quinientos dolares en concepto de indemnizacion por despido, cuando muchos de ellos llevaban trabajando aqui mas de treinta anos. No pudieron hacerlo peor al marcharse de la ciudad de esa manera, porque muchos de sus antiguos trabajadores acabaron siendo algunos de nuestros mejores testigos durante el juicio. Existia, y sigue existiendo, un gran rencor. Si Krane tenia algun amigo en Bowmore, lo perdio cuando jodio a sus empleados.

Un fotografo que trabajaba con Shepard se reunio con ellos en la puerta principal y empezo a sacar fotos. Fueron paseando a lo largo de la valla, mientras Mary Grace dirigia la breve visita.

– No utilizaron candados durante anos y fue objeto de muchos actos vandalicos. Los adolescentes venian aqui a beber y drogarse. Ahora la gente se mantiene lo mas alejada posible de este lugar. En realidad, las puertas y las vallas no son necesarias, a nadie le apetece acercarse por aqui.

Hacia el norte, una larga hilera de enormes cilindros metalicos se alzaba en medio de la planta.

– A eso se lo conocia como Unidad de Extraccion Dos -explico Mary Grace, senalandolos-. El dicloronileno se obtenia como un derivado reducido y se almacenaba en esos tanques. De ahi, una parte se enviaba a otro lugar para eliminarla de manera adecuada, pero la mayoria se llevaba al bosque de alli, detras de la propiedad, y simplemente se tiraba a un barranco.

– ?En el Pozo de Proctor?

– Si, el senor Proctor era el supervisor a cargo de la eliminacion de residuos. Murio de cancer antes de que pudieramos citarlo. -Recorrieron veinte metros junto a la valla-o Desde aqui no se ven, pero hay tres barrancos en el bosque, donde arrojaban los bidones y luego los cubrian con tierra y barro. Al cabo de los anos, los tanques empezaron a perder, ni siquiera los habian sellado como era debido, y los productos quimicos se filtraron al subsuelo. Este proceso continuo igual durante anos, toneladas y mas toneladas de dicloronileno, cartolyx, aklar y otros productos demostradamente cancerigenos. Segun nuestros expertos, y el jurado asi lo creyo, los contaminantes acabaron en el acuifero del que Bowmore se abastecia.

Un equipo de seguridad en un carrito de golf se dirigio hacia ellos desde el otro lado de la valla. Dos guardias orondos y armados se detuvieron a su lado y los miraron con atencion.

– No les haga caso -murmuro Mary Grace.

– ?Que andan buscando? -pregunto uno de los guardias.

– No hemos cruzado la valla -contesto la abogada.

– ?Que andan buscando? -repitio el guardia.

– Soy Mary Grace Payton, uno de los abogados. Asi que circulen, amigos.

Ambos asintieron al unisono y se alejaron lentamente. Mary Grace consulto la hora.

– Tengo que irme.

– ?Cuando podemos volver a vernos?

– Ya veremos, no le prometo nada. Ultimamente vamos como locos.

Volvieron a la iglesia de Pine Grave y se despidieron.

Cuando Shepard se hubo ido, Mary Grace se acerco caminando hasta la caravana de Jeannette, a tres manzanas de alli. Bette estaba trabajando y reinaba el silencio. Durante una hora, se sento con su cliente bajo un arbolito y bebieron limonada embotellada. No hubo lagrimas ni panuelos, solo estuvieron charlando sobre la vida, la familia y los ultimos cuatro meses que habian pasado juntas en una sala del tribunal.

6

A una hora del cierre de la bolsa, Krane habia llegado a su valor mas bajo: sus acciones se vendian a dieciocho dolares, aunque luego empezo una leve recuperacion, por llamarlo de algun modo. Rozo los veinte dolares por accion durante una media hora, antes de estancarse en ese precio.

Por si eso no fuera suficiente, los inversores decidieron ensanarse con el resto del imperio de Carl. El Trudeau Group poseia el 45 por ciento de Krane y participaciones mas pequenas de otras seis companias que tambien cotizaban en bolsa: tres quimicas, una prospectora de yacimientos petroliferos, un fabricante de recambios de automovil y una cadena de hoteles. Poco despues de comer, las acciones ordinarias de estas seis companias empezaron a bajar. No tenia sentido, pero la bolsa a veces era asi de imprevisible. La desgracia es contagiosa en Wall Street. Suele dejarse llevar por el panico, que pocas veces tiene explicacion.

