El proscrito

El Senor del Tiempo LIBRO 2

2002.12.22 22:10:00 +01'00' He escaneado y revisado ? este documento

CAPITULO 1

— Te digo que no encontraras mejores productos alimentarios en Shu, y ni siquiera en Perspectiva o en Han. —El vendedor puso un punado de raices rosadas y purpureas ante las narices de la compradora y las sacudio casi amenazadoramente —. Y tengo muchas cosas mejores que hacer en el mercado que perder el tiempo con una moza forastera que probablemente no tiene un gravin en el bolsillo. Asi que, decidete pronto, ?si no quieres que azuce a mi perro contra ti!

El sarnoso perro hibrido, torpemente tumbado debajo del desvencijado tenderete miro hoscamente a su dueno, y la muchacha a quien se habia dirigido el vendedor le miro a su vez, fria e impavida. Tenia ya demasiada experiencia en el regateo para prestar atencion a las amenazas y a los insultos; habia juzgado la calidad de las frutas y verduras en venta y tomado su propia decision sobre su precio. Metio una mano sucia en la bolsa colgada de su cinto y saco una gastada moneda de cobre.

—He dicho un cuarto, y no dare mas. Lo tomas o lo dejas.

Por un instante, el hombre la miro airadamente, resentido por sus modales, por el hecho de que ella no se dejase intimidar y, sobre todo, por la ignominia de tener que regatear con una mujer... y una mujer de baja estofa. Pero era evidente que ella no iba a ceder, y una venta era una venta... En invierno, el negocio era flojo, en el mejor de los casos.

Agarro bruscamente la moneda y arrojo las raices en la bolsa de canamo que ella le tendia.

— Y la fruta — dijo la muchacha.

El hombre anadio de mala gana seis peras arrugadas a las verduras y despues escupio en el suelo, a los pies de ella.

— ?Toma! ?Y que los gatos se coman tu cadaver!

Rapida pero reflexivamente, la muchacha hizo delante de su propia cara una senal que tenia por objeto frustrar las maldiciones y prevenir contra el mal de ojo y, por un momento, la mirada de sus extranos ojos ambarinos hizo que el vendedor se sintiese claramente inquieto. Algo en ella le habia irritado; a juzgar por su acento, era de la costa del Este, y los de aquella region no tenian fama de hechiceros... ,

pero, al hacer ella aquella senal, habia sentido como si el veneno de sus propias palabras se volviese palpablemente contra el.

?Maldita mujer! No era mas que una campesina vestida con ropa vieja de hombre... , pero el tenia su moneda en el bolsillo y esto era lo que contaba. Sin embargo, la miro disimuladamente mientras se alejaba y su inquietud no se desvanecio hasta que se hubo mezclado con la muchedumbre y perdido de vista.

Cyllan Anassan se trago su colera mientras cruzaba la plaza del mercado para volver al puesto de su tio, al margen de los grupos de tenderetes. Ahora hubiese debido estar ya acostumbrada a la actitud de aquellos hombres, sobre todo aqui, en el mas prospero Sur; esperaban que una muchacha de su edad y de humilde condicion fuese tonta en el mejor de los casos, y cuando no conseguian enganarla con la hez de su productos a precios exagerados, recurrian al insulto. Desde luego, Shu-Nhadek, capital de la provincia de Shu, era mejor que muchas ciudades que habia visitado, pero el trato arrogante que le habia dado el vendedor todavia le escocia. Y despues de toda la discusion, se habia marchado de alli con unos productos de mala calidad que tardarian el doble de lo normal en cocerse, para ser comestibles.

Le habria gustado detenerse en la parte mejor del mercado y elegir entre las suculentas verduras que alli se vendian (y, segun se confeso, tener la secreta satisfaccion de mezclarse con la flor y nata de los clanes que honraban con su visita aquellos tenderetes), pero desistio de ello al imaginar la colera de su tio ante tanta prodigalidad. Si estaba sereno, sentiria Cyllan la hebilla de su cinturon marcandole la espalda; si estaba borracho, la perseguiria probablemente a patadas desde un extremo al otro de la plaza.

