Jann.
Los pomos de las puertas eran rostros risuenos que guinaban sus ojos al girar. Un gran buho de magnifico plumaje dilataba sus pupilas de cristal y aleteaba lentamente en las brumas. Decenas o quiza cientos miniaturas y juguetes ocupaban una inmensidad de muros y vitrinas que hubiera llevado toda una vida explorar. Un pequeno y jugueton cachorro mecanico movia la cola y ladraba al paso de un ratoncillo de metal. Suspendido del techo invisible, un carrusel de hadas, dragones y estrellas danzaba en el vacio, en torno a un castillo que flotaba entre nubes de algodon al son del tintineo distante de una caja de musica…
Dondequiera que dirigieran su mirada, los Sauvelle descubrian nuevos prodigios, nuevos artefactos imposibles que desafiaban todo lo que habian visto antes. Bajo la divertida mirada de Lazarus, los tres permanecieron asi, presos de aquel estado de absoluto encantamiento, durante minutos.
– ?Es… es maravilloso! -dijo Irene, incapaz de creer cuanto sus ojos le transmitian.
– Bien, esto es solo el vestibulo. Pero celebro que les guste -asintio Lazarus, guiandolos hacia el gran comedor de Cravenmoore.
Dorian, desprovisto de palabras, lo contemplaba todo con unos ojos como platos. Simone e Irene, no menos impresionadas, hacian lo posible por no caer en el hipnotico estado de ensueno que la casa producia. La sala donde se servia la cena estaba a la altura de lo que el vestibulo auguraba. Desde las copas hasta los cubiertos, los platos o las lujosas alfombras que cubrian el suelo, todo llevaba el sello de Lazarus Jann. Ni un solo objeto en casa parecia pertenecer al mundo real, gris y aborreciblemente normal que habian dejado atras al internarse en aquella vivienda. Con todo, a los ojos de Irene no escapo el inmenso retrato que reposaba sobre la chimenea, cuyas llamas brotaban de las fauces de unos dragones. Una dama de belleza deslumbrante lucia un vestido blanco. El poder de su mirada habia rebasado frontera entre la realidad y los pinceles del artista. Por unos segundos, lrene se perdio en aquella mirada magica y embriagadora.
– Mi esposa, Alexandra… Cuando todavia gozaba de buena salud. Dias maravillosos; aquellos -dijo la voz de Lazarus a sus espaldas, envuelta en un halo de melancolia y resignacion.
La cena transcurrio agradablemente a la luz de las llamas. Lazarus Jann se revelo como un excelente anfitrion que pronto supo ganarse las simpatias de Dorian e Irene con bromas y narraciones sorprendentes. En el curso de la velada les explico que los deliciosos platos que estaban degustando eran obra de Hannah, una muchacha de la edad de Irene que trabajaba para el como cocinera y doncella. A los pocos minutos, la tirantez inicial desaparecio y todos se sumaron a la distendida conversacion que el fabricante de juguetes sabia tejer con una habilidad imperceptible.
Cuando empezaron a degustar el segundo plato, el asado de pavo especialidad de Hannah, los Sauvelle se sentian en la presencia de un viejo conocido. Para su tranquilidad, Simone advirtio que la corriente de simpatia entre sus hijos y Lazarus era mutua, y que ella misma no era ajena a su encanto.
Entre anecdota y anecdota, Lazarus les facilito cumplidas explicaciones acerca de la casa y la naturaleza de las obligaciones a las que su nuevo empleo los comprometia. El viernes era la noche libre de Hannah y la pasaba con su humilde familia en Bahia Azul. Pero Lazarus les informo de que tendrian oportunidad de conocerla tan pronto se incorporase de nuevo a su labor. Hannah era la unica persona, sin contar a Lazarus y a su esposa, que vivia en Cravenmoore. Ella los ayudaria a aclimatarse y solventaria cuantas dudas tuviesen en relacion con la casa.
Llegados los postres, una irresistible tarta de frambuesas, Lazarus paso a explicar lo que esperaba de ellos. Pese a estar ya retirado, seguia trabajando ocasionalmente en el taller de juguetes, localizado en una ala contigua a Cravenmoore. Tanto la fabrica como las habitaciones de los pisos superiores estaban vedadas a su paso. No debian entrar en ellas bajo ningun concepto. Sobre todo en el ala oeste de la casa, que albergaba las habitaciones de su esposa.
Alexandra Jann padecia, desde hacia mas de veinte anos, una extrana e incurable enfermedad que la obligaba a guardar reposo absoluto en cama. La esposa de Lazarus vivia retirada en su habitacion del tercer piso en el ala oeste, donde solo su marido entraba para atenderla y proporcionarle cuantos cuidados precisaba en su precario estado. El fabricante de juguetes les conto como su esposa, por entonces una joven llena de vitalidad y belleza, contrajo la misteriosa enfermedad en un viaje que realizaron por tierras centroeuropeas.
