pudo evitar mirarla boquiabierto. ?De verdad que ese amasijo de varillas de laton tenia que parecerse a una mujer? ?Donde estaba el torso? ?Donde estaban las piernas? ?Donde estaba la cabeza? ?De verdad habia pagado tanto dinero por ese revoltijo abstracto?

?Durante cuanto tiempo iba a acecharlo en su propio atico?

Carl estaba contemplando tristemente su obra de arte mientras uno de los ayudantes se llevaba el abrigo y el maletin. Entonces oyo las temidas palabras.

– Hola, carino. -Brianna entro en la habitacion arrastrando un largo y vaporoso vestido roj o tras ella. Se dieron un beso en las mejillas-. ?No es increible? -pregunto, entusiasmada, extendiendo un brazo en direccion a Imelda.

– Increible es la palabra -contesto el.

Miro a Brianna, luego a Imelda y le entraron ganas de asfixiarlas a ambas, aunque enseguida se le paso. Jamas admitiria una derrota.

– La cena esta lista, carino -le susurro Brianna.

– No tengo hambre. Tomemos una copa.

– Pero Claude ha preparado tu plato preferido: lenguado a la parrilla.

– No tengo apetito, querida -insistio el, arrancandose la corbata y lanzandosela a su ayudante.

– Ha sido un dia espantoso, lo se -dijo ella-. ?Un whisky?

– Si.

– ?Te apetece contarmelo? -pregunto Brianna.

– Me encantaria.

La administradora personal de Brianna, una mujer que Carl no conocia, habia estado llamando a lo largo del dia para ponerla al corriente de la caida. Brianna conocia las cifras y habia oido en las noticias que su marido habia perdido cerca de mil millones de dolares.

Despidio al servicio de cocina y se puso un camison mucho mas atrevido. Se acomodaron delante de la chimenea y estuvieron charlando hasta que el se durmio.

7

El viernes, dos dias despues de la sentencia, el bufete de los Payton se encontro a las diez de la manana en el Ruedo, un amplio espacio despejado, con paredes de pladur sin pintar, forradas de estanterias caseras y abarrotadas de fotos aereas, certificados medicos, perfiles de miembros del jurado, informes de expertos llamados a declarar y un centenar de documentos y objetos relacionados con el proceso. En el centro de la estancia habia una especie de mesa: cuatro planchas de contrachapado de tres centimetros de grosor, montadas sobre caballetes y rodeadas de una lastimosa coleccion de sillas de madera y metalicas. No habia practicamente ninguna a la que no le faltara alguna pieza. Era evidente que la mesa habia sido el ojo del huracan durante los ultimos cuatro meses, abarrotada como estaba de papeles y montanas de volumenes de derecho. Sherman, uno de los pasantes, habia dedicado casi todo el dia anterior a recoger tazas de cafe, cajas de pizza, recipientes de comida china y botellas de agua vacias. Tambien habia barrido el suelo, aunque nadie lo diria.

El despacho anterior, en un edificio de tres plantas de Main Street, estaba decorado con elegancia, bien situado y un equipo de limpieza lo dejaba como los chorros del oro cada noche. La apariencia y la pulcritud eran importantes entonces.

Ahora solo intentaban sobrevivir.

A pesar del deprimente entorno, la gente estaba animada, y por razones obvias: la maraton habia acabado, aunque todavia les costaba creer el veredicto. Unidos por el sudor y los apuros que habian pasado, la pequena y consolidada firma habia superado a la bestia negra y habia anotado un tanto para el equipo de los buenos.

Mary Grace intento imponer un poco de orden. Habian descolgado los telefonos porque Tabby, la recepcionista, tambien formaba parte del bufete y querian que participara en la toma de decisiones. Por fortuna, los telefonos volvian a sonar.

Sherman y Rusty, el otro pasante, llevaban vaqueros y sudaderas, pero no usaban calcetines. Trabajando en un antiguo local comercial abandonado, ? a quien iba a importarle el codigo en el vestir? Tabby y Vicky, la otra recepcionista, habian dejado de ponerse la ropa buena cuando empezaron a engancharsela en el mobiliario improvisado. Solo Olivia, la contable con aspecto de matrona, aparecia un dia tras otro ataviada con ropa de oficina.