El senor Trudeau no vio venir la reaccion en cadena, ni el ni Felix Bard, su inteligente mago de las finanzas. A medida que pasaban los minutos, contemplaron horrorizados como el Trudeau Group perdia mil millones de dolares en valor de mercado.

Era obvio quien tenia la culpa. Todo se debia a la sentencia de Mississippi, aunque muchos analistas, sobre todo los expertos charlatanes de la television por cable, insistian en achacarlo a que Krane Chemical llevara tantos anos operando con descaro sin el colchon que suponia un buen seguro de responsabilidad civil. La empresa habia ahorrado una fortuna en primas, pero ahora tendria que pagarlas con creces.

– ?Apaga eso! -espeto Carl a Bobby Ratzlaff, que estaba escuchando a uno de esos analistas de la television en un rincon.

Ya eran cerca de las cuatro de la tarde, la hora magica en la que la bolsa cerraba y acababa el derramamiento de sangre. Carl estaba en su escritorio, con el telefono pegado a la oreja. Bard estaba en la mesa de reuniones, mirando dos monitores y apuntando los ultimos valores de las acciones. Ratzlaff estaba demacrado, mareado e incluso mas arruinado que antes, y no dejaba de pasearse de un ventanal a otro, como si estuviera eligiendo el mas idoneo para el vuelo final.

Los otros seis grupos de acciones se recuperaron con el ultimo aviso de cierre y aunque el precio habia bajado significativamente, las perdidas eran asumibles. Las companias eran solidas y las acciones se reajustarian a su debido tiempo. Por otra parte, Krane era un tren descarrilado. Habia cerrado a veintiuno con veinticinco dolares por accion, un desplome de treinta y uno con veinticinco respecto al dia anterior. Su valor de mercado se habia reducido de tres mil doscientos millones de dolares a mil trescientos, por lo que el senor Trudeau, con su 45 por ciento de participacion en aquella desgracia, acababa de perder mas de ochocientos cincuenta millones de dolares. Bard sumo apresuradamente los descensos de las otras seis companias y estimo las perdidas totales en unos mil cien millones de dolares en un solo dia. No batian ningun record, pero lo mas probable era que fuera suficiente para que Carl apareciera entre los diez primeros de alguna lista.

Despues de repasar las cifras al cierre de la bolsa, Carl ordeno a Bard y a Ratzlaff que se pusieran la chaqueta, se arreglaran la corbata y lo siguieran.

Cuatro plantas mas abajo, en las oficinas de Krane Chemical, los altos ejecutivos escondian la cabeza en un pequeno comedor reservado exclusivamente para ellos. La comida era de una insipidez supina, pero las vistas eran impresionantes. Ese dia, la hora de comer habia quedado relegada a un segundo plano, nadie tenia apetito. Llevaban alli una hora, conmocionados, a la espera de una explosion en las alturas. Habria habido mas animacion en un funeral colectivo. Sin embargo, el senor Trudeau consiguio alentar al personal. Entro con decision, con sus dos secuaces a la zaga -Bard con una sonrisa forzada, Ratzlaff con mala cara-, y, en vez de ponerse a gritar, agradecio a los chicos (todos ellos hombres) su duro trabajo y su compromiso con la empresa.

– Caballeros, no ha sido uno de nuestros mejores dias -dijo Carl, con una amplia sonrisa-. Estoy seguro de que no lo olvidaremos en mucho tiempo -anadio, con voz agradable, como si solo fuera otra amistosa visita del hombre de las alturas-. No obstante, todo se ha acabado por hoy, menos mal, y todavia seguimos en pie. Manana empezaremos a repartir lena.

Unas cuantas miradas nerviosas, tal vez una o dos sonrisas.

La mayoria esperaba que los despidieran sin mas.

– Quiero que recordeis tres cosas que voy a decir en esta ocasion historica -continuo-. Primera: nadie de aqui va a perder su trabajo. Segundo: Krane Chemical sobrevivira a este error judicial. y tercero: no tengo intencion de perder esta batalla.

Era el paradigma del lider seguro de si mismo, el capitan que animaba a las tropas en las trincheras. Un signo de victoria y un puro y habria sido la viva imagen de Churchill en su mejor momento. Esa cabeza bien alta, esos hombros atras, etc.

Incluso Bobby Ratzlaff empezo a sentirse mejor.

Dos horas despues, Ratzlaff y Bard pudieron recoger sus cosas y volver a casa. Carl necesitaba tiempo para reflexionar, para lamerse las heridas y aclarar las ideas. Se sirvio un whisky y se descalzo para ayudar a

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