El virus, al parecer incurable, fue apoderandose de ella poco a poco. Pronto, casi ni podia caminar o sostener un objeto en las manos. En el plazo de seis meses, su estado empeoro hasta convertirla en una invalida, un triste reflejo de la persona con quien se habia casado tan solo unos anos antes. Al ano de contraer la enfermedad, la memoria de la enferma empezo a desvanecerse, y en cuestion de semanas apenas era capaz de reconocer a su propio esposo. Desde entonces dejo de hablar y su mirada se convirtio en un pozo sin fondo. Alexandra Jann tenia entonces veintiseis anos. Desde ese dia jamas habia vuelto a salir de Cravenmoore.
Los Sauvelle escucharon el triste relato de Lazarus en respetuoso silencio. El fabricante, obviamente consternado por el recuerdo y por dos decadas de vida en soledad y dolor, quiso quitar importancia al hecho derivando la conversacion hacia la exquisita tarta de Hannah. La triste amargura de su mirada, sin embargo, no paso desapercibida para Irene.
No le costaba imaginar la huida a ninguna parte de Lazarus Jann. Desprovisto de aquello que mas amaba, Lazarus se habia refugiado en su mundo de fantasia y habia creado cientos de seres y objetos con los que llenar la profunda soledad que lo rodeaba.
Al oir las palabras del fabricante de juguetes, Irene comprendio que ya nunca podria volver a ver aquel universo de imaginacion desbordante que poblaba Cravenmoore como una espectacular e impactante pirueta del genio que lo habia creado. Para ella, que habia aprendido a reconocer en carne propia el vacio de la perdida, Cravenmoore no era mas que el oscuro reflejo del laberinto de soledad en el que Lazarus Jann habia vivido en los ultimos veinte anos. Cada habitante de aquel mundo maravilloso, cada creacion, constituia simplemente una lagrima derramada en silencio.
Finalizada la cena, Simone Sauvelle tenia muy claras sus obligaciones y responsabilidades en la casa. Sus funciones eran similares a las de un ama de llaves, un trabajo que poco tenia que ver con su empleo original, el de maestra, pero que estaba dispuesta a desempenar tan bien como pudiese para garantizar un futuro de bienestar a sus hijos. Simone supervisaria el trabajo de Hannah y de los sirvientes ocasionales, se haria cargo de las tareas de administracion y mantenimiento de la propiedad de Lazarus Jann, del trato con los proveedores y los comerciantes del pueblo, de la correspondencia, de las provisiones y de garantizar que nada ni nadie importunara al fabricante en su deseado retiro del mundo exterior. Igualmente, su trabajo contemplaba la adquisicion de libros para la biblioteca de Lazarus. A tal efecto, su patron insinuo claramente que su pasado como educadora habia sido determinante a la hora de elegida entre otras candidatas mas versadas en el area del servicio. Lazarus insistio en que este cometido era uno de los mas importantes de su posicion.
A cambio de estas tareas, Simone y sus hijos podian ocupar la Casa del Cabo y gozar de un sueldo mas que razonable. Lazarus se haria cargo de los gastos de escolarizacion de Irene y Dorian para el proximo curso, tras el verano. Igualmente, se comprometia a pagar los estudios universitarios de ambos si los jovenes presentaban aptitudes y voluntad para ello. Irene y Dorian, por su parte, podian colaborar con su madre en las tareas que ella les asignase en la casa, siempre y cuando respetaran las reglas de oro: no traspasar los limites especificados por su propietario.
Teniendo en cuenta los meses anteriores, de deudas y miseria, la oferta de Lazarus se le antojaba a Simone Sauvelle como una bendicion del cielo, Bahia Azul era un escenario paradisiaco para empezar una nueva vida con sus hijos, El empleo era mas que deseable, y Lazarus ofrecia todos los visos de ser un patron magnanimo y bondadoso. Tarde o temprano, la suerte tenia que sonreirles. El destino habia querido que fuese en ese lugar alejado, y por primera vez en mucho tiempo, Simone estaba dispuesta a aceptar sus designios con agrado. Es mas, si su instinto no la enganaba, y no solia hacerla, adivinaba una sincera corriente de simpatia hacia ella y su familia. No le costaba esfuerzo suponer que su compania y su presencia en Cravenmoore podian constituir un balsamo para paliar la inmensa soledad que parecia rodear a su propietario.
La cena finalizo con una taza de cafe y la promesa de Lazarus de que, algun dia, iniciaria al absolutamente cautivado Dorian en los misterios de la construccion de automatas.
Los ojos del muchacho se encendieron de ilusion ante la oferta y, por un breve instante, las miradas de Lazarus y Simone se encontraron de manera fugaz al trasluz de las velas.
Simone reconocio en ellos el rastro de anos de soledad, una sombra que conoda bien. Buques a la deriva que se cruzan en la noche. El fabricante de juguetes entorno los ojos y se alzo en silencio, senalando el fin de la velada.
Luego los guio hasta la puerta principal, deteniendose brevemente para explicar alguno de los prodigios que