Inconscientemente espoleada por esta idea, acelero el paso, murmurando una disculpa al tropezar con un grupo de mujeres elegantemente vestidas que chismorreaban junto a un puesto de golosinas y vino, y tratando de apresurarse entre la multitud. Pero ahora que habia dejado atras la parte mas barata y menos concurrida del mercado, darse prisa era imposible; habia alli demasiada gente. Pero la tentacion de holgazanear era irresistible; esta era su primera visita a Shu-Nhadek y habia tantas cosas que ver y que comprar... A su alrededor, la enorme plaza del mercado estaba llena de color y movimiento; a lo lejos, el revoltijo de tejados de los altos edificios y de paredes pintadas de colores pastel en marcaba el cuadro, y todavia mas lejos, si Cyllan estiraba el cuello para mirar, los esbeltos mastiles de los barcos ancla dos en el puerto eran apenas visibles. Shu-Nhadek era el puerto de mar mas grande y mas antiguo de todo el pais; al abrigo de la Bahia de las Ilusiones, de cara al Sur, y favorecido por las mansas corrientes de ios Estrechos de la Isla de Verano, era durante todo el ano un refugio perfecto tanto para los comerciantes como para los viajeros. La mayoria de las rutas importantes de ganado terminaban en la ciudad, y la proximidad de esta a la Isla de Verano, residencia del Alto Margrave, le daba un prestigio que ninguna otra capital de provincia podia esperar igualar. Alli podia encontrarse gente de todas las condiciones imaginables: ricos mercaderes, artesanos, agricultores, conductores de ganado como la pandilla de su tio, Hermanas de Aeoris, con sus habitos blancos, e incluso hombres y mujeres de la Isla de Verano, que se tomaban un respiro de las formalidades de la vida cortesana. Y en los dos dias de mercado mensual, la poblacion de la ciudad se quintuplicaba. Cyllan habria podido permanecer plantada alli, observando aquel bullicio desde el amanecer hasta el crepusculo sin aburrirse en absoluto.

Pero al fin tuvo que detenerse en seco para dejar pasar a un mozo que conducia varios caballos de pura sangre del Sur. Mientras esperaba, Cyllan contemplo con envidia los altos y elegantes animales (tan diferentes del rechoncho e irritable poni que habia montado ella cuando viajaba con Kand Brialen y sus mozos) y brusca e inopinadamente, el calor y el bullicio y la vida exuberante del mercado despertaron en ella un recuerdo que durante meses habia tratado de olvidar. Un recuerdo de otro lugar, de otra ocasion festiva... , y que hizo que el gran mercado de Shu-Nhadek pareciese de pronto un debil reflejo de aquel. Un espectaculo que probablemente no volveria a presenciar en su vida: las fiestas de la investidura del nuevo Sumo Iniciado, en el Castillo de la Peninsula de la Estrella, en aquella punta del lejano Norte. Habia sido a finales de verano, cuando incluso el clima del Norte era agradable, e imagenes de la ceremonia y su boato (el antiquisimo Castillo adornado con gallardetes y banderas, el largo desfile de la nobleza, las hogueras, la musica, los bailes) cruzaron por su mente con la misma claridad que si las viese con sus propios ojos. Incluso habia visto al Sumo Iniciado, Keridil Toln, joven, seguro, resplandeciente en su traje de ceremonia, cuando salio con su comitiva de las puertas del Castillo para dar la bendicion de Aeoris a la enorme multitud.

Habia sido una experiencia inolvidable... , pero el recuerdo que le habia causado alegria y dolor durante los ultimos meses nada tenia que ver con la gloria de las celebraciones. Era el recuerdo de un hombre; alto, de cabellos negros y piel blanca, con una mirada atormentada en sus ojos verdes; un hechicero y alto Adepto del Circulo. Se habian encontrado una vez antes de entonces, por casualidad y, contra toda probabilidad, el la habia recordado. Ella estaba bebiendo un asqueroso brebaje que habia comprado con su ultima moneda en un puesto de vinos; el habia arrojado al suelo el contenido del vaso, dado un rapapolvo al vinatero y hecho que le sirviese vino de una cosecha de alta calidad. Desde entonces, habia lamentado ella mil veces su propia cobardia, habia deseado tener otra oportunidad..., pero esta no se habia presentado. Y mas tarde, aquella misma noche, su sentido psiquico le habia dicho que sus suenos no podian hacerse realidad, al conjurar una vision de el en sus habitaciones privadas y verle en compania de una joven agraciada y noble, y habia comprendido que el ya la habia olvidado...

Los caballos habian salido ahora de la plaza y la multitud volvio a agruparse. Al pasar por delante de un puesto donde se vendian anticuados aderezos de metal y esmalte, Cyllan se detuvo, al llamar su atencion algo medio oculto entre los montones de quincalla. Se acerco mas, para verlo mejor, y despues miro con expresion culpable al dueno del puesto, esperando que la echase de alli. Pero este vendedor sabia por experiencia que los buenos clientes se presentaban a menudo bajo los disfraces mas inverosimiles y la invito cortesmente a proseguir su examen. Cyllan, animada por este gesto, tomo el objeto que la habia intrigado y lo levanto. Era un collar; una

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