– Auuu -repeti, pero volvio a guardar silencio. Esto significaba que estaba muy enfadado.

Imaginaba ahora como las gotas innumerables de lluvia unian su enfado alla abajo. Las mas viejas, que languidecian alli desde hacia largo tiempo, se unian a las gotas iracundas de la tormenta de aquella noche para cometer alguna accion malvada. ?Que lastima que papa olvidara retirar el canalon! No se debia permitir que las aguas de la tormenta se metieran en nuestro apacible aljibe y lo empujaran a la rebelion.

Se oyo un ruido junto al porton y, uno tras otro, empapados, entraron Xexo, Mane Voco y Nazo junto con su nuera. Despues lo hizo papa y tras el mama, que temblaba de frio. El porton crujio de nuevo y entraron corriendo Javer y Maksut, el hijo de Nazo, con un gran cubo cada uno.

Me reconforto ver a tanta gente junta. Se agitaron las cuerdas, las cadenas, los cubos. Senti que aquellos cubos cantarines expulsaban de mi animo la angustia.

Permanecia en la barandilla y observaba a los que comenzaban a trabajar ruidosamente, a Mane Voco, alto y delgado, con el pelo canoso, al hijo y a la nuera de Nazo, tan hermosa con los ojos sonolientos, a Xexo, que apenas lograba tomar aliento. Mane Voco, Xexo y Nazo, su marido y Javer sacaban los cubos, mientras los demas los vaciaban junto a la puerta del patio. Fuera, la lluvia continuaba cayendo a raudales y Xexo exclamaba una y otra vez con su voz nasal:

– ?Dios mio, que diluvio!

Tras cada cubo que se derramaba yo le decia al agua para mis adentros: «Vete, vete al diablo, ya que no quieres quedarte en nuestro aljibe». Cada cubo estaba repleto de gotas de lluvia encarceladas y pensaba que lo mejor seria sacar primero las gotas mas discolas y alborotadoras y asi reducir el peligro.

Xexo dejo el cubo para descansar y encendio un cigarrillo.

– ?Has oido? -dijo acercandose a la abuela-. A la hija de Checho Kaili le ha salido barba.

– ?Tonterias! -exclamo la abuela.

– Por estos ojos -dijo Xexo-. Barba negra como a los hombres. Por eso su padre no la deja salir a la calle.

Yo aguce el oido. Conocia a aquella muchacha y verdaderamente hacia mucho tiempo que no la veia por la calle.

– ?Ah, querida Selfixe! -se quejo Xexo-. ?Pobres de nosotras, pobres! ?Que signos tan funestos nos envia el Senor! Fijate en el diluvio de hoy.

Mientras observaba a la hermosa nuera de Nazo, que se habia casado hacia tres semanas, Xexo le dijo algo en voz baja a la abuela. Esta se mordio el labio. Me acerque a escuchar, pero Xexo tiro el cigarrillo y se dirigio a la boca del pozo.

– ?Que hora sera? -pregunto Mane Voco.

– Mas de medianoche -respondio papa.

– Voy a haceros un cafe -notifico la abuela y me llevo con ella.

Estabamos subiendo las escaleras cuando se oyo rechinar la puerta.

– Llega mas gente -dijo la abuela.

Yo estire la cabeza sobre la barandilla e intente ver quien habia llegado, pero en vano. El pasillo estaba en tinieblas y por las paredes se deslizaban sombras terrorificas de formas cambiantes, como de pesadilla.

Subimos a la segunda planta y entramos en la habitacion de invierno. La abuela encendio el fuego en la chimenea. Yo me eche a dormir.

Fuera aullaba la tormenta, las chimeneas gemian en lo alto del tejado y yo pensaba que bajo los cimientos de nuestra casa no habia tierra firme y segura, sino el agua negra y traicionera del aljibe.

Malos tiempos, tiempos turbulentos. ?Ah, querida, es una epoca traicionera esta! Confusamente, mientras me atrapaba el sueno con la ayuda del arrullo grato del sonido del cacillo del cafe, recordaba retazos de frases y conversaciones de los mayores escuchadas aqui y alla, con sentidos tan escurridizos como el agua.

Al despertarme, la casa parecia muda. Papa y mama dormian. Me levante sin hacer ruido y mire el reloj. Eran las nueve. Fui a la otra habitacion pero la abuela dormia tambien. Era la primera vez que nadie estaba ya levantado a aquella hora.

