oeste. Ha habido algunas pequenas disputas entre los pequenos propietarios sobre... —La voz de Kalig se apago al sentir la mano de Imogen sobre su brazo dandole unas suaves palmaditas.

—Fenran ha salido a pasear a caballo con Anghara, y dudo que los veamos para nada antes del anochecer —dijo con placidez—. Hay muchisimo tiempo para arreglar derechos de caza; ni siquiera estamos aun en plena temporada. Esta noche, mi querido esposo y senor, cenaremos en privado en nuestros aposentos, y te cantare tus canciones favoritas, y nos retiraremos temprano. —Picardia y afecto brillaron en sus ojos—. Los negocios pueden esperar hasta manana.

Por unos breves instantes, Kalig la contemplo en silencio, luego su rostro se distendio en una lenta y amplia sonrisa. No dijo nada, pero llevo los dedos de Imogen de nuevo a los labios y los beso. Luego, tras una ultima mirada de satisfaccion al retrato, dejo que ella lo condujera fuera de la habitacion.

Mientras Kalig e Imogen se dirigian sin prisas a sus aposentos privados, la princesa Anghara hija-de-Kalig detenia su yegua de color gris oscuro en la cima de una escarpadura que senalaba el extremo mas meridional de la zona de bosques. Desde el lugar que ocupaba, el panorama era impresionante. Al norte, los arboles empezaban a dominar el terreno, al principio de forma gradual para aumentar en densidad hasta fundirse en el azul verdoso ininterrumpido del mar; mientras que hacia el sur, a partir del pie de la escarpadura el terreno aparecia vacio y llano hasta morir en un nebuloso horizonte solo interceptado por los contornos de afloramientos rocosos y alguna esporadica parcela de escasa vegetacion. Con el tiempo apropiado y con la luz en cierto angulo, era posible vislumbrar el final de la vasta tundra meridional que terminaba solo cuando se encontraba con los implacables glaciares de la region polar. Hoy, aquel distante resplandor palido no era visible; el sol estaba demasiado bajo (a pesar de que durante los cortos veranos apenas si se hundia mas abajo de la curva del mundo) y su suave luz de tonos dorados y naranja convertia las distancias en nada mas que una confusa mancha.

Las yermas llanuras, junto con la tundra y los glaciares, formaban parte del reino de Kalig, pero nadie se habia aventurado muy al interior de aquella inmensidad meridional. De hecho, el mojon que marcaba el limite de la exploracion humana era apenas visible desde la escarpadura como una larga sombra que tocaba el paisaje casi directamente enfrente de ella; un rectangulo de oscuridad, anguloso y aislado, que se alzaba por entre las siluetas mas pequenas y menos claras de la maleza. Una unica torre de piedra, que llevaba siglos sin ser utilizada, su puerta cerrada al paso por un edicto ya antiguo cuando los ancestros del bisabuelo de Kalig se habia hecho con el gobierno de Carn Caille. El edicto era de severa sencillez: la torre no debia ser abierta jamas; ni siquiera debia acercarse nadie a ella. Las razones para aquella ley irrevocable se ocultaban en un pasado inmemorial, y sobrevivian tan solo en la enigmatica forma de la balada y el folclore: solo la torre misma perduraba, solitaria, amenazadora, oscura.

Anghara se estremecio cuando un ligero vientecillo se levanto y helo sus brazos. Un lugar tan antiguo..., sus origenes olvidados hacia tanto tiempo... No obstante, la familia gobernante de Carn Caille habia vivido durante siglos con aquella tacita amenaza, y podria seguir haciendolo durante muchos siglos venideros.

—Un centimo de plata por tus pensamientos. —La voz que sono a su lado, calida, burlona y ligeramente divertida, saco a la princesa de su ensimismamiento.

Anghara se volvio y vio que Fenran habia subido tambien a la escarpadura para reunirse con ella, habia detenido su caballo y estaba recostado en la silla mientras sus ojos grises la evaluaban con cierta pereza.

—Has abandonado la caceria demasiado pronto —dijo el—. ?Ya te he dicho que la paciencia tiene sus virtudes! —E indico delante de el, atrayendo su atencion hacia el pequeno cuerpo peludo que se balanceaba sobre el pomo de su silla.

Ella rio.

—?Una liebre? ?Fenran, tu valor es ilimitado! ?Toda una liebre..., me siento asombrada!

—?Es mas de lo que has conseguido tu, querida mia! —Fenran hizo como si fuera a darle una bofetada con la mano que tenia libre; luego dio unas palmaditas al animal muerto—. Imyssa la apreciara, aunque tu no lo hagas. Y cuando la haya estofado y anadido sus hierbas, y murmurado sus conjuros sobre la cazuela, ?me encargare de que no pruebes ni un bocado del resultado! —Le dirigio una amplia sonrisa—. Pero hablando en serio...

