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Ismail Kadare
Cronica de la ciudad de piedra
Traduccion de Ramon Sanchez Lizarralde
I
– Afuera, la noche invernal habia envuelto la ciudad en agua, en niebla y en viento. Con la cabeza tapada bajo el embozo, yo escuchaba el ruido sordo y monotono de las gotas de lluvia sobre el gran tejado de nuestra casa.
Imaginaba como las gotas innumerables rodaban en aquel instante sobre las aguas inclinadas del tejado, apresurandose a caer cuanto antes a tierra para evaporarse despues y volver a encaramarse alla arriba, en el cielo blanco. No sabian que en los aleros del tejado les esperaba una trampa oculta, el canalon de hojalata. Justo cuando se disponian a brincar del tejado al suelo, se encontraban de pronto en el interior del estrecho canalon junto con miles y miles de sus companeras que se preguntaban amedrentadas: «?A donde vamos?, ?a donde nos llevan?». Entonces, antes de que hubieran podido recuperarse de su alocada carrera por el tubo, caian bruscamente en una prision honda y oscura bajo la tierra, en el enorme aljibe de nuestra casa. De este modo llegaba a su fin la vida libre y gozosa de las gotas de lluvia.
Alli, en el aljibe negro y mudo, recordarian despues con tristeza los espacios celestes que ya jamas volverian a contemplar, las ciudades extraordinarias a sus pies y los horizontes plagados de relampagos. Tan solo yo, alguna vez, les enviaria con mi espejo un fragmento de cielo, tan pequeno como la palma de una mano, que jugaria durante un rato en la superficie del agua, como un breve recuerdo del firmamento infinito.
Pasarian muchos dias, incluso meses, aburridas alla abajo, hasta que mi madre las sacara con un cubo, aturdidas y desconcertadas por la oscuridad, y lavara con ellas nuestra ropa, la escalera y el suelo de la casa.
Pero, por el momento, no sabian nada. Corrian ahora llenas de vigor y alegria por las lajas de piedra del tejado y yo, mientras escuchaba su sonido, sentia algo parecido a la compasion.
Cuando la lluvia duraba tres o cuatro dias seguidos, papa separaba el canalon en un punto, de forma que el aljibe no se llenara mas de lo debido. El deposito era grande, se extendia practicamente bajo toda la superficie que ocupaba nuestra casa y, si alguna vez el agua lo hubiese rebalsado, habria podido inundar primero el sotano y destruir despues todos los cimientos, porque nuestra ciudad era empinada y en ella podia ocurrir cualquier cosa.
Mientras me devanaba los sesos acerca de quien soportaba con mas dificultad la prision, si el hombre o el agua, escuchaba los pasos de la abuela y despues su voz, procedentes de la otra habitacion.
– Levantaos, levantaos, hemos olvidado retirar el canalon.
Papa y mama se levantaron inmediatamente, alarmados. Papa corrio a oscuras por el pasillo, con sus largos calzones blancos, abrio el ventanuco del mirador y con una larga pertiga separo el canalon. Se escucho el gorgoteo del agua derramandose en el patio.
Entretanto, mama encendio la lampara de petroleo y bajo las escaleras junto con papa y la abuela. Me acerque a la ventana intentando escudrinar el exterior. El viento estrellaba con furia la lluvia contra los cristales y se oia el crujido de los viejos desvanes.
No pude contenerme y baje las escaleras para ver que sucedia abajo. Estaban preocupados los tres y no notaron mi presencia. Habian levantado la tapa de la boca del aljibe y trataban de distinguir que pasaba alli dentro. Mama sujetaba la lampara y papa miraba.
Senti un escalofrio y me arrebuje en las faldas de la abuela. Ella me puso la mano en la cabeza con afecto. La eran puerta del patio y la interior temblaban con el viento.
– ?Que desastre! -exclamo la abuela.
Papa, de bruces, seguia mirando dentro del aljibe.
– Dame un papel de periodico -dijo a mama.
Ella se lo trajo. Papa retorcio el papel, le prendio fuego y lo dejo caer en el interior. Mama solto un leve grito.
– El agua llega hasta la boca -dijo papa.
La abuela comenzo a murmurar una oracion.
– Rapido -grito papa-, enciende el farol.
Mama, muy palida, encendio el farol con manos temblorosas mientras papa se cubria la cabeza con un impermeable negro, cogia despues el farol y abria la puerta. Mama se puso tambien el abrigo viejo sobre la cabeza y salio tras el.
– Abuela, ?a donde van? -pregunte asustado.
– A llamar a los vecinos -me respondio.
– ?Para que?
– Para que nos ayuden a sacar agua del aljibe.
Fuera, entre el fuerte ruido de la lluvia, se escucho un golpe amortiguado sobre una puerta. Despues otro y otro mas.
– Abuela, ?como van a sacar el agua?
– Con cubos, hijo.
Me acerque a la boca y mire hacia abajo. Tinieblas. Nada mas que tinieblas y miedo.
– Auuu -dije con voz debil. Pero el aljibe no me respondio. Era la primera vez que no lo hacia. Lo queria mucho y con frecuencia le contaba toda clase de cosas inclinandome sobre su boca. Siempre habia estado dispuesto a responderme con aquella voz honda y prolongada…