– En Noruega, para ser exactos. Durante el trayecto que va de Christiania a Bergen permanecimos sentados durante cuatro horas frente a frente, ?no es asi?
Y dicho esto se puso a remover la cuchanta en la taza de te que le acababa de servir Dina. Esta habia oido sus ultimas palabras y se quedo mirandonos a los dos con curiosidad.
– ?Ah! De modo que los senores ya se conocian…
El cachalote se puso a reir entre dientes y con aire divertido dijo girandose hacia Dina:
– ?Pues claro! Lo que sucede es que el senor baron durante la travesia del fiordo de Hardanger estaba tan poco hablador como hoy.
– Es muy posible -respondi-. Desgraciadamente es mi manera de ser. Rara vez busco entablar amistades cuando viajo -y dicho esto para mi el asunto quedo zanjado.
Pero al parecer no para el cachalote. Eugen Bischoff hizo un comentario sobre lo muy fisonomista que era el ingeniero, con lo que se demostro una vez mas su empeno en atribuir a sus amigos todas las cualidades y virtudes posibles y deseables de este mundo.
– ?Bueno, bueno! -exclamo el ingeniero a punto de tomar un sorbo de te-. La verdad es que esta vez no ha sido muy dificil. Aunque, dicho sea de paso, el senor baron tiene un rostro de lo mas corriente, y usted disculpe. Pero es que me parece algo realmente notable lo mucho que se parece usted a un monton de gente. Su pipa inglesa, pero en cambio, resulta totalmente inconfundible, y es gracias a ella que le he reconocido enseguida.
Me parecio que sus ocurrencias eran manidas y vulgares, aparte de llamarme la atencion el hecho de que se ocupara tanto de mi persona. Sinceramente, todavia no se muy bien a que se debia tanto honor.
– ?Pero ahora cuentanos de una vez lo de Berlin, Eugen, viejo amigo! -aullo el cachalote sin mas ceremonias-. He leido que tuviste un gran exito, todos los periodicos han hablado de ello. ?Y que tal va tu Ricardo? ?Marcha bien?
– ?Vamos a continuar tocando o no? -pregunte.
El cachalote hizo un gesto de disculpa exagerado, como poniendose a la defensiva:
– ?Pero como! ?Aun no habian acabado? Oh, les pido mil disculpas. Verdaderamente pense…
Y es que de musica no entiendo nada.
– Ni que lo jure -dije con el semblante mas cortes de este mundo.
Hizo como si no hubiera oido mi observacion. Se sento, alargo las piernas, cogio algunas fotografias de la mesa y se sumio en la contemplacion de una de ellas, que mostraba a Eugen Bischoff caracterizado como alguno de los reyes de Shakespeare.
Comence a afinar mi violin.
– Solo habiamos hecho una pequena pausa entre el primer y el segundo movimiento para sa ludarle a usted, senor ingeniero -dijo el doctor Gorski.
Detras mio oi que Dina me cuchicheaba algo al oido:
– ?Por que es tan poco amable con Solgrub?
En aquel instante se me subieron los colores a la cara. Siempre me ocurre lo mismo cuando Dina habla conmigo. Volvi la cabeza y vi la extrana fisonomia de su rostro y sus ojos oscuros que me miraban con aire interrogante. Intente pensar en una respuesta para hacerle comprender las razones de mi antipatia, para explicarle lo mal predispuesto que estoy con las personas que entran inoportunamente en algun lugar y encima arman tanto barullo. Es verdad, ya no les doy una segunda oportunidad, aunque despues resulten ser las mas excelentes de este mundo. Soy injusto, lo admito. Se trata de un defecto contra el que ellos nada pueden y que les obliga a llegar a los sitios justo en el momento en que mas molestan. Lo acepto, bien, pero no puedo reprimir mi antipatia, no hay manera, soy asi y basta…
?Pero vamos! ?A quien queria enganar? Nada de todo eso era cierto. Se trataba de celos, de los miserables celos y del dolor que me causaba un amor traicionado. Cuando tengo a Dina cerca de mi me convierto en un perro guardian. Todo aquel que se acerca a ella se convierte automaticamente en mi enemigo mortal. Cada mirada de sus ojos, cada palabra de su boca, las quiero para mi solo. Y en el fondo, ?como sufro por no poder liberarme de ella, rebelarme contra esa pasion que me aprisiona y poner fin para siempre a todo este sufrimiento! Es ese dolor el que me consume…
?Pero silencio! El doctor Gorski va a dar la senal. Suavemente, golpea dos veces con su arco en el atril y comenzamos el segundo movimiento.
