Nora Roberts
Magicos Momentos
Titulo Original: This Magic Moment (1983)
Capitulo I
Habia elegido la casa por el entorno. Ryan lo supo nada mas verla sobre el acantilado. Era una casa de piedra gris, solitaria. Daba la espalda al oceano Pacifico. No tenia una estructura simetrica, sino irregular, con diversas alturas que subian aqui y alla confiriendole cierta elegancia salvaje. Situada en lo alto de una carretera sinuosa, y con un cielo enfurecido de fondo, la casa resultaba majestuosa y tetrica al mismo tiempo.
“Como salida de una pelicula antigua”, decidio Ryan mientras ponia primera para iniciar el ascenso. Tenia entendido que Pierce Atkins era excentrico. Y la casa parecia confirmarlo.
Ryan penso que solo le faltaban un trueno, un poco de niebla y el aullido de un lobo: nada mas que un par de efectos especiales sencillos. Permanecio entretenida con tal idea hasta que paro el coche y miro la casa de nuevo. No seria sencillo encontrar muchas casas asi a tan solo doscientos kilometros al norte de Los Angeles. De hecho, se corrigio en silencio, no seria sencillo encontrar muchas casas asi en ningun lado.
Al salir del coche, un golpe de viento tiro de ella y le sacudio el cabello, levantandoselo alrededor de la cara. Tuvo ganas de acercarse al dique y mirar el mar, pero echo a andar hacia las escaleras que subian. No habia ido alli a contemplar el paisaje.
El llamador era viejo y pesado. Cuando lo golpeo contra la puerta, hizo un sonido sobrecogedor. Ryan se dijo que no estaba nerviosa en absoluto, pero se cambio el maletin de una mano a otra mientras esperaba. Su padre se pondria furioso si volvia sin que Pierce Atkins le hubiese firmado el contrato que llevaba. Aunque no, no se pondria furioso, matizo. Se quedaria en silencio. Nadie utilizaba el silencio con tanta eficacia como Bennett Swan.
“No pienso marcharme con las manos vacias”, se aseguro. Sabia manejarse con artistas temperamentales. Se habia pasado anos viendo como tratarlos y…
El pensamiento quedo interrumpido al abrirse la puerta. Los ojos de Ryan se agrandaron. Ante ella aparecio el hombre mas grande que jamas habia visto. Media cerca de dos metros y sus hombros cubrian la puerta de un extremo a otro. Y la cara. Ryan decidio que era, sin la menor duda, la persona mas fea que habia visto en toda su vida. Tenia una cara tan ancha como palida. Era evidente que se habia roto la nariz. Los ojos, pequenos, eran de un color marron apagado como su densa mata de pelo. “Para dar ambiente”, penso Ryan. Atkins debia de haber elegido a aquel hombre para remarcar el ambiente tetrico que envolvia la casa.
– Buenas tardes -acerto a saludar-. Ryan Swan. Tengo cita con el senor Atkins.
– Senorita Swan -respondio con una voz ronca y profunda, perfectamente a juego con el. Cuando el hombre se retiro para invitarla a pasar, Ryan descubrio que se sentia algo inquieta. Nubes tormentosas, un mayordomo gigante y una casa oscura en un acantilado. Desde luego, decidio Ryan, Atkins sabia como crear un ambiente tenebroso.
Entro. Mientras la puerta se cerraba a sus espaldas, Ryan echo un vistazo fugaz alrededor.
– Espere aqui -le ordeno el laconico mayordomo justo antes de echar a andar pasillo abajo, a paso ligero para un hombre tan grande.
– Por supuesto, muchas gracias -murmuro ella, hablando ya a la espalda del mayordomo.
Las paredes eran blancas y estaban cubiertas de tapices. El mas cercano ilustraba una escena medieval en la que podia verse al joven Arturo sacando la espada de la piedra y al mago Merlin destacado en segundo plano. Ryan asintio con la cabeza. Era una obra de arte exquisita, propia de un hombre como Atkins. Se dio la vuelta y se encontro con su propio reflejo en un espejo ornado.
