– ?Donde estais ahora, querida?
– En un coche patrulla entre la Cuarenta y nueve y la Quinta Avenida. Estabamos aqui cuando Brian… desaparecio de pronto de mi lado.
– Enseguida voy para alli.
– Mama, trae las fotos de Brian mas recientes que tengas. La policia quiere darselas a los medios de comunicacion. Y el informativo de una radio local va a entrevistarme dentro de unos minutos para que haga una llamada especial. Y… mama, telefonea a las enfermeras. Diles que se aseguren que Tom no encienda el televisor de su habitacion. No tiene radio. Si se entera de que Brian ha desaparecido… -Su voz se apago.
– Las llamare ahora mismo, Catherine. Pero no tengo fotos recientes de Brian. Las unicas que puedo llevar son las que hicimos el verano pasado en la casa de Nantucket.
– En aquel momento se hubiera mordido la lengua. Habia estado pidiendo fotografias de los ninos, y no se las habian mandado. Pero el dia anterior, Catherine le habia dicho que su regalo de Navidad para ella (retratos de los ninos enmarcados) se le habia olvidado, con las prisas por llevar a Tom a Nueva York para la operacion-. Llevare las que encuentre -se apresuro a decir-. Ahora mismo salgo.
Despues de dar el mensaje al hospital, Barbara Cavanaugh se hundio en una silla y apoyo la frente en una mano. 'Es espantoso -penso-, espantoso.'
?Acaso no tenia siempre la sensacion de que todo era demasiado perfecto para ser real? El padre de Catherine habia muerto cuando esta tenia diez anos, y hasta que conocio a Tom, a los veintidos, su hija habia tenido cierto aire de tristeza en la mirada. Eran tan felices, tan perfectos. 'Igual que Gene y yo desde el primer dia', penso.
Por un instante, su mente viajo hasta aquel dia de 1943 cuando, a los diecinueve anos y en primer curso de universidad, le presentaron a un joven y guapo oficial del ejercito, el teniente Eugene Cavanaugh. Desde aquel momento, ambos supieron que estaban hechos el uno para el otro. Se casaron al cabo de dos meses, pero pasaron dieciocho anos hasta que nacio su primera hija.
'Con Tom, ella encontro el mismo tipo de relacion que yo tuve la suerte de tener, pero…' Se levanto de un salto.
Tenia que reunirse con Catherine. 'Brian debio de alejarse y perderse -se dijo-. Catherine es fuerte, aunque ahora estara al borde del colapso. Ay, Dios mio, haz que lo encuentren!'
Recorrio el apartamento a la carrera y recogio retratos enmarcados de las repisas y las mesas. Se habia mudado de Beekman Place hacia diez anos. Y aun tenia mas espacio del que necesitaba: comedor, biblioteca, una suite para los invitados… Pero su proposito era que cuando Tom, Catherine y los ninos llegaran de Omaha, hubiera espacio suficiente para todos.
Barbara guardo las fotos en el bolso de piel grande que Catherine y Tom le habian regalado en su ultimo cumpleanos, cogio un abrigo del armario del recibidor y, sin molestarse en cerrar la puerta con las dos llaves, salio deprisa a tiempo de apretar el boton del ascensor cuando este bajaba del atico.
Sam, el ascensorista, era un viejo empleado. Cuando le abrio la puerta, cambio la sonrisa por una mirada de preocupacion.
– Buenas noches, senora Cavanaugh. Feliz Navidad. ?Tiene alguna noticia del doctor Dornan?
Barbara, temerosa de hablar, meneo la cabeza.
– Tiene usted unos nietos preciosos. El pequeno, Brian, me dijo que usted le habia dado una cosa a su mama que curaria a su papa. Ojala sea verdad.
Barbara trato de decir: '?Ah si?', Pero sus labios se negaron a pronunciar palabra.
– ?Por que estas triste, mama? -pregunto Gigi mientras se sentaba sobre las rodillas de Cally.
– No estoy triste, Cally. Cuando te tengo a mi lado, siempre me siento alegre.
Gigi sacudio la cabeza. Llevaba un camison de Navidad con dibujos de angelitos con velas. Los ojazos marrones y el cabello castano dorado eran un legado de Frank. 'Cuanto mas crece, mas se parece a el', penso Cally abrazandola instintivamente mas fuerte.
Se encontraban acurrucadas, juntas, en el sofa delante del arbol.
– Me alegro mucho de que estes en casa conmigo, mami -dijo Gigi con una voz que de pronto parecio asustada-. No me dejaras otra vez, ?no?
