—Me lo habia imaginado. Conozco el acento; hay muchos de los vuestros por aqui. ?Donde has estado negociando?

—En Wishet —mintio Cyllan—. Tenia que entregar una docena de buenas yeguas de pura sangre en Puerto de Verano. —Hizo un guino—. Debi quedarme con una de ellas para viajar hacia el oeste, en vez de hacerlo con ese par de cojos jamelgos.

El posadero lanzo una carcajada y Cyllan comprendio que este pequeno adorno en su relato habia eliminado cualquier sospecha que aun pudiese tener aquel hombre. Era desconcertante darse cuenta de la facilidad con que podia volver a los modales de su antiguo estilo de vida, y penso ironicamente que, a pesar de la influencia de Tarod, seguia siendo en el fondo una campesina vaquera; este papel le sentaba como un guante muy usado.

El posadero dejo de pronto de reir y se enjugo los labios con el dorso de la mano.

—Dondequiera que vayas, debes viajar de dia y no apartarte de los caminos principales si tienes una pizca de sentido comun.

Cyllan se puso subitamente alerta.

— ?Por que?

—?No te has enterado de lo que sucede?

Ella sacudio la cabeza y el hombre gruno, empezando a sudar de nuevo. Estaba claramente confuso por haber confesado algun interes por la seguridad de una desconocida, pero el miedo que sus ojos no lograban ocultar del todo le impulsaba a ser mas sincero de lo que le dictaba su caracter.

—Ya —dijo—. Tal vez, si vienes de Wishet, la noticia todavia no habra llegado alli... —Se inclino sobre la mesa, bajando la voz, y bruscamente, el miedo que traslucia su mirada se convirtio en una emocion mas inmediata—. La informacion ha llegado del lejano norte, enviada por el propio Sumo Iniciado del Circulo. —Hizo la senal de Aeoris sobre el corazon, y Cyllan tuvo el acierto de imitarle—. Dos personas, si es que se las puede considerar humanas, han escapado a la justicia del Circulo, y toda la Tierra estara agitada hasta que sean encontrados.

—?Por que? —pregunto Cyllan—. ?Que es lo que han hecho?

El posadero se paso la lengua por los labios, inquieto.

—Asesinato, hechiceria, demonologia..., pero esto no es mas que el principio. Peor que lo que han hecho es lo que son. —Miro hacia la puerta, donde colgaba el collar-amuleto, y despues anadio, haciendo de nuevo la senal de Aeoris—: Servidores del Caos.

Dijo estas ultimas palabras torciendo la boca, como si temiese ser oido por algun ente sobrenatural. Cyllan abrio los ojos de par en par y espero que su expresion de espanto fuese convincente.

—?El Caos? —repitio, en un murmullo—. Pero si ya no existe, ?verdad?

—Asi lo creiamos todos. Pero la noticia procede del propio Sumo Iniciado. Y mientras esos malhechores esten en libertad, todos corremos un gran peligro. —Se estremecio, se echo atras y dirigio a Cyllan una severa y calculadora mirada—. Yo no me atreveria a conducir ganado por los caminos mientras esos diablos anden sueltos. ?No lo haria por todo el vino del sur de Chaun!

—?Eh, Cappik! ?Por que estas acaparando a tu visitante, privandola de una buena compania? —Un hombre alto y moreno se acerco a la mesa y empujo hacia un lado al posadero para sentarse, sonriendo al mismo tiempo a Cyllan y mostrando los mellados dientes. Levanto su jarra—. Creo que es lo que todos necesitamos esta noche. Una buena compania.

Los otros se acercaron uno a uno agrupandose delante del fuego. La mujer del posadero anadio mas lena, y todos se sentaron a las mesas proximas, encontrando sitio las mujeres donde podian, y Cyllan fue muy pronto centro de la atencion de todos. Su interes no ofrecia el menor peligro; era simplemente la curiosidad natural y ociosa que provocaba una desconocida, y una oportunidad de distraer la mente de pensamientos menos agradables. Las lenguas se aflojaron cuando se hizo de noche, todos siguieron bebiendo cerveza, y los hombres empezaron a especular sobre las noticias del norte y lo que estas podian significar. Cyllan escuchaba y hablaba poco, y aunque la charla se hizo pronto mas ruidosa y exagerada, por los efectos de la cerveza, comprendio que el valor de que querian hacer gala sus acompanantes era pura jactancia; el miedo provocado en ellos, y en toda la poblacion, por las noticias del norte era real y profundo.

