mas que frio y un dolor creciente.

El medico se puso en pie y miro a Flavia.

– ?Que ha ocurrido?

– No lo se. Yo estaba en la cocina. Cuando he salido, ella estaba en el suelo y habia dos hombres.

– ?Quienes eran? -pregunto Luca.

– No lo se. Uno era alto y el otro bajo.

– ?Y que has hecho?

– Atacar.

Los dos hombres se miraron.

– ?Como? -pregunto Luca.

– Tenia un cuchillo. Estaba en la cocina, y he salido con el cuchillo en la mano. Cuando los he visto, me he lanzado sin pensar. Se han ido corriendo. -Movio la cabeza, desinteresandose de todo aquello-. ?Como esta? ?Que le han hecho?

Antes de responder, el medico se aparto unos pasos de Brett, aunque esta estaba muy ajena a lo que ocurria alrededor como comprender u oir siquiera sus palabras.

– Tiene varias costillas rotas, contusiones y cortes. Y quiza la mandibula fracturada.

– Oh, Gesu -dijo Flavia llevandose la mano a la boca.

– Pero no hay senales de conmocion. Reacciona a la luz y entiende lo que le digo. De todos modos, hay que hacer radiografias.

Aun no habia acabado de hablar el medico cuando se oyeron voces en la escalera. Flavia se arrodillo junto a Brett.

– Ya vienen, cara. Todo se arreglara. -Lo unico que supo hacer fue poner la mano en la colcha encima el hombro de Brett y mantenerla alli, con la esperanza de transmitirle su calor-. Te pondras bien.

Dos hombres con bata blanca aparecieron en la puerta, y Luca con un ademan les invito a entrar. Habian dejado la camilla en el portal, como era lo obligado en Venecia, y habian subido el sillon de mimbre que utilizaban para acarrear a los enfermos por las estrechas escaleras de las casas venecianas.

Al entrar, los recien llegados miraron la cara ensangrentada de la mujer que estaba tendida en el suelo como si todos los dias vieran imagenes parecidas y ya estuvieran acostumbrados. Quiza lo estaban. Luca se fue a la sala y el medico les recomendo que la movieran con sumo cuidado.

Mientras tanto, Brett no sentia nada que no fuera el prieto abrazo del dolor. Lo sentia en todo el cuerpo, en el pecho comprimido, que hacia de cada respiracion un suplicio, en los huesos de la cara, y en la espalda, que la abrasaba. A veces, sentia dolores fraccionados, pero enseguida se fundian y le recorrian el cuerpo anulando todo lo demas. Despues solo recordaria tres cosas: la mano del medico en su mandibula, un contacto que le envio al cerebro un fogonazo blanco; la mano de Flavia en su hombro, el unico calor en aquel mar de hielo; y el momento en que los dos hombres la levantaron del suelo, y ella dio un grito y se desmayo.

Cuando volvio en si, al cabo de varias horas, el dolor seguia presente, pero algo lo mantenia un poco apartado. De todos modos, sabia que, si se movia, aunque solo fuera un centimetro, volveria aun con mas fuerza, por lo que se mantenia perfectamente inmovil. Penso en palpar cada parte de su cuerpo, para averiguar donde acechaba el dolor mas agudo, pero antes de que pudiera dar a su cerebro la orden de empezar el recorrido, el sueno la vencio.

Volvio a despertarse, y esta vez, con la mayor precaucion, su mente empezo a explorar varias partes de su cuerpo. El dolor se mantenia a cierta distancia y ya no parecia que moverse tuviera que ser tan peligroso. Centro su pensamiento en los ojos y trato de determinar si lo que habia ante ellos era luz u oscuridad. No podia adivinarlo, por lo que dejo vagar la mente por el rostro, donde el dolor permanecia latente, luego por la espalda, que le ardia y palpitaba, y por las manos. Una estaba fria y la otra caliente. Permanecio quieta durante lo que le parecieron horas pensando: ?por que una mano estaba fria y la otra caliente? Se mantuvo inmovil una eternidad mientras su mente estudiaba el enigma.

