minutos mas tarde y le servi un tazon de leche. No sabia que hacer aquel dia. Decidi acercarme al internado para recoger algo de ropa y decirle a dona Paula que no se preocupase de limpiar mi habitacion, porque iba a pasar las vacaciones con mi familia.
El paseo hasta el internado me sento bien. Entre por la puerta principal y me dirigi al apartamento de dona Paula en el tercer piso.
Dona Paula era una buena mujer a la que nunca le faltaba una sonrisa para los internos. Llevaba treinta anos viuda y Dios sabe cuantos mas a regimen. 'Es que soy de naturaleza de engordar, ?sabe usted?', decia siempre. Nunca habia tenido hijos y, aun ahora, rondando los sesenta y cinco, se comia con los ojos a los bebes que veia pasar en sus cochecitos cuando iba al mercado. Vivia sola, sin mas compania que dos canarios y un inmenso televisor Zenith que no apagaba hasta que el himno nacional y los retratos de la familia Real la enviaban a dormir. Tenia la piel de las manos ajada por la lejia.
Las venas de sus tobillos hinchados causaban dolor al mirarlos.
Los unicos lujos que se permitia eran una visita a la peluqueria cada dos semanas y el
– Buenas, dona Paula. Perdone que la moleste.
– ?Ay, Oscar, hijo, que vas a molestar! Pasa, pasa…
En la pantalla, Joselito le cantaba una coplilla a un cabritillo bajo la mirada benevola y encantada de una pareja de la guardia civil. Junto al televisor, una coleccion de figuritas de la Virgen compartia vitrina de honor con los viejos retratos de su marido Rodolfo, todo brillantina y flamante uniforme de la Falange. Pese a su devocion por su difunto esposo, dona Paula estaba encantada con la democracia porque, como ella decia, ahora la tele era en color y habia que estar al dia.
– Oye, que ruido la otra noche, ?eh? En el telediario explicaron lo del terremoto ese en Colombia y, ?ay, mira!, no se, que me entro un miedo en el cuerpo…
– No se preocupe, dona Paula, que Colombia esta muy lejos.
– Di que si, pero como tambien hablan espanol, no se, digo yo que…
Pierda cuidado, que no hay peligro. Queria comentarle que no se preocupe por mi habitacion. Voy a pasar la Navidad con la familia.
– ?Ay, Oscar, que alegria!
Dona Paula casi me habia visto crecer y estaba convencida de que todo lo que yo hacia iba a misa. 'Tu si que tienes talento', solia decir, aunque nunca llego a explicar muy bien para que. Insistio en que me bebiese un vaso de leche y me comiese unas galletas que ella misma cocinaba. Asi lo hice, a pesar de que no tenia apetito. Estuve con ella un rato, viendo la pelicula en television y asintiendo a todos sus comentarios. La buena mujer hablaba por los codos cuando tenia compania, o sea, casi nunca.
– Mira que era majo de muchacho, ?eh? y senalaba al candoroso Joselito.
– Si, dona Paula. Voy a tener que dejarla ahora…
– Le di un beso de despedida en la mejilla y me fui. Subi un minuto a mi habitacion y recogi a toda prisa algunas camisas, un par de pantalones y ropa interior limpia. Lo empaquete todo en una bolsa, sin entretenerme un segundo mas de lo necesario. Al salir pase por secretaria y repeti mi historia de las fiestas con la familia con rostro imperturbable. Sali de alli deseando que todo fuese tan facil como mentir.
Cenamos en silencio en la sala de los cuadros. German estaba circunspecto, perdido dentro de si mismo. A veces nuestras miradas se encontraban y el me sonreia, por pura cortesia. Marina removia con la cuchara un plato de sopa, sin llevarsela nunca a los labios. Toda la conversacion se redujo al sonido de los cubiertos aranando los platos y el chisporroteo de las velas. No costaba imaginar que el medico no habia manifestado buenas noticias sobre la salud de German.
Decidi no preguntar sobre lo que parecia evidente. Tras la cena, German se disculpo y se retiro a su habitacion. Lo note mas envejecido y cansado que nunca. Desde que le conocia, era la primera vez
que le habia visto ignorar los retratos de su esposa Kirsten. Tan pronto desaparecio, Marina aparto su plato intacto y suspiro.
– No has probado bocado.
– No tengo hambre.
– ?Malas noticias?
– Hablemos de otra cosa, ?vale? -me corto con un tono seco, casi hostil.
El filo de sus palabras me hizo sentir un extrano en casa ajena. Como si hubiese querido recordarme que aquella no era mi familia, que aquella no era mi casa ni aquellos eran mis problemas, por mucho que me esforzase en mantener esa ilusion.
– Lo siento -murmuro al cabo de un rato, alargando la mano hacia mi.
– No tiene importancia -menti.
Me incorpore para retirar los platos a la cocina. Ella se quedo sentada en silencio acariciando a Kafka, que maullaba en su regazo. Me tome mas tiempo del necesario. Fregue platos hasta que deje de sentir las manos bajo el agua fria.
Cuando volvi a la sala, Marina ya se habia retirado. Habia dejado dos velas encendidas para mi. El resto de la casa estaba oscuro y silencioso. Sople las velas y sali al jardin. Nubes negras se extendian lentamente sobre el cielo. Un viento helado agitaba la arboleda.
Volvi la mirada y adverti que habia luz en la ventana de Marina. La imagine tendida en el lecho.
Un instante mas tarde, la luz se apago. El caseron se alzo oscuro como la ruina que me habia parecido el primer dia. Sopese la posibilidad de acostarme yo tambien y descansar, pero presentia un principio de ansiedad que sugeria una larga noche sin sueno. Opte por salir a caminar para aclarar las ideas o, al menos, agotar el cuerpo.
Apenas habia dado dos pasos cuando comenzo a chispear. Era una noche desapacible y no habia nadie en las calles. Hundi las manos en los bolsillos y eche a andar. Vagabundee por espacio de casi dos horas. Ni el frio ni la lluvia tuvieron a bien concederme el cansancio que tanto ansiaba. Algo me rondaba la cabeza y, cuanto mas trataba de ignorarlo, mas intensa se hacia su presencia.
Mis pasos me llevaron al cementerio de Sarria. La lluvia escupia sobre rostros de piedra ennegrecida y cruces inclinadas. Tras la verja podia distinguirse una galeria de siluetas espectrales.
La tierra humedecida hedia a flores muertas. Apoye la cabeza entre los barrotes. El metal estaba frio. Un rastro de oxido se deslizo por mi piel. Escrute las tinieblas como si esperase encontrar en a aquel lugar la explicacion a todo cuanto estaba sucediendo. No supe ver mas que muerte y silencio.
?Que estaba haciendo alli? Si todavia me quedaba algo de sentido comun, volveria al caseron y dormiria cien horas sin interrupcion. Aquella era probablemente la mejor idea que habia tenido en tres meses.
Di la vuelta y me dispuse a regresar por el angosto corredor de cipreses. Una farola lejana brillaba bajo la lluvia. Subitamente, su halo de luz se eclipso. Una silueta oscura lo invadio todo.
Escuche cascos de caballos sobre el empedrado y descubri un carruaje negro aproximandose y rasgando la cortina de agua. El aliento de los caballos azabaches exhalaba espectros de vaho. La figura anacronica de un cochero se recortaba sobre el pescante. Busque un escondite a un lado del camino, pero solo encontre muros desnudos. Senti el suelo vibrando bajo mis pies.
Solo tenia una opcion: volver atras. Empapado y casi sin respiracion, escale la verja y salte al interior del sagrado recinto.
Capitulo 18