Era tarde cuando al fin subio Cyllan la desvencijada escalera que conducia al piso superior de la posada. En la planta baja, unos pocos de los mas atrevidos bebedores habian desafiado su terror para dirigirse a casa, tambaleandose en la oscuridad; pero la mayoria se habia acomodado lo mejor posible alrededor del fuego, y Los Dos Cestos fue cerrada y atrancada para la noche.

La cama era estrecha, dura y no particularmente limpia; pero despues de pasar dos noches al aire libre, Cyllan dio gracias por ello. Despues de apagar la vela y arrebujarse en la delgada manta, reflexiono sobre todo lo que habia oido esta noche.

Tarod estaba vivo. El mensaje de la Peninsula de la Estrella habia desvanecido todas sus dudas y guardo este conocimiento como un precioso secreto. Mientras el viviese y estuviera en libertad, tenia ella esperanza..., pero el decreto del Sumo Iniciado le decia claramente que toda la Tierra les estaria buscando desesperadamente. Y la afirmacion de que los dos fugitivos eran siervos del Caos representaba un elemento mortal. El miedo habia sido esta noche un companero tangi ble en la taberna; cuando se difundiese la noticia, este miedo se propagaria como un incendio forestal en pleno verano.

Pero, al menos por un breve tiempo, no corria peligro de ser descubierta. Manana se dirigiria hacia el sur y, si la apoyaban la suerte y los dioses (no queria considerar que dioses), podria enterarse de mas cosas que la ayudasen a encontrar a Tarod.

Se acomodo mejor en la estrecha cama. Sintio la piedra- alma dura pero calida sobre su piel; introdujo una mano debajo de la camisa, cerro los dedos sobre los duros contornos de la piedra y se quedo dormida.

CAPITULO 4

El caballo de Tarod brincaba inquieto al lado de la ultima de las cinco carretas que transportaban lentamente madera por el camino principal de Han a la provincia de Wishet. La espada que colgaba de su cinto, y a la que no estaba acostumbrado, le golpeaba la pierna de modo irritante, y sentia deseos de librarse de ella, asi como de la caravana que avanzaba con dificultad y que le habia obligado, durante dos dias, a cabalgar con la rapidez de un caracol. De haber ido solo, habria podido viajar ligero y deprisa; pero dio su palabra a los ancianos de Hannik, y faltar ahora a ella atraeria sospechas que preferia no despertar.

Hacia dos noches, habia dormido en Hannik, en una posada situada casi a la sombra de la residencia del Margrave de la provincia, atraido por el relato de un boyero de que la «complice del Senor del Caos» habia sido aprehendida en la ciudad. Al llegar a ella se habia encontrado con un gran alboroto que se centraba alrededor de una muchacha de cabellos rubios a la que sorprendieron cuando trataba de explotar su pobre talento de adivina, y los pequenos trucos que habia empleado Tarod para disfrazarse le habian llevado involuntariamente a aquel tumulto. La insignia de oro de Iniciado, tomada del cadaver de un hombre al que mato en el Castillo, y su gran habilidad en cambiar sutilmente de imagen, le dieron una personalidad perfecta en un momento en que nadie habria pensado en encontrarse con un Adepto del Circulo que realizaba un viaje urgente. Los ancianos de la ciudad habian considerado la llegada de un Iniciado entre ellos como un don de los dioses y habian pedido a Tarod que presidiese el juicio contra la muchacha.

El amargo desasosiego que habia sentido cuando miro al fin a la aterrorizada hija de un criador de caballos de la provincia Vacia era todavia como un cuchillo clavado entre sus costillas cuando lo recordaba. En toda su celda (una habitacion del palacio de justicia) colgaron amuletos y simbolos de hechiceria, mientras la muchacha sollozaba acurrucada en un rincon y protestaba de su inocencia. La aparicion de un Adepto del Circulo le habia provocado un paroxismo de terror, y se habia arrojado a los pies de Tarod, suplicandole que la absolviese y la salvase. Este se volvio furiosamente a los ancianos, acusandolos de tontos por haber pensado que una criatura casi imbecil podia ser una fugitiva del Circulo. Ellos se disculparon confusamente, tratando al mismo tiempo de justificar su precaucion, y Tarod, recordando al fin el papel que habia asumido, reconocio que habian hecho bien en seguir las exhortaciones del Sumo Iniciado y extremar su cautela. La muchacha fue puesta en libertad y los ancianos suplicaron a Tarod que acompanase las cinco carretas que se pondrian en camino por la manana, insistiendo en que

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