la presencia de un Iniciado seria una garantia de seguridad y aumentaria la moral de los milicianos rapidamente reclutados para proteger la caravana durante el viaje.
—A fin de cuentas, senor —dijo el primer anciano, un hombre meloso a quien Tarod habia cobrado inmediatamente antipatia—, ningun secuaz del mal (evito cuidadosamente emplear la palabra Caos) se atreveria a atacar una caravana custodiada por un Adepto.
Tarod sonrio debilmente.
—?Que te hace pensar que se les ocurriria tal cosa a esos fugitivos? Su objetivo es evitar ser capturados, no exponerse a ello.
El viejo se pico.
—Incluso los adoradores del demonio tienen que comer, senor. Hombres ricos viajaran en esta caravana; mercaderes, propietarios de barcos... Con esos seres malignos rondando por el mundo no podemos arriesgarnos; estoy seguro de que tu Sumo Iniciado estaria de acuerdo.
Sin duda Keridil lo estaria... Consciente de que podia despertar las sospechas del viejo si seguia discutiendo, Tarod hizo un ademan de indiferencia.
—Muy bien. Cabalgare con la caravana hasta que se separen nuestros caminos.
Y asi habia acompanado durante dos dias las carretas y a su escolta, esforzandose en dominar su propia impaciencia y la de su montura. Habian encontrado a pocas personas, salvo un grupo de milicianos de otra poblacion, pero la tension era fuerte entre los viajeros, y aumentaba a cada milla que cubrian. Las aves mensajeras del Castillo terminaron ya su trabajo y no habia un solo pueblo, de la importancia que fuese e incluso en la provincia mas remota, que no estuviese enterado de la noticia de la escapada de los fugitivos. En Hannik, Tarod habia visto una copia de la proclama de Keridil, y su contenido le habia sorprendido e inquietado. El Sumo Iniciado anunciaba que los secuaces del Caos estaban en la Tierra y debian ser aprehendidos a toda costa, antes de que pudiesen alcanzar su maligno y mortal objetivo: desencadenar las fuerzas de todos los demonios en todo el mundo.
No creyo que Keridil pudiese ser tan implacable en su odio o tan ciego. El Sumo Iniciado sabia (ciertamente lo habia sabido incluso antes de su primera traicion a su vieja amistad) que Tarod no debia lealtad al Caos; sin embargo, estaba dispuesto a alterar la verdad de la manera que fuese para capturar de nuevo a su enemigo. Y Tarod estaba viendo ya los resultados de la accion de Keridil. Su aviso habia impresionado a la gente del campo, resucitando todas las supersticiones profundamente arraigadas, todos los recuerdos ancestrales, toda clase de miedo en sus mentes; y, como la lena seca, ese miedo prendia con tanta rapidez que Tarod dudaba de que cualquier poder del mundo pudiese apagarlo. Lo de Hannik: habia sido solo un principio. ?Cuantos inocentes mas, como la hija del criador de caballos, serian victimas de la persecucion, inspirada por el terror, de sus propios hermanos?
Un vivo estremecimiento atavico recorrio su espina dorsal ante esta idea, al evocar involuntariamente un antiguo recuerdo. Aquella herida particular habia cicatrizado durante los anos pasados en la Peninsula de la Estrella, pero ahora podia recordar el macabro suceso con la misma claridad que si se estuviese repitiendo. El recuerdo de el mismo, cuando tenia doce anos, pasmado y horrorizado en medio de una turba enfurecida, mientras el cuerpo destrozado de su primo yacia a sus pies, muerto por una fuerza monstruosa que no habia sonado que un ser humano pudiese poseer.
Una agitacion cerca de la cabeza de la caravana le devolvio de pronto al mundo real. La segunda carreta se habia detenido, obligando a pararse entre chirridos y protestas a las que la seguian, y entre el ruido de las carretas y los relinchos de los caballos, pudo oir a hombres que gritaban. Un joven e inexperto miliciano dirigio a Tarod una mirada de impotente suplica, mientras luchaba por dominar a su rebelde montura, y Tarod suspiro. En todas las situaciones, desde la mas grave hasta la mas nimia, la escolta de la caravana se volvia a el en peticion de ayuda y de orientacion, y su inepcia empezaba a agotarle la paciencia. Hizo una sena al joven guardia para que se pusiese detras de el y espoleo su caballo hacia la cabeza del convoy.
