EL SUENO HISTERICO

Un haz de luz, surgiendo de las tinieblas, cayo sobre la blanca mesa de operaciones, inundandola.

En ella, cubierto hasta la cintura por una blanca sabana, estaba tendido el cuerpo de un hombre. Su torax abierto tenia al descubierto los sangrantes tejidos internos y la blancura de las costillas. Los ojos estaban cerrados y el rostro inmovil y exangue. Este rostro tenia algo de conocido: las profundas arrugas en las mejillas y la cicatriz oblicua que corria por la sien derecha.

La sonda que sostenia en mis manos estaba hundida en la profunda herida. Yo estaba vestido con una bata y un gorro blanco, en tanto que una mascara de gasa cubria mi boca y mi nariz. Los que me rodeaban vestian igual. No conocia a ninguno de ellos, a excepcion de la mujer parada a la cabecera del paciente; su mirada estaba clavada en mis manos como una cuerda rigida e invisible mientras la sonda se hundia en la herida.

De pronto, a mi memoria llegaron los recuerdos de lo sucedido antes: el chirrido displicente de los frenos del automovil al parar frente a la entrada del hospital; los escalones de granito aun humedos a causa de la lluvia anterior; la calle conocida, en la que habia sonado muy frecuentemente; la reverente sonrisa del guardarropa al atrapar mi abrigo en el aire; el despegue lento del ascensor y la fulgurante blancura de la sala de operaciones, donde me vesti con la bata blanca y me lave las manos lentamente a despecho de mis deseos. Recorde ademas como empece esta operacion, como abri con el escalpelo el torax, corte y suture con la destreza de un profesional. Todo esto cruzo por mi mente a la velocidad de la luz, y desaparecio. Ahora, lo habia olvidado todo. La agilidad habitual de mis manos se habia transformado en un temblor. Y, poseido por un terror inefable, llegue a la conclusion de que, carente de conocimientos medicos, mi accion se convertiria en un asesinato.

Saque la sonda de la herida y la deje caer al suelo, produciendo un ruido sordo. En los ojos fijos en mi, por encima de las mascaras de gasa, se insinuaba una sola pregunta: '?que sucede?'.

Con las piernas temblorosas y blandas, me encamine hacia la puerta; alli me di vuelta y mire como una espalda desconocida ocupaba mi lugar y le pedia a la enfermera con voz de bajo:

– ?La sonda!

'Huye -me decia el pensamiento-, para que no te vea nadie, y para que no leas mas de lo que leiste en aquellos ojos enormemente abiertos, asombrados y acusadores'. Sin sentir las piernas, me lance como un bolido a traves del quirofano hacia un espacio ubicado en el angulo de dos corredores. Habia un sillon: cai en el.

'Acabo de matar a Oleg con estas manos' me dije, y, apretando mis sienes con las palmas heladas, empece a gemir.

– ?Que le pasa… Serguei Nikolaevich? ?Que le sucede, mi amigo? -indago una voz asustada.

Frente a mi habia un hombre alto, calvo y vestido de blanco.

– ?Que paso? ?Como quedo la operacion?

– No se -le respondi.

– ?Como es posible?

– Deje todo… me fui -proferi con trabajo-. Me sentia mal.

– Entonces, ?quien opera? ?Asafiev?

– No se.

– ?Como?

– ?Yo no se nada! ?No lo conozco! ?Quien es usted? ?Como se llama? ?Donde estoy? ?Demonios! -grite desaforadamente.

Se quedo petrificado en su sitio; sus ojos, sin comprender nada, me miraban absortos, y, tras unos segundos, echo a correr hacia la puerta por la que yo habia salido. Lo segui con la mirada y me levante. Al tirar de los faldones traseros de mi bata atada en la espalda, los cordones se rompieron; me limpie las manos con ellos y los lance al suelo, e hice lo mismo con el gorro.

Por el corredor que se extendia al frente, aparecio una muchacha vestida de blanco -medico o enfermera- haciendo ruido por el entarimado con los tacos, y desaparecio luego por una de las puertas del pasillo. Maquinalmente, me dirigi en esa direccion, pasando por delante de las puertas blancas que conducian a los gabinetes de los medicos y cuyos nombres estaban escritos en tarjetas cuadradas de plastico. 'Doctor Gromov S. N.' -lei en una de las tapetas. 'Este era mi gabinete”. ?Que se le va a hacer! ?Adentro!

Frente a una gran ventana italiana, detras de 'mi' mesa de escribir, estaba sentado Klionov, leyendo un periodico.

– ?Ya? -pregunto parco, pero con inquietud y miedo.

Yo no conteste.

– ?Vive?

– ?Y por que estas aqui? -inquiri en vez de responder.

– ?Si tu mismo me pediste que te esperara aqui! -exclamo colerico-. ?Como esta?

– No se.

– ?Por que no sabes? -pregunto saltando de la silla.

– Me senti mal… Casi perdi el conocimiento.

– ?Durante la operacion?

– Si.

– ?Quien opera, entonces?

– No se -repuse, tratando de no mirarlo.

– ?Y por que estas aqui y no en la sala de operaciones? -censuro gritando.

– Porque no soy cirujano, Klionov.

– Estas loco -exclamo lanzandose sobre mi y tras golpearme con el hombro, como en una batalla de hockey, siguio como un relampago hacia el corredor. Estupidamente, me sente en una silla en el medio de la habitacion, sin poder siquiera arrastrarme hasta 'mi' propia mesa de escribir.

'No soy cirujano' -le dije a Klionov-. Pero, ?como pude entonces empezar la operacion y conducirla hasta su momento critico sin despertar sospechas? Posiblemente en los suenos es factible. Y si esto es un sueno, ?por que estoy aterrado por lo sucedido? ?No son, acaso, Oleg, la operacion, Klionov y yo, particulas de este mundo ilusorio de suenos? Si, lo son. ?Y si esto no es un sueno, como dijo Zargarian?

El telefono de la mesa empezo a sonar. Le di la espalda. Sonaba y sonaba intermitentemente. Finalmente, cuando su ruido me fastidio, lo descolgue:

– Serguei, ?eres tu? -preguntaron por el auricular-. Bueno, ?que noticias?

– ?Quien habla? -pregunte vociferando.

– No grites. ?Acaso no me conoces?

– No, no la conozco. ?Quien es usted?

– Soy yo, Galia.

”Galia esta intranquila. Es natural -pense-. Pero, ?por que me llama por telefono? Debia aguardarme en mi gabinete, como hizo Klionov'.

– ?Por que callas? -indago asombrada-. ?Pasa algo grave?

– Pues… -balbucee-, Galia, no te puedo decir nada concreto. Me senti mal durante la operacion y continuo el asistente…

– ?Asafiev?

'De nuevo este Asafiev. Pero, ?acaso se yo si es el el asistente? Aunque, ?no da lo mismo si todo es un sueno?'

– Seguramente era Asafiev. No lo note. Todos tenian mascarillas de gasa.

– Pero si no le tienes confianza a Asafiev. Hoy mismo, por la manana, dijiste que el era un cirujano de dispensarios.

– ?Cuando dije eso?

– Cuando desayunabamos. Antes de que llegara por ti el automovil.

Tenia la plena conviccion de que no habia desayunado con Galia. Por la manana estuve en casa y no tengo ningun automovil. Empero, ?para que discutir si todo esto es un sueno?

– ?Que fue lo que te sucedio? -inquirio ella.

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