Ilyaya Kimi tenia ahora mas de ochenta anos y estaba delicada de salud, pero su mente (pese a sus excentricidades y sus ataques de mal humor) era tan clara como siempre. Al recibir el mensaje del Sumo Iniciado, habia comprendido inmediatamente el peligro de difundir la noticia de la fuga de Tarod, aunque estaba completamente de acuerdo con Keridil en que no podia ocultarse la verdad. Brevemente, y con una vision que le hizo estremecerse, describio el histerismo que, a su entender, se apoderaria de todas las provincias en cuanto se diese la alarma. El Caos era para todos los hombres y mujeres una pesadilla ancestral, un legado de un pasado que, aunque olvidado desde hacia largo tiempo, se negaba a morir. Y solo habia, declaraba, un curso de accion que, en su opinion, debia tomar el Sumo Iniciado.
Keridil dejo caer a un lado la mano que sostenia el pergamino y se froto los ojos con el pulgar y el indice de la otra. Por todos los dioses que habria querido que su padre, Jehrek, estuviese todavia vivo. Jehrek habia tenido la prudencia y el buen criterio que eran fruto de anos de experiencia, y su hijo necesitaba ahora desesperadamente aquellas cualidades.
—?Keridil!
El casi habia olvidado la presencia de Sashka en la habitacion, y levanto la mirada, sobresaltado, como si hablase un fantasma. Ella le estaba observando, muy abiertos los ojos negros y tendiendo una mano vacilante hacia el.
—?Que es, Keridil? ?Que te dice?
Jehrek ya no estaba aqui para ayudarle.. , pero podia hacerlo Sashka. Aunque era mala cosa hacer confidencias a personas ajenas al Circulo, a pesar de que el Consejo de Adeptos podia desaprobarlo energicamente, Keridil necesitaba compartir su carga con ella.
Le tomo la mano y dijo a media voz:
—La Hermana Ilyaya Kimi me pide formalmente que convoque el Conclave de los Tres.
Sashka le miro, pasmada. Lo habia comprendido, sabia lo que era aquello; pero, ahora que el habia pronunciado las primeras palabras, tenia que explicar el resto.
—Me pide que informe al Alto Margrave y que empiece los preparativos. —Hizo una pausa y anadio—: Confirma lo que yo mas temia, Sashka... Que nuestra unica esperanza de vencer al Caos es ir al Santuario de la Isla Blanca y abrir el cofre de Aeoris.
Los vecinos que se habian reunido en la pequena plaza frente al palacio de justicia de Vilmado estaban demasiado enfrascados en sus propios asuntos para prestar atencion a la desconocida de cabellos castanos montada en un poney peludo y descuidado, al que seguia otro de mala gana. La tarde estaba declinando, el sol lanzaba rayos rojos y oblicuos que proyectaban largas sombras, y soplaba un fuerte viento del nordeste, que se filtraba a traves de la ropa y recordaba a todo el mundo que el verano estaba aun muy lejos.
Cyllan se detuvo junto a una hilera irregular de puestos de mercado cubiertos y salto del poney que iba delante, golpeandole con fuerza el belfo cuando trato de morderla. Parecia que se estaba celebrando una reunion en la plaza; un hombre con uniforme de oficial estaba plantado en la escalinata del palacio de justicia, flanqueado por otros que vestian prendas militares escogidas apresuradamente y llevaban una gran variedad de armas. El oficial hablaba a la muchedumbre, alargando de vez en cuando las manos en ademan tranquilizador cuando sus inquietos oyentes empezaban a replicar a gritos; pero Cyllan estaba demasiado lejos para oir lo que decian. Se acerco al primero de los puestos del mercado, donde una mujer alta y delgada, con los brazos en jarras, miraba cenuda a la multitud.
—?Que sucede?
La vendedora miro por encima de la larga nariz, con expresion hostil.
—Lo bastante para estropear mi negocio y hacerme volver a casa con la bolsa vacia.
No parecia dispuesta a hacer comentarios, por lo que Cyllan le pregunto:
— ?Hay cerca de aqui una posada que pueda tener una habitacion disponible?
— ?Una posada? —La mujer volvio a mirarla fijamente, sin disimular el hecho de que estaba valorando a la desconocida y no le gustaba lo que veia—. Prueba en Los Dos Cestos. Es donde suelen ir los vaqueros y otra gente parecida. —Senalo con la cabeza un estrecho callejon—. Esta en el extremo de aquella calle.