La tormenta habia cesado. Me acerque a los ventanales de la sala grande y mire fuera. El cielo estaba alto y frio, cubierto de nubes del color de la ceniza, inmoviles. El agua que habian sacado a cubos durante la noche quiza ya se habia evaporado y habia ascendido a lo alto, a las nubes, y desde alli miraba cenuda y jactanciosa los tejados empapados y la tierra sombria.

Lo primero que me llamo la atencion al dirigir los ojos hacia los barrios mas bajos fue el rio desbordado. Ya sabia que habria riada. Con una noche asi, no podia ser de otro modo. Durante toda la noche el rio habia intentado, como de costumbre, hacer saltar el puente, lo mismo que un caballo encabritado intenta desasirse de la silla que lo hiere. La mejor muestra de los esfuerzos salvajes que habia desplegado durante toda la noche, era su propio lomo ensangrentado. Y, como no habia logrado derribar el puente, se habia abalanzado sobre la carretera y se la habia tragado. Ahora no se la veia. El rio, desmesuradamente hinchado con la comilona, intentaba digerirla en su estomago. Pero la carretera era solida, ya estaba acostumbrada a aquellos ataques subitos y seguramente permanecia en calma bajo las aguas rojizas, a la espera de que se retirasen.

«Rio estupido», pense. «Todos los inviernos intenta devorar la ciudad por los pies. Sin embargo, no es tan fiero como trata de aparentar». Los verdaderamente peligrosos eran los torrentes que descendian de la montana. Tambien ellos, al igual que el rio, se esforzaban por devorar la ciudad. Pero mientras este se pavoneaba presuntuoso a los pies de la ciudad antes de atacarla, los torrentes se precipitaban sobre su espalda por sorpresa y a traicion. Habitualmente no tenian agua y semejaban serpientes secas y muertas sobre la superficie de la montana. Sin embargo, en una noche de tormenta, revivian de pronto, crecian, embestian, bramaban, aullaban. En aquel momento corrian pendiente abajo, palidos de furor, con sus nombres breves, como nombres de perros (Chulo, Fitso, Cfake), arrastrando el fango y las piedras arrancados durante su carrera por los barrios altos.

Contemplaba el paisaje transformado en el curso de la noche y pensaba que el rio odiaba el puente, en tanto que la carretera, sin duda, odiaba el rio, los torrentes a los muros, el viento a la montana que domaba su furia, y todos ellos juntos odiaban la ciudad, la cual se desplegaba empapada, gris y altanera, en medio de aquel odio destructor. Yo la queria, pues estaba sola contra todos.

Sin apartar los ojos de los tejados, intentaba comprender que relacion podia existir entre la tempestad de la noche pasada y la hija de Checho Kaili, cuya barba recorde de pronto como un mal aguero. Despues, mi imaginacion se traslado al aljibe. Me levante y baje las escaleras. El corredor estaba completamente empapado. Los cubos y las cuerdas aparecian amontonados por el suelo. Su presencia acentuaba aun mas el silencio. Me acerque a la boca del aljibe, levante la tapa y me agache.

– Auuu -le dije en voz baja, como si temiera despertar alguna bestia.

– Auuu -me respondio el aljibe con desgana y con una voz ronca que me era ajena. Esto significaba que se le habia pasado el enfado, aunque no del todo, pues su voz resultaba mas gruesa de lo habitual.

Al subir nuevamente a la sala grande de la segunda planta, vi con alegria que alla a lo lejos, a una distancia indefinida, habia surgido el arco iris, como un pacto de paz recien establecido entre la montana, el rio, el puente, los torrentes, la mezquita, el viento y la ciudad. No resultaba dificil comprender que se trataba, no obstante, de una paz temporal e inestable.

Toma Francia y Canada y dame Luxemburgo.

– ?No, hombre! Te gusta Luxemburgo ?eh?

– Bueno, si quieres.

– Si me das Abisinia por dos Polonias, podemos discutirlo.

– Abisinia no te la doy. Llevate Francia y Canada por dos Polonias.

– No.

– Entonces, devuelveme la India, que te di ayer a cambio de Venezuela.

– ? La India? Toma, quedatela. ?Para que quiero la India? Si quieres que te diga la verdad, anoche me arrepenti.

– No te habras arrepentido tambien con respecto a Turquia…

– Porque la he vendido; si no, te la devolveria.

– Muy bien, entonces tampoco te entrego Alemania, como te dije ayer. La partire en pedazos y te quedaras sin nada.

– ?Oh!, ?Si crees que Alemania me importa algo!

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