salon.
Alli, bajo el candelabro de cuarzo, me sente al tablero dispuesto a que pasara el buen rato que su hija deseaba.
– Mueve usted, Oscar.
Movi. El carraspeo.
– Le recuerdo que los peones no saltan de ese modo, Oscar.
– Usted disculpe.
– Ni lo mencione. Es el ardor de la juventud. No crea, se lo envidio. La juventud es una novia caprichosa. No sabemos entenderla ni valorarla hasta que se va con otro para no volver jamas…, ?ay!… En fin, no se a que venia esto. A ver…, peon…
A medianoche un sonido me arranco de un sueno. La casa estaba en penumbra. Me sente en la cama y lo