ambos. Entonces, pasada la medianoche, a traves de la delgada pared llego hasta ellos el sonido de voces provenientes del cuarto vecino; una masculina, otra femenina, las palabras ininteligibles, y luego de un rato, el rechinar de una cama y los gritos entrecortados, los gemidos de la mujer, y los jadeos del hombre, continuos gemidos y jadeos y el rechinar de la cama…, los sonidos excitados, apasionados, rapidos.

Randall escuchaba acostado, y cada uno de aquellos sonidos se le enterraba como una daga. Habia sangrado de envidia y de celos en funcion de aquellos sordos placeres; y habia sangrado de ira y remordimiento a causa del cuerpo de Barbara que yacia a su lado. No podia verla, pero sabia que tambien ella escuchaba en la oscuridad. No habia retirada para ninguno de los dos. Los sonidos del cuarto vecino se mofaban del distanciamiento de sus propios cuerpos frios y subrayaban sus anos vacios. Randall habia odiado a la mujer que tenia al lado, habia odiado a la pareja tras el muro, con su interminable copular y su entrega mutua, y sobre todo se habia odiado a si mismo por su incapacidad para amar a su consorte. Queria saltar de la cama, deshacerse del cuerpo de Barbara, de ese horrible cuarto, de los tentadores sonidos carnales. Pero no podia. No le quedaba sino esperar. Y cuando se escucharon el ultimo gemido y el ultimo jadeo, las ultimas exhalaciones de placer, solo quedo el silencio de la satisfaccion tras aquel muro, lo que le resulto aun mas insoportable.

Despues, esa misma noche, surgio en su mente el fragmento de un poema de George Meredith que lo dejo helado: «Entonces, mientras la medianoche hace, / A su corazon gigante de recuerdo y de lagrimas, / Beber la palida droga del silencio, y asi latir / La pesada medida del sueno, ellos de la cabeza a los pies / Inmoviles estaban, mirando a traves de sus negros anos muertos, / Su cuenta como inutil lamento garabateado en el blanco muro. / Como esculpidas efigies parecieran / Sobre su matrimonio-tumba, la espada de por medio; / Cada cual esperando el tajo que todo lo hiende sin remedio.»

Y en la negrura que siguio, pudo comprender que ellos tambien yacian en su matrimonio-tumba. Lo que dominaba su conciencia antes de rendirse al sueno era la total comprension de lo hueco de su propio matrimonio, y la imposibilidad de sostener su vida juntos. No habia futuro para ellos; lo supo esa noche. Nunca podria de nuevo penetrar y amar honestamente aquel cuerpo que estaba a su lado en el lecho. Podria quiza fingir. Podria tal vez imitar el amor. Pero no podria hacerle el amor espontaneamente, o siquiera desearla. Su relacion no tenia esperanzas. Y ella tambien debia saberlo. Y aquella noche, antes de dormirse, habia comprendido que eso debia terminar pronto (el tajo que todo lo hiende debia caer), y rogo que fuera ella quien marcara el fin. Varios meses despues, ella se habia mudado de su apartamento en Nueva York y, llevandose a Judy, se habia ido a vivir a San Francisco.

Viendola borrosamente a traves del cuarto, Randall la estudio mientras ella fumaba, caminaba y eludia su mirada. Observo el contorno de sus muslos contra la falda. Mentalmente, la despojo de esa prenda para dejar expuesta aquella piel tan conocida, juntada a sus agudos huesos, y trato de imaginar como ese cuerpo de segunda mano, inflexible, indispuesto, podria estimular pasion en alguien llamado Arthur; como podria excitar jadeos y pasion desatada. Y aparentemente lo lograba. Que extrano; pero que extrano.

Se aparto del bar y enfilo hacia ella. Los ojos de Barbara estaban fijos en el.

La mujer estaba suplicante.

– Steven, por ultima vez, no te opongas al divorcio. Por favor, concedemelo sin problemas. Tu no me quieres. Nunca optaras por volver a mi. ?Por que no dejarme ser libre, sin alborotos ni lios, como lo hace la gente civilizada? ?Por que pelear? Judy no puede ser tu unica razon. Tu la verias tan a menudo como dispusieras de tiempo para ella. Eso se haria constar en el convenio. ?Que es lo que te esta torturando? Debe ser alguna otra cosa. ?Es la terminacion? ?Es que no puedes hacer frente a la idea de fracasar en algo? ?Que es?

– Es Judy. Nada mas. No seas ridicula. Es solo que no dejare que otro hombre, algun extrano, eduque a mi hija. Esa es mi decision. Por lo menos hasta que ella cumpla los veintiun anos. No hay divorcio ahora; eso es todo - Titubeo-. Quiza tu y yo… nosotros… tal vez podamos llegar a algun arreglo juntos, o idear algo.

– No, Steven. Yo ya no te quiero. Quiero el divorcio.

– Bueno, pues no te lo voy a dar.

