Irene asintio.

– Somos una familia encantadora. Nos adorara -respondio Simone.

– ?Estas segura?

– Mas nos vale, jovencita.

Irene senalo su vestuario.

– Ponte uno de los mios -sonrio Simone-. Me parece que te sentaran mejor que a mi.

Irene se sonrojo ligeramente. -Exagerada -le recrimino a su madre.

– Tiempo al tiempo.

La mirada que Dorian dedico a su hermana cuando la vio aparecer al pie de la escalera, envuelta en un vestido de Simone, hubiera ganado concursos. Irene clavo sus ojos verdes en Dorian y, alzando un dedo indice amenazador, le dirigio una velada advertencia:

– Ni una palabra.

Dorian, mudo, asintio, incapaz de despegar los ojos de aquella desconocida que hablaba con la misma voz que su hermana Irene y lucia su mismo rostro. Simone advirtio su semblante y reprimio una sonrisa. Luego, con solemne seriedad, coloco una mano sobre el hombro del muchacho v se arrodillo frente a el para arreglar su pajarita morada, herencia de su padre.

– Vives rodeado de mujeres, hijo. Ve acostumbrandote.

Dorian asintio de nuevo, entre la resignacion y el asombro. Cuando el reloj de la pared anuncio las ocho de la noche, todos estaban listos para la gran cita y enfundados en sus mejores galas. Por lo demas, muertos de miedo.

Una tenue brisa soplaba desde el mar y agitaba la espesura en el bosque que rodeaba Cravenmoore. El siseo invisible de las hojas acompanaba el eco de los pasos de Simone y sus hijos en la senda que atravesaba la arboleda, un verdadero tunel tallado entre una jungla oscura e insondable. La palida tez de la luna pugnaba por atravesar el sudario de sombras que cubria el bosque. Las voces invisibles de los pajaros que anidaban en las copas de aquellos gigantes centenarios formaban una inquietante letania.

– Este sitio me da escalofrios -apunto Irene.

– Tonterias -se apresuro a atajar su madre-. Es simplemente un bosque. Andando.

Dorian contemplaba en silencio las sombras de la floresta desde su posicion de retaguardia. La oscuridad creaba siniestras siluetas y catapultaba su imaginacion a dilucidar docenas de criaturas diabolicas al acecho.

– A la luz del dia todo esto no son mas que matojos y arboles -matizo Simone Sauvelle, pulverizando el hechizo fugaz con que Dorian se estaba deleitando.

Unos minutos mas tarde, tras una travesia nocturna que a Irene se le antojo interminable, la imponente y angulosa silueta de Cravenmoore se alzo frente a ellos como un castillo de leyenda que emergia en la niebla. Haces de luz dorada parpadeaban tras los grandes ventanales de la inmensa residencia de Lazarus Jann. Un bosque de gargolas se recortaba contra el cielo. Mas alla podia distinguirse la fabrica de juguetes, un anexo de la mansion.

Rebasado el umbral de la floresta, Simone y sus hijos se detuvieron a contemplar la sobrecogedora inmensidad de la residencia del fabricante de juguetes. En ese momento, un pajaro semejante a un cuervo emergio de la maleza, aleteando, y trazo una curiosa trayectoria sobre el jardin que rodeaba Cravenmoore. El ave volo en circulos sobre una de las fuentes de piedra y fue a posarse a los pies de Dorian. Al cesar el batir de sus alas, el cuervo se tendio sobre uno de sus costados y se abandono a un lento balanceo hasta quedar inerte. El muchacho se arrodillo y aproximo lentamente su mano derecha al animal.

– Ten cuidado -le advirtio Irene.

Dorian, ajeno a su consejo, acaricio el plumaje del cuervo. El pajaro no dio senales de vida. El chico lo tomo en sus manos y desplego sus alas. Un gesto de perplejidad oscurecio su rostro. Segundos despues, se volvio hacia Irene y Simone:

– Es de madera -murmuro-. Es una maquina. Los tres intercambiaron una mirada en silencio.

Simone suspiro e invito a sus hijos:

– Vamos a causar una buena impresion. ?De acuerdo?