3
Este segundo movimiento del Trio en Si mayor, ?cuantas veces no me ha inquietado y estremecido con sus ritmos! Nunca he conseguido tocarlo hasta el final sin caer en un profundo abatimiento. Y, sin embargo, no puedo dejar de sentir por el un amor apasionado.
Un scherzo, si, ?pero que scherzo! Para comenzar, un aire de siniestra jovialidad, una alegria que le hiela a uno la sangre. Una risa fantasmagorica que atraviesa el aire como una exhalacion, un frenesi carnavalesco, tetrico y salvaje conducido por personajes con patas de cabra: asi es el comienzo, asi empieza este extrano scherzo. Y de pronto, desde el fondo de esta bacanal de los infiernos, se libera y emerge destacandose por encima de todo una solitaria voz humana, el gemido de un alma turbada, la voz de un corazon atormentado por la angustia que levanta el vuelo y canta su cancion, igual que un lamento.
Pero ahi esta de nuevo la carcajada de Satan. Con gesto amenazador vuelve a entremezclarse con la melodia y la convierte en un monton de jirones. Otra vez surge la voz, debil y vacilante, y al recuperar su melodia se eleva hacia lo alto, como si quisiera con ello escapar a otro mundo.
La fuerza, sin embargo, esta toda de la parte de los demonios. Ha comenzado el dia, el ultimo dia, el dia del Juicio Final. Satan triunfa sobre el alma del pecador y la voz se precipita con un terrible lamento desde las alturas y se hunde en la desesperacion, entre de las carcajadas de Judas.
Cuando el movimiento hubo llegado a su fin permanecimos todos un rato en silencio.
Finalmente, se esfumo aquel mundo de sombras tetrico y desolado que me habia envuelto durante la ejecucion de la obra. El sueno del dia del Juicio Final se esfumo, la pesadilla del juicio universal se aparto de mi y me senti mas libre.
El doctor Gorski se levanto de su silla y comenzo a ir lentamente de un lado para otro de la habitacion. Eugen Bischoff permanecia sentado y en silencio, recogido sobre si mismo, y el ingeniero se desperezaba como si acabara de despertar de un sueno profundo. Luego cogio un pitillo de la cigarrera que estaba sobre la mesa y cerro ruidosamente la tapa.
Mi mirada se desvio hacia Dina Bischoff. A menudo uno se despierta por la manana con el ultimo pensamiento que le ocupaba antes de dormirse la noche anterior. De modo que ahora, despues de haber ejecutado el scherzo, lo primero que pense era que Dina estaba enfadada conmigo y que tenia que reconciliarme con ella. Y este deseo se fue volviendo cada vez mas fuerte y apremiante cuanto mas la miraba, de modo que me sentia incapaz de pensar en nada mas. Es muy posible que aquel subito anhelo infantil no se tratara mas que de un efecto de la musica, pero fuera cual fuera la razon, la verdad es que me resultaba imposible enfrentarme a el.
Dina se giro hacia mi.
– Y bien, baron, ?esta usted sonando? ?Se puede saber en que esta pensando?
– Pensaba en Zamor.
Asi se llamaba un perro que yo habia tenido. Sabia muy bien por que decia aquello. Los dos lo sabiamos, ella y yo. Y Dina tuvo ocasion de conocer muy bien a Zamor.
Vi que se estremecia. No queria ni oir hablar del tema. Sacudio la cabeza y se giro con gesto de enojo. Ahora si que habia conseguido que se enfadara de verdad. No tenia que haberlo dicho, no tenia que haberle recordado al pequeno Zamor. Precisamente en ese momento en el que seguramente solo tenia ojos para aquel cachalote que estaba ahi sentado.
Entretanto, el doctor Gorski habia guardado su violoncello en una funda de tela.
– Creo que para hoy ya tenemos suficiente musica -dijo-. El tercer movimiento se lo per donamos al senor ingeniero, ?no les parece?
Dina inclino la cabeza y empezo a tararear el tema inicial del adagio.
– ?Lo oyen ustedes? Es verdaderamente como si uno estuviera en una barca, ?verdad?