—?En serio?

—Se esta haciendo tarde. Cualquier criatura con un apice de sentido comun esta ya en su madriguera o en su guarida a estas horas, y deberiamos ponernos en marcha. Si oscurece mucho mas, Imyssa y tu madre empezaran a preocuparse.

Anghara suspiro. No le apetecia en absoluto abandonar el largo y luminoso dia por los muros de Carn Caille, y alli arriba, en la escarpadura, habia vuelto a aduenarse de ella aquella vieja sensacion; la espantosa, excitante, insaciable sensacion que la habia asaltado tan a menudo desde que era una nina pequena y habia contemplado las llanuras meridionales por primera vez. La imperiosa sensacion de querer saber...

Fenran vio reflejarse algo de aquello en su rostro, y su propia expresion se troco en una de preocupacion. Siguio su mirada hasta la lejana sombra que se alzaba sobre la llanura, y dijo:

—?No pensaras todavia en la Torre de los Pesares?

Enojada consigo misma por resultar tan transparente, Anghara se encogio de hombros.

—No hay ningun mal en pensar.

—Oh, pero si lo hay. O podria haberlo, si los pensamientos se apoderan demasiado de uno. —Se inclino hacia adelante y le oprimio el brazo—. Olvidala, mi pequena loba; es mas seguro. Los caballos estan cansados, y tu futuro amo y senor muerto de hambre. Dejalo estar y regresemos a casa.

No estaba en la naturaleza de Anghara el dejarse maniobrar u obedecer a nadie —incluido su padre— por un motivo ajeno al sentido del deber. Pero durante el tiempo que hacia que se conocian, Fenran habia aprendido la forma de manejar su vivo temperamento y su tozudez, y algo en su voz la aplaco y convencio. Le dirigio una debil sonrisa y, con solo una pequena muestra de desgana, espoleo la yegua hacia adelante para seguirlo ladera abajo.

—?Vamos ya, hija mia; mira la hora que es! ?Regresa a la cama, y duermete!

Anghara se aparto de la ventana para dirigirse a donde Imyssa revoloteaba como una regordeta y mimosa gallina clueca. La anciana nodriza habia arreglado las ropas del lecho, alisado la sabana inferior, tirado del edredon relleno de plumas de ganso hasta dejarlo bien recto, y ahuecado las almohadas; ahora, con ninguna otra cosa en que ocupar las manos, iba y venia de un sitio a otro por detras de la muchacha.

Anghara suspiro irritada.

—No puedo dormir, Imyssa; no estoy cansada, y no quiero regresar a la cama. Ahora vete, y dejame dormir.

Imyssa la contemplo con atencion, sus ojos azules llenos de agudeza a pesar de estar rodeados de arrugas.

—Vuelves a estar preocupada; y no pienses que no conozco la razon.

—No la conoces —replico Anghara—. Puede que seas una bruja, pero no puedes leer mis pensamientos; y no son cosa que te deba importar.

—?Oh, no lo son! ?Crees que no te conozco tan bien como a las lineas de mi propia mano, yo que te saque del cuerpo de tu madre y te cuide desde que eras una criatura hasta ahora que eres toda una mujer? —Imyssa cruzo los brazos—. ?No necesito mi Arte para saber que es lo que no va bien contigo! —Dio un paso en direccion a la princesa—. Se donde has estado y se lo que has visto hoy; y te digo muy seriamente: ?quitatelo de la cabeza y envialo lejos, a los lugares oscuros a los que pertenece!

El problema con Imyssa, penso Anghara, era que sus conocimientos como mujer sabia le permitian realmente leer la mente, o al menos las inclinaciones, demasiado bien. Hundio la cabeza entre los hombros, malhumorada, y regreso a la ventana para contemplar el oscuro revoltijo que era Carn Caille. No habia luna esa noche, pero en el cielo se reflejaban los apagados resplandores del sol situado apenas a unos pocos grados bajo el horizonte, y el patio y el antiguo torreon que senalaban los limites de la fortaleza estaban claramente visibles. Mas alla de Carn Caille, por encima de las colinas llenas de maleza y pasados los amontonados arboles del bosque, estaba la llanura y la tundra y la Torre de los Pesares...

La voz de Imyssa interrumpio de nuevo sus pensamientos.

—Olvidate de ese lugar, nina mia. No es una carga que tu debas soportar jamas; es a tu hermano a quien correspondera cuando la Tierra, nuestra Madre, se lleve con Ella a tu padre algun dia; aunque espero que nos concedera aun muchos anos de su compania. —Habia algo mas que una ligera reprimenda en su voz, y algo,

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