hacia fresco, por lo que todos se acurrucaron bajo una colcha. Una luz lejana titilaba en el horizonte y, tras debatir que podria ser, llegaron a la conclusion de que se trataba de otra barca.
– Papa, cuentanos una historia -dijo Mack.
Estaba arrebujado entre su hermana y su madre.
– ?De que tipo?
– Una de fantasmas. Que de miedo.
Lo primero que le vino a la cabeza fueron los perros de Bowmore. Durante muchos anos, una jauria de perros abandonados habia deambulado por las afueras del pueblo. A menudo, en medio del silencio de la noche, se ponian a aullar y a gemir y hacian mas ruido que una manada de coyotes. La leyenda decia que los perros tenian la rabia y que se habian vuelto locos por beber el agua.
Sin embargo, ya estaba harto de Bowmore. Recordo otra sobre un fantasma que caminaba sobre el agua, de noche, en busca de su amada esposa, que se habia ahogado. Empezo a contarla y los ninos se acurrucaron aun mas contra sus padres.
8
Un guardia uniformado abrio las puertas de la mansion e hizo un seco gesto de cabeza al conductor al tiempo que el largo Mercedes negro pasaba por su lado a toda velocidad, con prisas, como siempre. El senor Carl Trudeau ocupaba el asiento trasero, solo, concentrado en los periodicos de la manana. Eran las siete y media, demasiado temprano para ir a jugar al golf o al tenis, y demasiado temprano para encontrar caravana, siendo sabado, en Palm Beach. Al cabo de unos minutos, el coche estaba en la interestatal 95, en direccion sur.
Carl paso por alto la seccion de economia. Gracias a Dios, la semana habia llegado a su fin. Krane habia cerrado a diecinueve dolares con cincuenta el dia anterior y no daba senales de que fuera a estabilizarse. A pesar de que pasaria a ser conocido para la posteridad como uno de los pocos hombres que habia perdido mil millones de dolares en un dia, ya estaba forjando su proxima leyenda. En un ano habria recuperado su dinero. En dos lo habria doblado.
Cuarenta minutos despues estaba en Boca Raton, cruzando el canal navegable, en direccion al conglomerado de rascacielos y hoteles que se apelotonaban a lo largo de la playa. El edificio de oficinas era un reluciente cilindro de cristal de diez pisos, con una sola entrada, un guardia y sin distintivos de ningun tipo. Le dieron paso al Mercedes con un gesto de la mano y este se detuvo bajo un portico.
– Buenos dias, senor Trudeau -lo saludo un joven, muy serio y con traje oscuro, al abrir la puerta trasera.
– Buenos dias -contesto Carl, apeandose.
– Por aqui, senor.
Segun las investigaciones de ultima hora de Carl, la firma de Troy-Hogan procuraba mantenerse en el mas puro anonimato. No tenia pagina web ni folletos, no se anunciaba y el telefono no aparecia en el listin: nada que pudiera atraer clientes. No se trataba de un bufete de abogados porque no estaba registrada en el estado de Florida; ni en el de Florida ni en ningun otro. No estaba adscrito a ningun grupo de presion. Era una sociedad anonima. Se desconocia el origen del nombre, porque no habia ningun registro de nadie que se llamara ni Troy ni Hagan. La compania ofrecia servicios de consultoria y marketing, pero nadie sabia a que se dedicaba en realidad. La razon social estaba en las Bermudas y llevaba ocho anos censada en Florida. El representante nacional era un bufete de abogados de Miami de propiedad privada, aunque nadie conocia al dueno.
Cuanto menos sabia Carl de la firma, mas la admiraba.
El director era un tal Barry Rinehart y por ahi todavia habia conseguido encontrar alguna pista. Segun varios amigos y contactos de Washington, Rinehart habia pasado por Washington D.C. veinte anos atras sin dejar ni una sola huella. Habia trabajado para un congresista, para el Pentagono y para un par de grupos de presion medianos, un curriculo como otro cualquiera. Abandono la ciudad sin razon aparente en 1990 y volvio a aparecer en Minnesota, donde dirigio la magnifica campana de un politico desconocido que salio elegido para el Congreso. A continuacion paso a Oregon, donde puso sus artes a disposicion de un candidato al Senado. Sin embargo, cuando empezaba a cosechar cierta reputacion, de repente dejo de hacer campanas y volvio a desaparecer. Ahi se acababa el rastro.