Ellos asintieron. Dorian devolvio el pajaro de madera al suelo. Simone Sauvelle sonrio debilmente y, a su setial de asentimiento, los tres enfilaron la escalinata de marmol blanco que serpenteaba hacia el gran porton de bronce, tras el cual se ocultaba el mundo secreto de Lazarus Jann.

Las puertas de Cravenmoore se abrieron ante ellos sin necesidad de utilizar el extrano llamador forjado en bronce a imagen y semejanza del rostro de un angel. Un intenso halo de luz aurea emanaba del interior de la casa. Una silueta inmovil aparecia recortada en el haz de claridad. La figura cobro vida subitamente ladeando la cabeza, al tiempo que se oia un ligero traqueteo mecanico. El rostro afloro a la luz. Ojos sin vida, simples esferas de cristal, enclaustrados en una mascara sin mas expresion que una escalofriante sonrisa, los contemplaban.

Dorian trago saliva. Irene y su madre, mas impresionables, dieron un paso atras. La figura tendio una mano hacia ellos y permanecio inmovil de nuevo. -Confio en que Christian no los haya asustado. Es una creacion antigua y torpe.

Los Sauvelle se volvieron hacia la voz que les hablaba desde el pie de la escalinata. Un rostro amable, de camino a una afortunada madurez, les sonreia no sin cierta picardia. Los ojos del hombre eran azules y brillaban bajo una espesa mata de cabellos plateados y cuidadosamente peinados. El hombre, pulcramente trajeado, con un baston de ebano policromado, se acerco a ellos y les dedico una respetuosa reverencia.

– Mi nombre es Lazarus Jann, y creo que les debo una disculpa -dijo.

Su voz era calida, confortante, una de esas voces dotadas de un poder tranquilizador y una rara serenidad. Sus grandes ojos azules observaron detenidamente a cada uno de los miembros de la familia y, finalmente, se posaron en el rostro de Simone.

– Estaba dando mi habitual paseo nocturno por el bosque y me he retrasado. Madame Sauvelle, si no me equivoco…

– Es un placer, senor.

– Por favor, llameme Lazarus.

Simone asintio.

– Esta es mi hija Irene. Y este es Dorian, el benjamin de la familia.

Lazarus Jann estrecho cuidadosamente las manos de ambos. Su tacto era firme y agradable; su sonrisa, contagiosa.

– Bien. Respecto a Christian, no deben temerlo en absoluto. Lo mantengo como un recuerdo de mi primera epoca. Es torpe y su aspecto dista de ser amigable, lo se.

– ?Es una maquina? -se apresuro a preguntar Dorian, fascinado.

La mirada de censura de Simone llego tarde. Lazarus sonrio al muchacho.

– Podriamos llamarlo asi. Tecnicamente, Christian es lo que denominamos un automata.

– ?Lo construyo usted, senor?

– Dorian -recrimino su madre.

Lazarus sonrio de nuevo. Evidentemente, la curiosidad del muchacho no le molestaba en absoluto.

– Si. A el y a otros muchos. Ese es, mejor dicho, ese era mi trabajo. Pero creo que la cena nos espera. ?Que tal si discutimos todo esto frente a un buen plato y asi nos vamos conociendo mejor?

El aroma de un delicioso asado llego hasta ellos como un elixir encantado. Incluso una piedra les hubiese leido el pensamiento.

Ni el sorprendente recibimiento del automata ni el sobrecogedor aspecto del exterior de Cravenmoore podian presagiar el impacto que el interior de la mansion de Lazarus Jann causo en los Sauvelle. Tan pronto rebasaron el umbral de sus puertas, los tres se vieron sumergidos en un mundo fantastico que iba mucho mas alla de lo que sus tres imaginaciones juntas podian llegar a concebir.

Una suntuosa escalera parecia ascender en espiral hacia el infinito. Alzando la vista, los Sauvelle contemplaron una fuga que conducia a la torre central de Cravenmoore, coronada por una linterna magica que banaba la atmosfera interna de la casa con una luz espectral y evanescente. Bajo ese manto de claridad fantasmal se descubria una interminable galeria de criaturas mecanicas. Un gran reloj de pared, dotado de ojos y una mueca caricaturesca, sonreia a los visitantes. Una bailarina envuelta en un velo transparente giraba sobre si misma en el centro de una sala ovalada, donde cada objeto, cada detalle, formaba parte de la fauna creada por Lazarus

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