Hasta aqui, Teresa. Su relato, como cualquier otro, no es sino una version. Pero hasta donde puedo asegurar, su palabra es autentica. Y, ya que ella nos reunio, no podia dejar de darla a leer aqui. *
24 de noviembre
Tras leer el alegato de Teresa, me sorprendi tratando de formarme un veredicto sobre ella. Nunca me ha gustado juzgar a mis semejantes, fundamentalmente por dos razones: la primera, porque mi experiencia me ensena que son las personas mas deficientes y mezquinas las que tienen mayor soltura para calificar la condicion ajena; y la segunda, porque soy consciente de mis propias faltas y he tenido que aprender a convivir con ellas, lo que mal me faculta para ser demasiado severa con las de los demas. Creo que pocas frases encierran a la vez tanta belleza, humanidad y sabiduria como aquella del Evangelio de Mateo:
Pero el juego intelectual que me habia planteado el Inquisidor me exigia formarme un juicio sobre aquella persona. No en vano el desafio consistia en dilucidar si la priora era o no inocente de los cargos de los que habia sido acusada y, por tanto, si habia sido fundada (con arreglo a las leyes pertinentes al caso) su absolucion.
No voy a ocultar que mis simpatias estaban con ella. Por muchos motivos: por haber sido una victima del aparato represor del Santo Oficio, por haber padecido descredito y cautiverio, por su coraje y por su firmeza al defenderse, desde la posicion subalterna que siempre ha ocupado la mujer en la Iglesia catolica, frente al cumulo de acusaciones reunido en su contra por aquella pandilla de frailes prepotentes y malevolos. Pero tambien porque me sentia naturalmente inclinada a apoyar a la representante de mi propio sexo, frente a un representante del sexo opuesto que trataba de menoscabarla y al que yo deseaba por otros motivos poder refutar.
Sin embargo, al repasar con cuidado las palabras de la acusada, teniendo presente que mi contrincante no iba a concederme graciosamente la victoria, adverti unos cuantos puntos debiles. Por ellos atacaria el Inquisidor, y sobre ellos debia meditar para tratar de minimizar la validez de sus suspicacias. Porque, en terminos generales, la pobre Teresa me parecia una mujer integra que, dejando a salvo alguna debilidad y alguna vanidad, en modo alguno merecia la condena que se le habia impuesto y si la absolucion ultima.
No me ayudaba mucho, segun comprobe, el tenor de esa absolucion, que el Tribunal Supremo de la Santa y General Inquisicion habia otorgado a Teresa y a las demas monjas en estos terminos:
No dejaba de ser notable la forma de justificar la resolucion: con una vaga alusion a que las circunstancias tenidas en cuenta para dictar nueva sentencia eran distintas, fundada en la sola alegacion de la imputada (ya hubieran querido otras victimas del temible tribunal que se les diese tanto credito); y cuidandose, ante todo y mayormente, de salvar la actuacion de los primeros calificadores de la causa, que habian conducido con sus informes a la condena. El Santo Oficio parecia mas preocupado por absolverse a si mismo de toda posible irregularidad en aquel viaje de ida y vuelta que de sustentar el perdon que habia determinado conceder a las monjas.
Que al final los jueces vinieran a coincidir con la acusada en el afan de exculparse resultaba chocante, teniendo en cuenta el hermetismo del proceso inquisitorial. Pero lo que yo intentaba anticipar era la lectura que de tan insolita circunstancia iba a hacer mi oponente, y puedo decir que mi intuicion no fallo mucho. Aunque tampoco fue lo bastante certera como para impedir que el Inquisidor me sorprendiese. Me seguia llevando ventaja, despues de todo.
25 de noviembre
Transcurrio una semana completa sin noticias de aquel a quien yo esperaba. Pero deje pasar los dias sin que en ningun momento me cupiera la menor duda de que mi esquivo interlocutor acabaria por aparecer. Habia releido muchas veces nuestra conversacion y tenia la conviccion de que me las habia arreglado para hacerle morder el anzuelo; cuando menos, lo bastante como para que no se esfumara sin haber explorado un poco mas lo que aquel contacto pudiera depararle. El aburrimiento y la desesperanza que he padecido durante largos trechos de mi vida me han llevado a charlar con multitud de desconocidos a traves de la Red. Eso me ha ensenado a apreciar cuando existe una conexion que merece la pena prolongar, y tambien he aprendido que