Le disgusto ver que tenia el pelo enredado. Representaba a Producciones Swan. Ryan se aparto un par de cabellos rubios que le caian sobre la cara. El verde de sus ojos se habia oscurecido debido a una mezcla de ansiedad y emocion. Tenia las mejillas encendidas. Respiro profundamente y se obligo a relajarse. Se estiro la chaqueta.
Al oir unas pisadas, se aparto corriendo del espejo. No queria que la sorprendieran mirandose ni con retoques de ultimo momento. Era el mayordomo de nuevo, solo. Ryan contuvo su fastidio.
– La vera abajo.
– Ah -Ryan abrio la boca para anadir algo, pero el ya estaba yendose. Tuvo que acelerar para darle alcance. El pasillo doblaba hacia la derecha. Los tacones de Ryan resonaban a toda velocidad mientras trataba de seguir el paso del mayordomo. De pronto, este se detuvo con tal brusquedad que Ryan estuvo a punto de chocar contra su espalda.
– Ahi -dijo el tras abrir una puerta, para marcharse acto seguido.
– Pero… -Ryan lo miro con el ceno fruncido y luego empezo a bajar una escalera tenuemente iluminada. Era absurdo, penso. Una reunion de trabajo debia tener lugar en un despacho o, por lo menos, en un restaurante adecuado. Pero el mundo del espectaculo era especial, se dijo con sarcasmo.
El eco de sus pasos sonaba con cada escalon. De la habitacion de abajo no se oia el menor ruido. Si, era obvio que Atkins sabia como crear un ambiente tenebroso. Estaba empezando a caerle rematadamente mal. El corazon le martilleaba con nerviosismo mientras cubria la ultima curva de la escalera de caracol.
La planta de abajo era amplia, una pieza desordenada, llena de cajas, baules y trastos por todas partes. Las paredes estaban empapeladas; el suelo, embaldosado. Pero nadie se habia molestado en decorarla mas. Ryan miro a su alrededor con el entrecejo arrugado al tiempo que bajaba el ultimo escalon.
El la observaba. Tenia la habilidad de permanecer totalmente callado, totalmente concentrado. Era crucial para su arte. Tambien tenia la habilidad de formarse una idea muy aproximada de las personas enseguida. Era una mujer mas joven de lo que habia esperado, de aspecto fragil, baja de estatura, de constitucion fina, cabello rubio y una carita delicada. De barbilla firme.
Estaba irritada, podia notarlo, y no poco inquieta. Esbozo una sonrisa. Ni siquiera cuando la mujer empezo a dar vueltas por la sala, salio a su encuentro. Muy profesional, se dijo, con aquel traje a medida bien planchado, zapatos sobrios, maletin caro y unas manos muy femeninas. Interesante.
– Senorita Swan.
Ryan dio un respingo y maldijo para sus adentros. Al girarse hacia el lugar de donde habia procedido la voz, solo vio sombras.
– Llega pronto -anadio el.
Entonces se movio. Ryan lo localizo. Estaba de pie sobre un pequeno escenario. Iba vestido de negro y su figura se fundia con las sombras.
– Senor Atkins -saludo ella con irritacion contenida. Luego dio un paso al frente y esbozo una sonrisa ensayada-. Tiene usted toda una casa.
– Gracias.
En vez de bajar junto a ella, permanecio sobre el escenario. A Ryan no le quedo mas remedio que levantar la cara para mirarlo. La sorprendio observar que resultaba mas dramatico en persona que por television. Por lo general, ocurria todo lo contrario. Habia visto sus espectaculos. De hecho, tras ponerse enfermo su padre y, de mala gana, cederle a ella la negociacion del contrato con Atkins, Ryan se habia pasado dos tardes enteras viendo todos los videos disponibles de las actuaciones de Pierce Atkins.
Si, tenia un aire dramatico, decidio mientras contemplaba aquel rostro de facciones angulosas con una mata tupida de pelo negro. Una cicatriz pequena le recorria la mandibula y tenia una boca larga y fina. Sus cejas estaban arqueadas, formando un ligero angulo hacia arriba en las puntas. Pero eran los ojos lo que le resultaba mas llamativo. Nunca habia visto unos ojos tan oscuros, una mirada tan profunda. ?Eran grises?, ?o negros? Aunque no era el color lo que la desconcertaba, sino la concentracion absoluta con que la miraban. Ryan noto que