El comenzaba a volverle la espalda cuando ella lo tomo del brazo, para obligarlo a que le diera la cara.

– ?Muy bien, pues, muy bien! -exclamo ella con voz agitada-. Me estas forzando a hacer lo que nunca quise. Me estas obligando a interponer una demanda de divorcio.

– Si tu demandas, yo te hare frente en el juzgado -dijo el-. Luchare contra ti y te hare un senor pleito. Tu me abandonaste. No pudiste controlar a nuestra hija. La dejaste caer en las drogas; dejaste que la echaran de la escuela. Te has andado acostando con otro hombre, teniendo a una hija quinceanera en casa… No me obligues a llevarte al juzgado, Barbara.

Randall supuso que Barbara explotaria; pero, para su sorpresa, los rasgos de su mujer estaban calmados, seguros de si, y en sus ojos habia algo inquietantemente parecido a la compasion.

– Perderas, Steven -dijo ella-. No tendre ni que esforzarme para apabullarte. Y no sere yo, sino mi abogado, quien te volteara al reves en la corte, en publico, para el registro. Y la corte sabra la verdad, un informe de tu comportamiento conmigo, con tu hija, tu papel de no-marido, no-padre. Tu conducta en el pasado y en el presente. Tu vida irregular. Tu aficion a la bebida. Tus amorios. La chica que tienes viviendo contigo en Nueva York. Perderas, Steven, y aun vas arriesgando no volver a ver a Judy. Espero que no estes tan iracundo ni seas tan terco para dejar que eso ocurra. Seria muy feo para todos nosotros; malo para Judy, algo horrendo, y a fin de cuentas la perderias a ella totalmente, no importa que diga el tribunal.

En el transcurso de estos minutos el la aborrecio; no por lo que estaba diciendo, sino por su seguridad, su confianza, posiblemente por su justa rectitud,

– Me estas chantajeando -dijo el-. Cuando yo demuestre en la corte que ese amante tuyo, ese tal Arthur como-se-llame, se valio de su relacion profesional con Judy para insinuarse en tu vida y apoderarse de ti y de nuestra hija, el juez nunca te concedera la custodia.

Barbara se encogio de hombros.

– Veremos -dijo ella-. Piensalo, Steven, cuando estes… cuando estes completamente sobrio. Dimelo antes de que nos vayamos. Si no has cambiado de parecer, si estas decidido a pleitear, tendre que regresar e iniciar los tramites de divorcio en la corte. Rezare porque no permitas que eso ocurra. Tambien rezare esta noche por… -De repente callo-. Vete a dormir un poco. Puede que tengas otro dia dificil manana.

Se dirigio hacia la puerta, pasando de largo por donde estaba el. Randall se rehuso a seguirla, y en tono beligerante dijo:

– ?Que es lo que ibas a decir? ?Por cual otra cosa vas a rezar esta noche? Dime.

Ella le abrio la puerta y espero. El dejo el vaso y fue hacia ella.

– Dimelo -insistio.

– Rezare… rezare por tu padre, desde luego. Y por Judy, como lo hago siempre. Pero mas que nada, Steven, rezare… rezare por ti.

Randall sintio desprecio por esa perra presumida y santurrona.

– Ahorrate tus plegarias para ti misma -le dijo con voz tremula-. Las necesitaras… en la corte.

Sin volver a mirarla, traspuso la puerta.

A la manana siguiente, Randall desperto crudo, y de inmediato se dio cuenta de que habia dormido mas de la cuenta.

Al banarse, secarse y vestirse, se percato de que la cruda no le habia venido de lo que bebiera la noche anterior. Usualmente bebia mucho mas, y sin embargo despertaba con la mente clara. No, esta cruda le venia de muy adentro, del residuo de verguenza que pesaba en el; verguenza por su comportamiento con Barbara la noche anterior.

Visto con objetividad, Randall comprendia que la peticion de Barbara para llegar a un acuerdo y al divorcio habia sido razonable. Tambien podia justificar su propia resistencia. La unica cuestion era que si ella volvia a casarse, el perderia a su unica hija. Semejante perdida le resultaba intolerable, especialmente cuando sus vinculos emotivos eran tan escasos. Sin embargo no le habia ofrecido alternativa a Barbara. El suponia que de por medio habia compromiso. Ella no tenia que casarse con ese Arthur y hacer de Judy su hijastra. Simplemente podia vivir con Arthur, como habia estado haciendolo… Y, ?por que no? Estamos en el siglo xx… Y Judy no tendria un nuevo padre, sino que sabria siempre que su padre, de hecho, era el mismo.

Bah, litigaria contra Barbara en el juzgado; por supuesto que lo haria.

No obstante, lo que le pesaba y avergonzaba era su conducta inmadura, perfectamente pueril y mezquina. Habia provocado una escena desagradable. Cualquier extrano que lo hubiera visto, lo habria tomado por un vil hijo

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