— Y lo vi tan claro como estoy viendo tu nariz! Eras...
—Retira esa insinuacion o por Aeoris que...
El viento llevaba fragmentos del furioso altercado a sus oidos mientras Tarod avanzaba, y este vio que el conductor de la segunda carreta estaba disputando con un mercader que cabalgaba al lado de su carro, haciendo ambos oidos sordos a los ruegos vacilantes del jefe de la escolta, que trataba de interponerse entre ellos. La voz helada de Tarod interrumpio la contienda.
—?Que significa esto?
El carretero giro en redondo sobre su asiento, senalando freneticamente con una mano al mercader, y entonces advirtio Tarod el intrincado collar-amuleto que llevaba.
—?Traicion! —chillo histerico el carretero—. Ese hombre, que se hace pasar por mercader, ?es uno de ellos!
El mercader abrio la boca para negarlo furiosamente, pero, antes de que pudiese pronunciar una palabra, Tarod le grito:
—?Silencio! —La mandibula del hombre empezo a temblar, como si fuese a darle un ataque de apoplejia, y Tarod prosiguio—: ?No puedo escuchar a los dos al mismo tiempo! Ya tendras ocasion de hablar, pero ahora escuchare al carretero.
Este, ganando confianza, empezo de nuevo:
—Tenemos un espia entre nosotros, Adepto, estoy seguro de ello. ?Un espia del Caos! —Hizo la senal de Aeoris delante de la cara—. No hace dos minutos que vi que sacaba algo de su bolsa y lo besaba. Era una piedra, una joya..., y el Sumo Iniciado dice que aquel diablo del Caos lleva su alma en una joya, y que esta es una gema mortal. Hay algo maligno en todo esto, senor; lo siento, ?lo huelo! Si esos demonios fugitivos saben disfrazarse, seguro que...
Su voz se extinguio cuando Tarod le dirigio una dura mirada. El mercader empezaba a protestar de nuevo y Tarod toco los flancos de su caballo con los tacones de las botas para que se acercase al hombre.
—Tu amigo parece creer que tiene una solida razon para sospechar de ti. ?Que tienes que decir?
El mercader bufo.
—?Ese estupido bebe demasiada cerveza! Ha estado dandole a la bota desde que emprendimos la marcha...
—Entonces, lo que dice haber visto ?fue pura imaginacion?
El tono de Tarod era desafiador. El hombre se ruborizo.
—Bueno...
—Te hare una sencilla pregunta y espero una clara respuesta. ?Se imagino o no se imagino que te veia rendir un homenaje ritual a una joya?
En el fondo, a Tarod le importaba un bledo aquella discusion; de buen grado habria dejado que los dos resolviesen su disputa como mejor pudiesen. Pero tuvo que recordarse que estaba representando el papel de un autentico Adepto del Circulo; con las exhortaciones de Keridil frescas en la memoria de todos, habria sido inconcebible que no se mostrase vivamente interesado.
El mercader enrojecio todavia mas y murmuro unas palabras con la boca cubierta por la capa, por lo que resultaron ininteligibles. Los ojos de Tarod se hicieron amenazadores.
—Estoy esperando tu respuesta, mercader.
Despacio y de muy mala gana, el hombre hurgo en su bolsa y saco algo que parecio reacio a mostrar. Pero al fin abrio los dedos y Tarod vio un trozo pequeno de cuarzo, de forma irregular, en la palma de su mano. Lo tomo sin decir palabra y lo levanto para examinarlo.
En algun tiempo, alguien habia aplicado un tosco cincel a la superficie desigual del cuarzo. Tallado en ella, pero apenas reconocible, aparecia un simbolo familiar, o lo que pretendia ser tal, cortado por una raya en zigzag, y se intento marcar el perfil del simbolo con alguna clase de tinte que casi habia desaparecido del todo. No era mas que un amuleto, sin duda comprado a precio de usura a algun escrupuloso charlatan un Primer Dia de Trimestre.
Tarod cerro los dedos alrededor de la pieza de cuarzo y sonrio sin pizca de humor al mercader, cuyas mejillas