Una mano caliente y una mano fria. Decidio moverlas, para ver si variaba la temperatura y, un siglo despues, empezo el movimiento. Trato de apretar los punos y consiguio mover un poco los dedos. Pero fue suficiente: la mano caliente se sintio envuelta en mas calor y una suave presion por encima y por debajo. Oyo una voz, una voz que sabia familiar pero no pudo reconocer. ?Por que aquella voz le hablaba en italiano? ?O era chino? Entendia lo que le decia, pero no recordaba en que lengua. Volvio a mover la mano. Que agradable era aquel calor que habia respondido a su primer movimiento. Probo otra vez y oyo la voz y sintio el calor. Oh, parecia magico. Habia palabras que podia comprender, y calor, y una parte de su cuerpo que estaba libre de dolor. Reconfortada por esta sensacion, volvio a dormirse.

Finalmente, recobro el conocimiento y descubrio por que una mano estaba caliente y la otra fria.

– Flavia -dijo con una voz casi inaudible.

La presion de la mano aumento. Y el calor.

– Estoy aqui -dijo Flavia, y su voz sono muy cerca.

Sin explicarse por que, Brett sabia que no podia volver la cabeza para hablar con su amiga ni para mirarla. Trato de sonreir, de decir algo, pero una fuerza extrana le mantenia la boca cerrada, le impedia abrirla. Trato de gritar o de pedir socorro, pero la fuerza invisible no le dejaba abrir la boca.

– No trates de hablar, Brett -dijo Flavia, aumentando la presion de la mano-. No muevas la boca. Esta atada con un alambre. Tienes una fisura en el maxilar. No hables. Todo va bien. Pronto te sentiras mejor.

Era muy dificil entender todas aquellas palabras. Pero el peso de la mano de Flavia era suficiente, el sonido de su voz bastaba para calmarla.

Cuando desperto estaba totalmente consciente. Aun le costaba bastante abrir el ojo, pero lo consiguio, aunque el otro permanecio cerrado. Suspiro de alivio al comprobar que ya no necesitaba recurrir a la astucia para burlar a su cuerpo. Paseo la mirada por la habitacion y vio a Flavia dormida en la silla, con la boca abierta, la cabeza hacia atras y los brazos colgando a cada lado del cuerpo, en actitud de abandono total.

Mientras observaba a Flavia, Brett volvio a pasar revista a su propio cuerpo. Quiza pudiera mover brazos y piernas, aunque seria doloroso, de un modo general, indeterminado. Al parecer, estaba de lado y sentia en la espalda un ardor difuso y doloroso. Finalmente, consciente de que esto seria lo peor, trato de abrir la boca y sintio la terrible presion que le comprimia los dientes. Estaban atados con un alambre, pero podia mover los labios. Lo peor era tener la lengua prisionera. Al pensarlo, sintio panico. ?Y si tenia que toser? ?Se ahogaria? Ahuyento el pensamiento con firmeza. Si podia discernir, senal de que estaba bien. No vio tubos que salieran de la cama y comprendio que no estaba sondada. Asi que peor de lo que estaba ahora no iba a estar. Y esto era soportable. A duras penas, pero soportable.

De pronto, sintio sed. Tenia la boca seca y le ardia la garganta.

– Flavia -dijo con una voz que era menos que un suspiro, que casi ni ella podia oir. Flavia abrio los ojos y miro en derredor con expresion de panico, como solia hacer cuando se despertaba bruscamente. Al momento, se inclino hacia adelante, acercando la cara a la de Brett-. Flavia, tengo sed -susurro.

– Y buenos dias a ti tambien -dijo Flavia con una carcajada de alivio, y entonces Brett comprendio que pronto estaria bien.

Flavia se volvio y tomo un vaso de encima de la mesa que tenia a su espalda. Doblo la cana de plastico e introdujo el extremo entre los labios de Brett, por el lado izquierdo, lejos del corte tumefacto que le torcia la boca hacia abajo.

– Hasta he mandado poner hielo como a ti te gusta -dijo fijando la cana en el vaso, mientras Brett trataba de sorber el liquido. Tenia los labios secos y pegados, pero por fin consiguio abrir una rendija y la bendita agua fria le bano la boca y la garganta.

A los pocos tragos, Flavia retiro el vaso diciendo:

– Ya basta. Espera un poco y luego podras tomar mas.

– Me siento drogada -dijo Brett.

– Lo estas, cara. Entra una enfermera cada pocas horas y te pone una inyeccion.

– ?Que hora es?

Flavia se miro el reloj.

– Las ocho menos cuarto.

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