Rinehart tenia cuarenta y ocho anos, se habia casado y divorciado en dos ocasiones, no tenia hijos, no estaba fichado por la policia y no pertenecia a ninguna asociacion profesional ni a ningun otro tipo de organismo asociativo. Habia obtenido una licenciatura en Ciencias Politicas en la Universidad de Maryland y otra en Derecho en la Universidad de Nevada.
Por lo visto, nadie sabia que hacia en la actualidad, pero sin lugar a dudas lo hacia bien. Su elegante despacho, en la ultima planta del cilindro, estaba decorado con arte y mobiliario contemporaneo minimalista. Carl, que no reparaba en gastos en su propio despacho, estaba impresionado.
Barry lo esperaba junto a la puerta de la oficina. Se estrecharon la mano e intercambiaron las cortesias de rigor mientras tomaban buena nota del traje, la camisa, la corbata y los zapatos del otro. Todo a medida, exclusivo. Habian cuidado hasta el ultimo detalle, a pesar de ser sabado y estar en el sur de Florida. La primera impresion era crucial, especialmente para Barry, emocionado ante la perspectiva de echar el lazo a un nuevo cliente de peso.
Carl habia medio esperado a un charlatan con mucha labia ataviado con un traje barato, pero se sintio gratamente sorprendido. El senor Rinehart era un caballero distinguido, de voz suave, acicalado y parecia muy tranquilo en presencia de un hombre tan poderoso como el. Por descontado no era un igual, pero al otro tampoco parecia importarle.
Una secretaria les ofrecio cafe cuando entraron en el despacho y se toparon con el oceano. Desde la decima planta, en primera linea de playa, el Atlantico se extendia hacia el infinito. Carl, que contemplaba distraido el rio Hudson varias veces al dia, sintio envidia.
– Bonito -comento, disfrutando de la vista desde la hilera de ventanales de tres metros de alto.
– No es un mal lugar para trabajar -dijo Barry.
Se acomodaron en los sillones de piel beis cuando llego el cafe. La secretaria cerro la puerta y dejo tras de si una agradable sensacion de seguridad.
– Le agradezco que me reciba en sabado y habiendo avisado con tan poco tiempo de antelacion -dijo Carl.
– Es un placer -contesto Barry-. Ha sido una semana muy dura.
– He tenido mejores. Asumo que ha hablado personalmente con el senador Grott.
– Por supuesto. Charlamos de vez en cuando.
– Fue bastante vago acerca de a que se dedican usted y su firma.
Barry se echo a reir y cruzo las piernas.
– Nos dedicamos a las campanas. Eche un vistazo.
– Cogio un mando a distancia y pulso un boton. Una enorme pantalla blanca bajo del techo y cubrio casi toda la pared. A continuacion, aparecio toda la nacion. La mayoria de los estados estaban coloreados de verde mientras que los demas eran de color amarillo claro-. Treinta y un estados eligen por votacion los jueces que presidiran los tribunales de apelacion y los tribunales supremos. Son los que estan en verde. Los estados en amarillo tienen el sentido comun de designarlos. Nosotros nos dedicamos a las verdes.
– Elecciones judiciales.
– Si. Es a lo unico a lo que nos dedicamos, y lo hacemos de manera muy discreta. Cuando nuestros clientes necesitan ayuda, nos
– Asi sin mas.
– Asi sin mas.
– ?Quienes son sus clientes?
– No puedo darle nombres, pero todos se encuentran en su mismo barco. Grandes consorcios energeticos, aseguradoras, farmaceuticas, quimicas, madereras, todo tipo de fabricantes, ademas de medicos, hospitales,
