Lesk le explico brevemente lo ocurrido, mientras Cyllan permanecia sentada muda en su caballo, tratando de calmar el miedo creciente que amenazaba con sofocarla. La noticia de su fuga estaba ya circulando y habian puesto precio a su cabeza; por la manana, la gente de la poblacion podria comparar su cara y sus peculiares cabellos con la descripcion de la perseguida asesina. Deseo desesperadamente emprender la fuga, hacer que su caballo diese media vuelta y alejarse al galope mientras estuviese a tiempo; pero tanto ella como el animal estaban agotados; la huida la delataria inmediatamente y no podia esperar librarse de una persecucion. Al menos tenia unas pocas horas de plazo; era mejor aferrarse a su historia y esperar una oportunidad para marcharse sin ser advertida..., si es que se presentaba esa oportunidad.

Sheniya Win Mar escucho lo esencial de la historia de Cyllan y su instinto natural pudo mas que su enfado por haber sido molestada. Reprendio severamente a Lesk por hacer esperar a la dama con su charla y despues salio al encuentro de la joven en cuanto los otros la hubieron ayudado a desmontar.

—Ven, senora, pronto entraras en calor y estaras comoda. ?Cuanto debes de haber sufrido! No quiero pensar en ello; pero ahora estas a salvo. Ven, entra e ire a buscar para ti el mejor sillon...

Cyllan oyo el ruido de los cascos del caballo que Lesk se llevaba de alli. Resistio la tentacion de mirar ansiosamente atras por encima del hombro y, lanzando un profundo y nervioso suspiro, se dejo llevar por su huesped al interior de la casa.

CAPITULO 2

El halcon era apenas mas que una mota contra el cielo turbulento, una forma diminuta que volaba velozmente hacia el este, a favor del viento. Era muy improbable que cualquier observador casual lo hubiese advertido, pero el hombre que estaba sentado al abrigo de una protuberancia rocosa en la vertiente de las colinas entre Han y la provincia Vacia habia visto aparecer el ave en el horizonte y observaba ahora su rapido progreso aguzando los ojos verdes.

Tarod no sabia por que desperto el halcon su interes y le producia cierta inquietud; pero habia algo deliberado en su vuelo, como si viajase para alguna mision por encima y mas alla de su instintivo impulso. Y el hecho de que viniese del noroeste, que era la direccion de la Peninsula de la Estrella, podia ser muy significativo.

El ave casi se perdio de vista y Tarod cambio de posicion, estirando una pierna para librarla de un calambre incipiente, y apoyando la espalda en la roca. La manana era fria, pero el no estaba todavia en condiciones de reemprender viaje; habia caminado durante casi toda la noche y, ademas de estar fisicamente fatigado, necesitaba tiempo para reflexionar sobre lo que tenia que hacer.

Habia salido de la Peninsula de la Estrella de una manera espectacular que no deseaba experimentar de nuevo. Antes de partir, juro a Keridil que nada tenia contra el Circulo, pero creia que el Sumo Iniciado no tendria en cuenta su palabra. Keridil queria vengar a los que habian muerto... y tambien queria la piedra del Caos. Aquella gema era el eje alrededor del cual giraba todo ese feo asunto, y Tarod tuvo que sofocar la escalofriante mezcla de deseo y aversion que siempre le acometia cuando pensaba en ello. Por mucho que hubiese preferido negarlo, necesitaba la piedra; era parte vital e integral de el, pues era el recipiente de su propia alma. Sin ella, solamente podia esperar vivir a medias.

Pero la piedra era tambien una maldicion, pues le ataba a un yo interior cuya esencia tenia su origen en el mal, y ese era el dilema que habia obsesionado a Tarod desde que habia descubierto la naturaleza de la gema. Yandros, Senor del Caos, desperto en el recuerdos de un pasado tan antiguo que casi desafiaba la imaginacion, y no podia negar que aquel pasado tenia un terrible atractivo. Sin embargo, reconocer el verdadero poder de la piedra y aceptar todo su potencial seria volver la espalda a lo que habia tenido como sacrosanto. Habia sido un alto Adepto del Circulo, un siervo escogido de los dioses del Orden; el Caos era anatema para el. Y sin embargo, debia su existencia a aquellos poderes malignos...

Era una paradoja que no podia resolver y que se complico aun mas por el hecho de que tambien debia la vida a Yandros. De no haber sido por la intervencion del Senor del Caos, a traves de Cyllan, habria sufrido la espantosa muerte ordenada por Keridil, y la piedra habria caido en manos del Circulo. Esto habria contrariado el plan de Yandros; Tarod comprendia perfectamente que el malvado Senor seguia queriendo emplearle como vehiculo para sus planes de desafiar el regimen de Aeoris y los dioses del Orden, y Yandros creia que, en la prueba final, las antiguas afinidades romperian cualquier barrera que Tarod tratase de levantar contra ellos.

Se estremecio interiormente ante la idea, pues sabia que, si tenia de nuevo la piedra en su poder, seria muy facil sucumbir a su funesta influencia. Y aunque queria sobrevivir, la idea de que esa supervivencia lo convirtiera en un peon en el juego mortal de Yandros hacia que se le helase la sangre en las venas.

Sin embargo, no se atrevia a dejar la cuestion sin resolver y, despues de su huida de la Peninsula de la Estrella, se habia dado cuenta de que solo un camino se abria ante el. Cuando le fue revelada la naturaleza de la piedra, y ya le parecia que hacia de ello mucho tiempo, se juro a si mismo llevar la joya a la Isla Blanca, en el lejano Sur, y darla a guardar al unico ser lo bastante poderoso para combatir la fuerza de Yandros: el propio Aeoris. El conflicto con el Circulo y todo lo que vino despues le habia hecho dudar de la prudencia de aquella decision; pero ahora no veia ningun camino alternativo. Habia servido fielmente a Aeoris, aunque Keridil dijese lo contrario, y solamente el propio Senor Blanco podia resolver definitivamente su terrible dilema y librarle de la agobiante carga de la piedra.

Pero llegar a la Isla Blanca seria tarea inutil a menos que pudiese encontrar a Cyllan...

Tarod entrecerro los ojos al sentir un subito y agudo dolor. Habia tratado de no pensar en Cyllan, consciente de que, a pesar de lo que le decia su instinto, no tenia pruebas de que ella siguiese con vida. Cuando el caballo del Margrave se habia lanzado en pleno torbellino del Warp, con ella sobre el lomo, habia desfogado su desesperacion en un estallido de furor. Pero ahora que su mente habia tenido tiempo de serenarse y de reflexionar, se daba cuenta de que si Yandros manipulo una vez los acontecimientos en su propio favor, podia hacerlo de nuevo, y el bien de Cyllan interesaba mucho al Senor del Caos. La intuicion le decia que Cyllan vivia, y creia que, si ella podia conservar su libertad, viajaria hacia el sur, hacia Shu-Nhadek, sabiendo que tambien el lo consideraria su meta.

Pero encontraria peligros en el camino, sobre todo por parte del propio Circulo. Seguramente habrian puesto precio a la cabeza de Cyllan, como a la suya propia, y Keridil no ahorraria esfuerzos para encontrarles a los dos. Cyllan tenia la piedra del Caos, pero era de poco valor para ella, mientras que el, sin la piedra, corria un grave peligro. Habia empleado todo el poder que le quedaba para escapar de la Peninsula de la Estrella, y el esfuerzo fue casi excesivo para el; habia tenido que confiar en su antigua afinidad con los origenes caoticos del Warp y dejar que este le llevase donde quisiera y, aunque sobrevivio, la experiencia le habia agotado completamente. El Circulo podia esperar que emplease sus dotes de hechicero para descubrir el paradero de Cyllan y correr inmediatamente a su lado; Tarod sabia que, sin la piedra alma, sus poderes no eran suficientes para semejante hazana. Sus condiciones eran poco mejores que las de un Iniciado de alto rango, y necesitaria de todos sus recursos fisicos para poder compensar la perdida de sus facultades de hechiceria si tenia que encontrar a Cyllan antes que lo hiciera el Circulo.

Sonrio ironicamente en su fuero interno, consciente de que habia hecho muy poco para atender a sus propias necesidades fisicas. No habia descansado desde su espectacular huida del Castillo; no tenia comida ni agua, ni dinero para comprarlas. Aunque hubiese caza en esas aridas colinas y fuese el un arquero bastante habil, no podia hacer brotar un arco del aire. Sus unicos bienes eran la ropa que vestia, una insignia de oro de Iniciado y las pocas fuerzas que podian quedarle.

Cambio de nuevo de posicion y miro al cielo. Detras de una capa de inquietas nubes, el sol marchaba hacia el bajo meridiano de una primavera nortena. El viento del norte empezaba a soplar con mas fuerza, y en el horizonte, donde los montes eran mas altos y desiertos a medida que se acercaban a la triste region minera de la provincia

Vacia, las nubes adquirian un feo color purpureo que presagiaba lluvia. Calculo que los primeros chaparrones tardarian varias horas y, mientras tanto, el cambio del viento significaba que su oquedad en la roca era el mejor refugio para el. Habia hecho bien en descansar antes de continuar su viaje; estaba cerca del agotamiento, y el sueno era ahora mas importante que la comida. Ademas, esos montes desnudos, con sus viejos y desiertos caminos, eran un lugar de descanso mas seguro que cualquiera que pudiese encontrar en las mas pobladas tierras

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