– No, carinito, tampoco queria dejarte la ultima vez.
– No me gustaba ir a visitarte a aquel lugar.
'Aquel lugar.' La carcel de mujeres de Bedford.
– A mi tampoco me gustaba aquello. -Cally trataba de hablar con un tono despreocupado.
– Los hijos tienen que estar con sus madres.
– Si, estoy de acuerdo.
– Mami, ?es para mi ese regalo grande? -pregunto Gigi senalando la caja con el uniforme y el abrigo que Jimmy habia dejado.
– No, carino, es para Papa Noel -respondio Cally con la boca seca de repente-. Tambien le gusta que le hagan regalos por Navidad. Ahora, vamos, que es hora de acostarse.
– No, no quiero ir a… -empezo a decir Gigi automaticamente, pero se interrumpio de pronto-. Si me voy a la cama ahora, ?llegara la Navidad mas rapido?
– Si, si. Vamos, te llevare a cuestas.
Una vez hubo arropado a Gigi y vio como se abrazaba a su gastada mantita, la indispensable companera de suenos de su hija, Cally volvio a la sala y se hundio de nuevo en el sofa.
'Los hijos tienen que estar con sus madres…' Las palabras de Gigi la perseguian. Cielo santo, ?donde se habia llevado Jimmy al pequeno? ?Que le haria? ?Y que debia hacer ella?
Cally miro la caja envuelta en papel de celofan. 'Es para Papa Noel.' El vivido recuerdo de su contenido le paso por la mente: el uniforme del guardian a quien Jimmy habia disparado, con el costado y la manga todavia manchados de sangre; el abrigo ronoso… Dios sabia de donde lo habia sacado, o a quien se lo habia robado.
Jimmy era malo. No tenia conciencia ni piedad. 'Enfrentate a la verdad -se dijo Cally, impulsiva-. No dudara en matar al nino si eso le sirve para tener mas probabilidades de escapar.'
Encendio la radio para escuchar el informativo de las siete y media. La primera noticia fue que el guardian de la carcel seguia grave, aunque estable. Los medicos eran moderadamente optimistas.
'Si vive, Jimmy no se enfrentara a la pena de muerte -penso-. No pueden ejecutarlo ahora por el asesinato del policia de hace tres anos. Es listo. No se arriesgara a matar al nino cuando se entere de que el guardian no va a morir.
Lo soltara.'
'Esta tarde, el nino de siete anos, Brian Dornan -decia el locutor en aquel momento-, se separo de su madre en la Quinta Avenida. La familia esta en Nueva York porque el padre…'
Cally, helada delante de la radio, escucho como el locutor daba la descripcion del pequeno, y decia a continuacion: 'Aqui hay una llamada de la madre, solicitando la ayuda de todos'.
Mientras Cally oia la voz queda y ansiosa de la madre de Brian, visualizo a la mujer joven que habia dejado caer el monedero. Tendria poco mas de treinta, como mucho.
El negro y brillante cabello le llegaba al cuello del abrigo. Cally habia vislumbrado su rostro solo un instante, pero estaba segura de que era bonita. Muy bonita, bien vestida y segura de si.
Al oir como pedia ayuda, como suplicaba, se tapo los oidos con las manos, corrio hacia la radio y la apago de un manotazo. Entro en el cuarto de puntillas. Gigi estaba dormida, respiraba suave y tranquilamente, con una mano debajo de la mejilla y la otra cogida a la vieja mantita de la muneca.
Cally se arrodillo junto a ella. 'Si tiendo la mano, la acariciare -penso-, pero esa mujer no puede tocar a su hijo.' ?Que debo hacer? Si llamo a la policia, y Jimmy hace dano a ese chiquillo, diran que yo soy la responsable de ello. Lo mismo que dijeron cuando mato a aquel policia. Quiza Jimmy lo suelte en alguna parte. Me prometio que… Ni siquiera Jimmy seria capaz de hacer dano a un nino pequeno, ?no es cierto? Esperare y rezare.'
Pero la oracion que intento susurrar: 'Dios mio, protege a Brian…' parecia una burla y no pudo terminarla.
Jimmy habia decidido que lo mejor era ir por el puente George Washington hasta la ruta 4, despues cogeria la Ruta 17 hasta la autopista Thruway. Era un camino un poco mas largo que ir por el Bronx hasta Tappan Zee, pero su instinto le decia que saliera de Nueva York lo antes posible. Por suerte el puente, que era donde podian pararlo, no tenia peaje para salir.