sonriendo por encima de los petalos.
– Las mujeres bonitas y las flores hacen buena pareja -comento Pierce y le basto mirarla a los ojos para ver que Ryan se retraia. Una mujer muy precavida, se dijo de nuevo. Y a el le gustaban las personas precavidas. Las respetaba. Tambien le gustaba observar las reacciones de los demas-. Es una mujer bonita, Ryan Swan.
– Gracias -respondio ella casi con pudor.
– ?Mas vino? -la invito Pierce sonriente.
– No, gracias. Estoy bien -rehuso Ryan. Pero el pulso le latia un poco mas rapido. Puso la flor junto al plato y volvio a concentrarse en la comida-. No suelo venir por esta parte de la costa. ?Vive aqui hace mucho, senor Atkins? -pregunto para entablar una conversacion.
– Desde hace unos anos -Pierce se llevo la copa a los labios, pero Ryan noto que apenas bebio vino-. No me gustan las multitudes -explico.
– Salvo en los espectaculos -apunto ella con una sonrisa.
– Naturalmente.
De pronto, cuando Pierce se levanto y sugirio ir a sentarse a la salita de estar, Ryan cayo en la cuenta de que no habian hablado del contrato. Tendria que reconducir la conversacion de vuelta al tema que la habia llevado a visitarlo.
– Senor Atkins -arranco justo mientras entraban en la salita-. ?Que habitacion mas bonita!
Era como retroceder al siglo XVIII. Pero no habia telaranas, no habia signos del paso del tiempo. Los muebles relucian y las flores estaban recien cortadas. Un pequeno piano, con un cuaderno de partituras abierto, adornaba una esquina. Sobre la repisa de la chimenea podian verse diversas figuritas de cristal. Todas de animales, advirtio Ryan tras un segundo vistazo con mas detenimiento: unicornios, caballos alados, centauros, un perro de tres cabezas. La coleccion de Pierce Atkins no podia incluir animales convencionales. Y, sin embargo, el fuego de la chimenea crepitaba con sosiego y la lampara que embellecia una de las mesitas era sin duda una Tiffany. Se trataba de la clase de habitacion que Ryan habria esperado encontrar en una acogedora casa de campo inglesa.
– Me alegro de que le guste -dijo Pierce, de pie junto a ella-. Parece sorprendida.
– Si, por fuera parece una casa de una pelicula de terror de 1945, pero… -Ryan freno, horrorizada-. Oh, lo siento. No pretendia…
Pero Pierce sonreia, obviamente encantado con el comentario.
– La usaron justo para eso en mas de una ocasion. La compre por esa razon.
Ryan volvio a relajarse mientras paseaba por la salita.
– Habia pensado que quiza la habia elegido por el entorno -dijo ella y Pierce enarco una ceja.
– Tengo cierta… inclinacion por cosas que la mayoria no aprecia -comento al tiempo que se acercaba a una mesa donde ya habia un par de tazas-. Me temo que no puedo ofrecerle cafe. No tomo cafeina. El te es mas sano -anadio al tiempo que llenaba la taza de Ryan, mientras esta se dirigia al piano.
– Un te esta bien -dijo en tono distraido. El cuaderno no tenia las partituras impresas, sino que estaban escritas a mano. Automaticamente, empezo a descifrar las notas. Era una melodia muy romantica-. Preciosa. Es preciosa. No sabia que compusiera musica -anadio tras girarse hacia Pierce.
– No soy yo. Es Link -contesto despues de poner la tetera en la mesa. Miro los ojos asombrados de Ryan-. Ya digo que valoro lo que otros no logran apreciar. Si uno se queda en la apariencia, corre el riesgo de perderse muchos tesoros ocultos.
– Hace que me sienta avergonzada -dijo ella bajando la mirada.
– Nada mas lejos de mi intencion -Pierce se acerco a Ryan y le agarro una mano de nuevo-. La mayoria de las personas nos sentimos atraidos por la belleza.
– ?Y usted no?
– La belleza externa me atrae, senorita Swan -aseguro el al tiempo que estudiaba el rostro de Ryan con detalle-. Luego sigo buscando.
Algo en el contacto de sus manos la hizo sentirse rara. La voz no le salio con la fuerza que hubiera debido.
– ?Y si no encuentra nada mas?
– Lo descarto -contesto con sencillez-. Vamos, el te se enfria.