Cyllan le dio las gracias y se llevo los malhumorados poneys. Oscuras sombras la rodearon al entrar en el callejon, asi como los olores de la cuneta mezclados con los apenas mas apetecibles a comida rancia. Encontro facilmente Los Dos Cestos (la posada no era muy atractiva, pero correspondia con el aspecto que ofrecia ella) y ato los animales a una anilla de la medio arruinada pared. Despues, cuando iba a cruzar el umbral, se detuvo al sentir en el estomago el nudo del miedo.
?Y si la reconocian? Hacia dos dias que habia huido de Wathryn; lo mas probable era que el mensaje del Circulo referente a su fuga hubiese sido ya difundido por todo el pais y que, en ese momento, se estuviese informando a los que estaban delante del palacio de justicia de lo referente a la servidora del Caos que tenia puesta a precio la cabeza. Habia estado bastante segura en la carretera, encontrando solamente en ella algun grupo ocasional de conductores de ganado o alguna pequena caravana; pero aqui, en una poblacion, estaba peligrosamente expuesta. Y si alguien sospechaba de ella...
Refreno sus pensamientos, diciendose severamente que se estaba portando como una tonta. Era imposible que pudiese evitar todas las ciudades y todos los pueblos en su viaje hacia el sur; necesitaba mezclarse con la gente si queria oir algun rumor sobre Tarod o alguna pista sobre su paradero. Ademas, se recordo que Keridil Toln buscaba a una muchacha de cabellos largos y de un rubio palido, cabalgando un buen caballo gris. Una vaquera de cabello castano que conducia dos poneys ariscos no mereceria mas que una breve mirada.
Esta idea le dio valor; pero, a pesar de ella, sintio que le flaqueaban las piernas cuando abrio la puerta desvencijada de Los Dos Cestos y penetro en la posada.
El local destinado a taberna estaba vacio, salvo por el muchacho desgalichado encargado de servir las bebidas y que la miro al entrar. El chico vio una muchacha vulgar con pantalones de hombre, chaqueta de cuero y botas de montar, y con los cabellos de color castano rojizo recogidos en un mono sobre la nuca. Ella le sonrio con indecision y el correspondio a su sonrisa.
—Buenas tardes.
Cyllan recorrio la habitacion con la mirada, y capto el fuego lento y las mesas vacias. Flotaba en el aire un olor a comida, por fortuna mas agradable que el que se percibia en el exterior. Se acerco al mostrador y dijo:
—Tomare una jarra de cerveza de hierbas, un plato de carne y pan, si es que tienes.
El mozo asintio con la cabeza.
—Tenemos todo el que quieras. Esto se llenara cuando termine la reunion en la plaza. —Seguia mirandola y ella empezo a sentir que se le ponia la piel de gallina, pero se dio cuenta de que su escrutinio era mas de esperanza que de sospecha. El chico sonrio de nuevo—. Tambien tenemos raices picantes; recien cosechadas. Puedo servirte un plato para acompanar la carne.
—Si, gracias.
El salio apresuradamente de detras del mostrador para conducirle a una mesa cerca del fuego; pero entonces, al recordar las constantes exhortaciones de su amo, su semblante se nublo.
—?Tienes dinero? —pregunto—. El posadero dice que no puedo servir a nadie sin cobrar por anticipado. Es un cuarto de gravin.
Cyllan hurgo en su bolsa y saco una moneda. El muchacho la tomo, la mordio y asintio satisfecho con la cabeza.
—Ire a buscar la comida.
Mientras el mozo se alejaba a grandes zancadas, Cyllan apoyo la cabeza en la tosca pared y cerro los ojos, dejando que el debil calor del fuego penetrase en su cuerpo. Hasta el momento, todo iba bien; podia descansar un rato y mitigar su hambre. Y, por ahora, el nuevo disfraz le serviria.
La pandilla de boyeros con la que habia trocado el caballo del Margrave por ropa vieja, dos poneys cascados y diez gravines en metalico, no le habian hecho preguntas, contentandose con escupir y dar la mano para cerrar el trato. Cyllan sabia que habia vendido el caballo por menos de la mitad de su valor; los poneys casi no valian nada y el caballo podia venderse por cuarenta o cincuenta gravines, pero el hecho de que hubieran realizado un trato tan abusivo por su parte aseguraria el silencio de los boyeros. Su tio celebro en su tiempo los suficientes negocios sucios como para que Cyllan conociese demasiado la manera de actuar de los conductores de ganado; en esto no corria ningun peligro. Habia comprado la chaqueta de cuero y las botas a un vendedor ambulante y, a la manana siguiente, completo su disfraz en el bosque arrancando la corteza cobriza de las ramas de un arbusto,