Estaban sentados alrededor de la mesa de contrachapado, dando sorbos al mismo imbebible cafe al que se habian hecho adictos, y escuchaban sonrientes a Mary Grace mientras esta hacia un rapido resumen.

– Presentaran las peticiones de costumbre -decia-. El juez Harrison ha fijado una vista para de aqui a un mes, pero no se esperan sorpresas.

– A la salud del juez Harrison -dijo Sherman, y todos brindaron con su taza de cafe.

Se habia convertido en un bufete muy democratico. Todos los presentes se sentian como iguales, todo el mundo podia decir lo que creyera conveniente y se tuteaban. La pobreza era un gran rasero.

– En los proximos meses -continuo Mary Grace-, Sherman y yo llevaremos el caso Baker y pondremos los demas casos de Bowmore al corriente. Wes y Rusty se encargaran de todos los demas y empezaran a generar algo de dinero.

Aplausos.

– Por el dinero -dijo Sherman, invitando a un nuevo brindis.

Sherman estaba licenciado en derecho, certificado que habia obtenido en una escuela nocturna, pero no habia conseguido aprobar el examen con que se obtenia el titulo de abogado. Tenia cuarenta y tantos anos, un pasante de carrera que sabia mas de leyes que la mayoria de los abogados. Rusty tenia veinte anos menos y estaba planteandose probar con la medicina.

– Ya que hablamos de ello -continuo Mary Grace-, Olivia me ha facilitado el ultimo estado de nuestro deficit presupuestario. Todo un detalle. -Cogio una hoja de papel y repaso las cifras-. Llevamos un retraso de tres meses en el pago del alquiler, asi que oficialmente debemos un total de cuatro mil quinientos dolares.

– Que nos desahucien, por favor -dijo Rusty.

– Pero el casero sigue siendo cliente nuestro y no esta preocupado. Tambien llevamos un retraso de un par de meses en el pago de las demas deudas, salvo, por descontado, la del telefono y la luz. Hace cuatro semanas que no se pagan sueldos…

– Cinco -puntualizo Sherman.

– ?Estas seguro? -pregunto Mary Grace.

– Contando hoy. Hoy es dia de pago o, al menos, antes lo era.

– Disculpa, cinco semanas de retraso. La semana que viene deberia de empezar a entrar dinero, si conseguimos llegar a un acuerdo con el caso Raney. Intentaremos ponernos al dia. -Saldremos de esta -aseguro Tabby.

Era la unica soltera del bufete, los demas tenian pareja con trabajo. Aunque las perspectivas de cobro eran muy poco halaguenas, todos estaban dispuestos a sobrevivir.

– ?Y la familia Payton? -pregunto Vicky.

– Vamos tirando -contesto Wes-. Gracias por preocuparte, pero nos defendemos, igual que vosotros. Ya lo he dicho cientos de veces, pero volvere a repetirlo si es necesario:

Mary Grace y yo os pagaremos tan pronto como sea posible. Las cosas van a mejorar.

– Vosotros nos preocupais mas -anadio Mary Grace. Nadie iba a irse. Nadie iba a presionarlos.

A pesar de que no habia nada por escrito, hacia tiempo que habian firmado un acuerdo: cuando cobraran los casos de Bowmore, si eso sucedia algun dia, el dinero se repartiria entre todos los empleados. Tal vez no de manera igualitaria, pero todos los presentes sabian que serian recompensados.

– ?Y el banco? -pregunto Rusty.

No habia secretos. Sabian que Huffy se habia pasado por alli el dia anterior y sabian muy bien cuanto se le debia al Second State Bank.

– Les pare los pies -contesto Wes-. Si siguen presionandonos, incoaremos un procedimiento concursal y los joderemos bien jodidos.

Вы читаете La Apelacion
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату