tocaba una vez, el Sumo Iniciado no moriria simplemente; pues la espada era una manifestacion letal de la esencia misma del Caos, un objeto en el que se enfocaba todo el poder que fluia a traves de el. Keridil no moriria simplemente: seria aniquilado. Y esto seria una justa venganza; una expiacion adecuada del destino de Cyllan... Sin embargo, Tarod se contuvo.
Destruir a Keridil no le serviria de nada. Demasiada gente habia muerto ya en este desgraciado asunto; anadir un hombre mas a la lista de bajas seria una accion amarga y futil, y con ello quebrantaria una vez mas el juramento que habia hecho a la hermana Erminet. No queria vengarse. La razon le decia que el Sumo Iniciado no era del todo responsable de lo que habia sucedido, y ahora que habia pasado su ataque de locura, el deseo de venganza se habia extinguido con el. Lo unico que importaba era encontrar a Cyllan.
Keridil abrio mucho los ojos, sorprendido y confuso, cuando Tarod aparto la resplandeciente y amenazadora espada. Miro a su enemigo, con recelo e incertidumbre, no atreviendose a concebir un rayo de esperanza. Tarod le miro una vez, y el desprecio de sus ojos verdes se mezclo de pronto con una expresion compasiva.
—No —dijo suavemente—. No te quitare la vida, Sumo Iniciado. Ya se ha vertido aqui demasiada sangre.
Apreto mas el puno de la espada y su brillante aureola resplandecio, envolviendo a Tarod con su luz roja de sangre. En lo alto, el cielo aullo y proyecto una red de relampagos de plata sobre las torres del Castillo, y Keridil sintio una descarga de energia fluir a traves de el al renovar el Warp su furia.
—Si Cyllan vive —dijo Tarod, y Keridil, a pesar del estruendo de la tormenta, oyo cada palabra con la misma claridad que si fuese pronunciada dentro de su craneo—, la encontrare. Y si la encuentro, te prometo que no volveras a saber de mi. — Sonrio debilmente—. Una vez te negaste a aceptar mi palabra y me traicionaste. Espero que aquel error te haya servido ahora de leccion.
Keridil empezo a incorporarse con lentos movimientos, observando la espada en manos de Tarod. No hablo; tenia demasiado seca la garganta; pero habia veneno en sus ojos. Entonces Tarod levanto la cara al cielo tremebundo, como comunicando con el poder diabolico de la tormenta. El Warp respondio con un aullido en crescendo y la figura de Tarod parecio inflamarse de pronto, y un brillo negro salpicado de plata reluciente cobro vida a su alrededor. Un trueno fortisimo retumbo en el cielo y una explosion de luz blanca ilumino el patio, haciendo que Keridil chillase de dolor y de terror al herirle en los ojos el colosal resplandor. Cayo hacia atras, llevandose un brazo a la cara para protegerla, y cayo sobre las losas...
Se hizo un silencio. Keridil, deslumbrado, bajo el brazo y pestaneo ante las imagenes oscilantes que nublaban su vision. Despues, al aclararse su vista, recibio otra fuerte impresion al darse cuenta de que el Warp habia cesado. La palida luz gris de una aurora natural llenaba el patio; el cielo del Este aparecia tenido por los primeros y suaves rayos del sol mananero, mientras en algun lugar, mas alla del promontorio, un ave marina lanzaba un graznido gemebundo, como el maullido de un gato.
Trabajosamente, el Sumo Iniciado se puso de pie. Le dolian todos los huesos, todos los musculos, todas las fibras de su cuerpo; le temblaban los miembros y, cuando una mano le asio de un brazo, acepto agradecido el apoyo que le prestaba Fin Tivan Bruall. El caballerizo mayor tenia el rostro palido, apretados los labios; Keridil miro detras de el el circulo desordenado de Iniciados que se acercaban vacilantes.
— Keridil
Taunan Cel Ennas fue el primero en hablar. Miro los cuerpos de los dos hombres muertos por Tarod y desvio rapidamente la mirada.
Keridil no pudo mirar los cadaveres. Dijo con voz forzada:
— Haz que los cubran y los lleven dentro, Taunan.
—?Que...? —empezo a decir el otro hombre, pero cambio de idea y sacudio desmayadamente la cabeza.
La interrumpida pregunta, ?que ha ocurrido?, era demasiado evidente y, sin embargo, no tenia respuesta. Se volvio y se dirigio tambaleandose a la escalinata.
Ahora salian otros del Castillo y, entre ellos, vio Keridil la ansiosa cara del padre de Drachea. Despues de todo esto, tendria ahora que explicar al Margrave la muerte de su heredero... Sacudio furiosamente la cabeza para despejarla, pero siguio sintiendo una fria y colerica amargura. Oyo detras de el el ruido de los cascos de los caballos que eran recobrados y conducidos a los establos, y la normalidad de la escena (aparte de los dos hombres muertos en el suelo) hizo que se sintiese mareado. Hubiese debido prescindir de las exigencias del protocolo y de la tradicion; hubiese debido rechazar las opiniones de los que insistian en que hiciera una ceremonia de la muerte de Tarod, y matarle simplemente, sin contemplaciones ni formalidades, cuando habia tenido ocasion de hacerlo. Ahora, otras muertes pesaban sobre su conciencia. Drachea Rannak, la Hermana Erminet, los dos guardias en el sotano, los otros dos en el patio... Recordo la promesa hecha por Tarod antes de desaparecer, y sintio una repugnancia fria y cinica. Confiaba menos en la palabra de aquella criatura del Caos que en una serpiente venenosa. Mientras Tarod viviese, el Circulo y todo lo que este defendia estaban en peligro: tenia que ser destruido. Pero ?cuantas vidas mas se perderian antes de que termina se definitivamente este conflicto?
Y la sangre de Keridil se helo en sus venas al pensar: ...
Habia echado a andar en direccion a la puerta principal, pero se detuvo de pronto. Ahora se sentia mas firme y su mente estaba afilada como la hoja de un cuchillo. Tarod le habia superado, pero el corazon y el alma de Keridil exigian su castigo merecido. Y por mor del Circulo, de todo el mundo, se lo infligiria o moriria en el empeno.
Contemplo el cielo, que se estaba iluminando por momentos y se dejo llevar por la fuerte corriente de su amargura y de su colera. Palpo la insignia de oro que llevaba en el hombro, el doble circulo cortado por un rayo en diagonal, y hablo en voz tan baja que Fin no pudo captar sus palabras.
— Te destruire, Tarod — murmuro Keridil con furiosa intensidad—. Por Aeoris y sus seis hermanos, juro que te encontrare y te destruire. Dondequiera que estes, por mucho tiempo que tenga que emplear en ello, ?no descansare hasta que te haya borrado de la faz de nuestro mundo!
Como en respuesta al juramento del Sumo Iniciado, el primer rayo vivido de sol acaricio la cima de la muralla del Castillo, vertiendo una cascada de luz sobre el patio. Keridil sintio que le invadia una extrana sensacion de paz, la paz de saber que habia hablado con el corazon y se habia empenado en una causa noble y justa que, pasara lo que pasase, acabaria triunfando. Tenia en su mano los recursos de todo un mundo: el poder del Circulo y de los antiguos dioses que este adoraba. El Caos no podia vencer contra estas fuerzas, y el deber de Keridil, asumido bajo juramento, era verle aplastado y destruido.
El pequeno grupo reunido en la puerta le estaba observando. Keridil encogio los hombros, dandose cuenta de que tenia frio. Entonces empezo a subir resueltamente la ancha escalinata para reunirse con los demas.