– Senor Atkins -Ryan dejo que Pierce la llevara hasta una silla-. No quisiera ofenderlo. No puedo permitirme ofenderlo, pero… creo que es un hombre muy extrano -finalizo tras exhalar un suspiro de frustracion.
Sonrio. A Ryan le encanto que los ojos de Pierce sonrieran un instante antes de que lo hiciera su boca.
– Me ofenderia si no creyera que soy extrano, senorita Swan. No deseo que me consideren una persona corriente.
Empezaba a fascinarla. Ryan siempre habia tenido cuidado de mantener la objetividad en las negociaciones con clientes de talento. Era importante no dejarse impresionar. Si se dejaba impresionar, podia acabar anadiendo clausulas en los contratos y haciendo promesas precipitadas.
– Senor Atkins, respecto a nuestra oferta…
– Lo he estado pensando mucho -interrumpio el. Un trueno hizo retemblar las ventanas. Ryan levanto la vista mientras Pierce se llevaba la taza de te a los labios-. La carretera estara muy traicionera esta noche… ?La asustan las tormentas, senorita Swan? -anadio mirandola a los ojos tras observar que Ryan habia apretado los punos despues del trueno.
– No, la verdad es que no. Aunque le agradezco su hospitalidad. No me gusta conducir con mal tiempo contesto ella. Muy despacio, relajo los dedos. Agarro su taza y trato de no prestar atencion a los relampagos-. Si tiene alguna pregunta sobre las condiciones, estare encantada de repasarlas con usted.
– Creo que esta todo muy claro -Pierce dio un sorbo le te-. Mi agente esta ansioso por que acepte el contrato.
– Ah -Ryan tuvo que contener el impulso de hacer algun gesto triunfal. Seria un error precipitarse. -Nunca firmo nada hasta estar seguro de que me conviene. Manana le dire mi decision.
Ella acepto asintiendo con la cabeza. Tenia la sensacion de que Pierce no estaba jugando. Hablaba totalmente en serio y ningun agente o representante influiria hasta mas alla de cierto punto en sus decisiones. El era su propio dueno y tenia la primera y la ultima palabra.
– ?Sabe jugar al ajedrez, senorita Swan?
– ?Que? -pregunto Ryan distraida-. ?Como ha dicho?
– ?Sabe jugar al ajedrez? -repitio.
– Pues si. Se jugar, si.
– Eso pensaba. Sabe cuando hay que mover y cuando hay que esperar. ?Le gustaria echar una partida?
– Si -contesto Ryan sin dudarlo-. Encantada.
Pierce se puso de pie, le tendio una mano y la condujo hasta una mesa pegada a las ventanas. Afuera, la lluvia golpeteaba contra el cristal. Pero cuando Ryan vio el tablero de ajedrez ya preparado, se olvido de la tormenta.
– ?Que maravilla! -exclamo. Levanto el rey blanco. Era una pieza grande, esculpida en marmol, del rey Arturo. A su lado estaba la reina Ginebra, el caballo Lancelot, Merlin de alfil y, como no, Camelot. Ryan acaricio la torre en la palma de la mano-. Es el ajedrez mas bonito que he visto en mi vida.
– Le dejo las blancas -Pierce la invito a tomar asiento al tiempo que se situaba tras las negras-. ?Juega usted a ganar, senorita Swan?
– Si, como todo el mundo, ?no? -respondio ella mientras se sentaba.
– No -dijo Pierce despues de lanzarle una mirada prolongada e indescifrable-. Hay quien juega por jugar.
Diez minutos despues, Ryan ya no oia la lluvia al otro lado de las ventanas. Pierce era un jugador sagaz y silencioso. Se sorprendio mirandole las manos mientras deslizaban las piezas sobre el tablero. Eran grandes, anchas y de dedos agiles. De violinista, penso Ryan al tiempo que tomaba nota de un anillo de oro con un simbolo que no identificaba. Cuando levanto la vista, lo encontro mirandola con una sonrisa segura y divertida. Centro su atencion en su estrategia.
Ryan ataco, Pierce se defendio. Cuando el avanzo, ella contraataco. A Pierce le gusto comprobar que se hallaba ante una rival que estaba a su altura. Ryan era una litigadora cautelosa, aunque a veces cedia a algun arrebato impulsivo. Pierce penso que su forma de jugar reflejaba su caracter. No era una adversaria a la que pudiera ganar o enganar con facilidad. Admiraba tanto el ingenio como la fortaleza que intuia en ella. Hacia que su